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xabier garmendia
Madrid
Martes, 1 de marzo 2022, 14:53
En su segunda despedida pública, tal vez la penúltima a la espera de la definitiva en el congreso extraordinario, el formalmente aún presidente del PP no dejó nada a la improvisación. Estático tras el atril, leyó de principio a fin el discurso y durante once ... minutos redujo al mínimo el contacto visual con los más de 400 miembros de la Junta Directiva Nacional que abarrotaban la sala. Su rostro no expresó emociones ante una tesitura que nunca quiso vivir y que nadie podría haber augurado hace un par de semanas. Si acaso esbozó una sonrisa forzada al acabar, cuando fue ovacionado en pie por sus compañeros, incluidos aquellos que le dejaron caer.
La resignación impregnó una alocución templada, lejos de los términos altisonantes que Isabel Díaz Ayuso aguardaba a arrojarle minutos después. Pero Pablo Casado sí que se permitió firmar una última defensa de su trabajo en estos cuatro años. Dibujó una trayectoria de menos a más, desde el «conmocionado» partido que recogió tras la moción de censura a Mariano Rajoy hasta la renovada «ilusión» que dijo apreciar ahora entre la militancia. Y todo en un periodo «sin un trimestre de tranquilidad» por elecciones, mociones de censura y «ataques a nuestra estabilidad».
Crisis en el PP:
También se detuvo a ensalzar su propio compromiso con la «ejemplaridad pública», ese valor grabado a fuego que se encargó de reclamar una y otra vez a su examiga Isabel en lo que fue el comienzo del abrupto fin de su carrera. «No concibo la política sin la ética de la responsabilidad», proclamó como parte de su confeso intento por «recuperar la confianza de la sociedad en el buen nombre» del PP. Se felicitó de haber llevado sus principios hasta las últimas consecuencias, de haber antepuesto «la opción difícil a la cómoda» y, por si hubiera dudas, afirmó mantener «la conciencia muy tranquila» pese a todo.
Precisamente por eso, Casado se despidió presentándose como un incomprendido. Con un punto de impotencia y al igual que trasladó en las reuniones privadas con su núcleo duro y los barones del partido, dejó ver que sigue sin entender el porqué de su marcha y las razones por las que perdió el apoyo de sus compañeros casi de la noche a la mañana. Y, ante todo, el inminente exlíder del PP se confesó particularmente dolido con las formas empleadas: «Siento, tengo que decirlo, la reacción que he tenido que sufrir, que es inédita en nuestra historia democrática, y creo sinceramente que no merezco ni merecería ninguno de vosotros».
Valores. Ensalzó su compromiso con la «ejemplaridad» y apeló a la «ética» tras su pugna interna con Ayuso
Consejo. Recomendó al partido que se centre en resolver los problemas sociales y «no dedicar un minuto a hablar de nosotros»
Pese al sinsabor, quiso dejar claro que no se guiará por el rencor, que está dispuesto a empujar como uno más. De hecho, contribuyó a la conjura por la unidad interna al prometer lealtad a Alberto Núñez Feijóo, el único nombre propio que salió de su boca junto al de los expresidentes del partido y el de Miguel Ángel Blanco. «Siempre me ha brindado su lealtad y amistad, las mismas que él recibirá de mí para lo que decida hacer en un futuro», dijo sobre el mandatario gallego, testigo en primera fila. Ahora todos detrás de él, vino a consagrar antes de un último consejo: «No dediquemos ni un minuto más a hablar de nosotros, sino de lo que necesitan urgentemente los españoles».
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