A diferencia de los que llegan por mar a una playa o por carretera, los que quedan atrapados en Barajas aguardan una resolución rápida de su petición de asilo encerrados en una sala dentro de la terminal. Sin sus móviles ni otros dispositivos electrónicos, duermen ... en el suelo sobre colchones que parecen más «una cobija», usan baños comunes donde «los orines rebosaban y no hay agua caliente», y apenas tienen un minuto para comunicarse con algún familiar y darle el número telefónico para recibir llamadas, según diversos testimonios recabados por este periódico.
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«La comida es pésima», dice D., un ecuatoriano que estuvo en la sala de asilo del aeropuerto de Barajas. «Una cárcel creo es mejor que donde nos tuvieron». «Algo principal es que nos hacen dormir en el suelo», ratifica una mujer de la misma nacionalidad que fue deportada tras un largo procedimiento. Esta semana había 350 personas, según fuentes policiales, en un sitio donde hay 190 camas y seis baños en la T1, dos en la T2 y cuatro en la T4.
Además, el plazo legal para resolver su petición es de ocho días pero en realidad llega a estadías de tres semanas. La situación de insalubridad y falta de intimidad fue denunciada por la Comisión de Ayuda al Refugiado (CEAR) ante tribunales madrileños que exigieron remediar tales condiciones. «Son momentos terribles», resume R., otra peticionaria. «Los maltratos los vimos», dice otra fuente independiente. «Eso está, pero demostrarlo sin teléfonos para grabar, que nos lo cogían y no devolvían, para que no saliera nada de eso al aire».
Para intentar disminuir la presión en estos centro de detención, el Ministerio del Interior primero quiso trasladar a algunos solicitantes a un Centro de Internamiento (CIE) en Aluche (Madrid), medida anulada por un juzgado madrileño, y ayer acordó exigir un visado de tránsito a ciudadanos de Senegal, que sacaban billetes con destino a América, donde no necesitan tramitar visados, y al hacer escala, pedían asilo. Fuentes policiales aseguran que así se podría evitar más de la mitad de solicitantes en Barajas.
Hoy se abrió una cuarta instalación y se anunció una ampliación del contrato con la empresa externa de la limpieza y un refuerzo de agentes, hasta 54, para «agilizar» los trámites. En horarios de ocho horas los siete días de la semana equivalen a menos de tres por turno. Como los polizones, para la ley los que piden refugio no han cruzado la frontera. Los datos de rechazados y admitidos en Barajas no es público, ratifican diversas fuentes.
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Desde el martes en la mañana, Cruz Roja no presta atención en las salas de asilos porque la «ocupación está por encima de la capacidad y no podemos hacer nuestro trabajo psicosocial», explica José Javier Espinosa, director de Migraciones de Cruz Roja, que conoce estos lugares aunque «no he ido recientemente». «Hemos tomado la decisión de abandonarlo temporalmente». Hubo preavisos: «Llevamos advirtiendo de esta situación desde hace semanas. No es una decisión que se toma de un día para otro. Nosotros estamos acostumbrados a trabajar en situaciones muy difíciles y no nos vamos mientras tengamos un impacto en las personas. Pero pedimos soluciones».
Espinosa describe situaciones de personas que duermen en colchones en el suelo y que la sobreocupación que se redobló «en las últimas semanas a un nivel más alto». En este caos ha surgido el maltrato, según los testimonios de algunos peticionarios de asilo, incluso por parte del personal de la Cruz Roja, encargada de gestionar servicios como atención sanitaria o llamadas telefónicas. «Las llamadas las gestiona la Cruz Roja, al igual que la asistencia humanitaria en las instalaciones para solicitantes de protección internacional», indica una familia colombiana que estuvo retenida más de dos semanas. «No nos dejaron llamar por teléfono».
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Sobre la comunicación, Espinosa explica: «Los que tienen mayor urgencia, lo pueden utilizar. Las salas tienen las cabinas que tienen. Pero si la sala tiene más ocupación de su capacidad, lógicamente, hay personas que no pueden usar esas cabinas».
La madre de un menor también dijo que «ni le dieron paracetamol a mi hijo, que tenía 38,5 de fiebre. Pierden la humanidad». Espinosa aclara que la comida ni la atención sanitaria corresponden a Cruz Roja. «Con nosotros duermen unas 15.000 personas migrantes, y les apoyamos para que tomen su medicación, si lo dice un facultativo. La de menores es muy delicado. Te garantizo que si el médico recetó paracetamol, se lo hubiéramos dado. Si no se le dio es porque no se recetó».
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Espinosa aclara que la comida ni la atención sanitaria corresponden a Cruz Roja. «Con nosotros duermen unas 15.000 personas migrantes, y les apoyamos para que tomen su medicación, si lo dice un facultativo. La de menores es muy delicado. Te garantizo que si el médico recetó paracetamol, se lo hubiéramos dado. Si no se le dio, no se recetó».
¿Volver cuándo? «Cuando haya condiciones dignas. Si hay 400, que la capacidad sea para 400».
A pesar de justificarla, la decisión de Cruz Roja fue cuestionada tanto por el ministro Fernando Grande-Marlaska, como por las fuerzas policiales, que debían asumir esa gestión diaria dentro de estos lugares y calificó a la organización como «irresponsable».
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