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La primera experiencia de Gobierno de coalición en España desde la Segunda República no solo ha supuesto una novedad en la gestión interna del país, también una doble vara de medir dentro del Consejo de Ministros cada vez que ha estallado algún delicado asunto internacional ... que ha obligado a los ministros a posicionarse. El PSOE, y en la mayoría de ocasiones Yolanda Díaz, han constatado siempre que la dirección de la diplomacia española la marca el presidente. Pero este principio no ha valido para zanjar las discrepancias con Podemos, Izquierda Unida, los comunes o la propia líder gallega en asuntos como la invasión rusa de Ucrania, las detenciones de manifestantes en Cuba, las relaciones con la OTAN o el histórico giro sobre Marruecos y la autonomía del Sáhara Occidental. Y, ahora, en una semana de alto voltaje en el contexto global, la reacción a los ataques del brazo armado de Hamás a territorio israelí y la respuesta militar del Estado hebreo.
Las actuales disensiones retrotraen a marzo de 2022. Ya con Pablo Iglesias fuera del Ejecutivo, el debate antibelicista enfrentó a los dos socios del Gobierno cuando los primeros compases de la invasión rusa de Ucrania hacían presagiar una victoria fácil para Vladímir Putin. Sánchez, que primero había defendido el traslado de recursos defensivos al frente y solo a través del mecanismo europeo, confirmó dos días más tarde en el Congreso el envío de «material militar ofensivo para la resistencia ucraniana».
Un hecho que sorprendió a su socio de coalición, Unidas Podemos, que entonces interpretó esta maniobra como «una escalada del conflicto». Pero, paralelamente, provocó el distanciamiento de la vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, de la postura oficial de los de Ione Belarra. Sobre todo cuando la líder gallega optó por cerrar filas en público con el presidente. La misma senda que siguieron después los ministros Alberto Garzón (IU) y Joan Subirats (comunes).
El incendio se apagó durante el verano. Una calma propiciada por el profundo avance de las tropas ucranianas y la constatación a través de varios sondeos del apoyo de gran parte de la población española al envío de material militar a Kiev (según el CIS de diciembre, el 57% de los españoles estaba a favor de ello). Hasta que el anuncio, el pasado enero, del envío de tanques Leopard al frente de batalla por parte de la ministra de Defensa,Margarita Robles, derivó en otro encontronazo con Podemos, que censuró el «furor bélico» de los socialistas.
La vicepresidenta segunda evitó en aquella ocasión posicionarse por uno de los dos bandos. Primero no rechazó expresamente el envío de carros de combate y, después, señaló «la preocupante escalada de tensión que esto supone». «Ya he respondido a esta pregunta», repetía cada vez que le interpelaban por la cuestión. Todo ello en plena carrera por las autonómicas y locales del 28 de mayo y cuando Díaz ya tenía previsto el lanzamiento de Sumar para unas generales que aún no tenían fecha.
La organización de la cumbre de la OTAN en Madrid en junio del año pasado, condicionada por la guerra en Ucrania, volvió a elevar la tensión en el Consejo de Ministros. En parte, por la autoexclusión de la cita de las ministras Ione Belarra e Irene Montero, que Robles se encargó de trivializar recordando que «no están invitadas». Pero sobre todo porque llevó aparejada la aprobación de un crédito de 1.000 millones para Defensa, un compromiso con la Alianza Atlántica que no acabó pasando por el Congreso, y que los morados consideraron que se hacía «por la puerta de atrás».
En aquella ocasión Díaz sí trasladó su malestar a uno de los consejos de ministros más tensos de toda la legislatura. La vicepresidenta afeó de tal forma a Sánchez el destino de esa partida económica que la ministra Robles ironizó en plena sesión comparándola con su antecesor: «Yolanda, cada día me recuerdas más a Pablo». Al salir de la cita, la vicepresidenta se preocupó de que se conociera su indignación pese a su aversión a la política del «ruido».
Otra bronca que enturbió las relaciones entre los socios de la coalición fue el giro histórico de Sánchez a la política española al asumir la posición marroquí sobre la soberanía del Sáhara Occidental en marzo de 2022, y que también cogió con el pie cambiado a sus socios y a la oposición. La vicepresidenta y los de Belarra se unieron para plantar cara a una decisión que consideraban contraria a las resoluciones de la ONU y que amenazó con hacer zozobrar al Gobierno.
La cuestión separa todavía a los dos socios, hasta tal punto que la líder de Sumar situó como número dos de sus listas en Madrid a las generales del 23-J a Tesh Sidi, activista saharaui muy crítica con la decisión de Sánchez. Y fue la diputada encuadrada en Más Madrid quien hace una semana prendió otra chispa al enfatizar en las redes sociales que estará «hoy y siempre con Palestina» justo tras la ofensiva de Hamás contra Israel.
Mientras Sánchez condenó «enérgicamente» los ataques de las milicias integristas a territorio hebreo y no dudó en calificarlo de «terrorismo», Díaz y Podemos exigen a la UE que presione para que el Gobierno de Benjamín Netanyahu «acabe con la masacre» sobre los palestinos y cese su «'apartheid'» en la región. Diferencias sobre la carga de las culpas que ha desatado una ola de criticas de PP y Vox contra el Gobierno.
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