«Está claro que a partir de hoy es bueno que cada uno siga su camino». Con esta frase, Isabel Díaz Ayuso se alineó este jueves con Génova y dio por extinguida la alianza entre el PP y Vox que le ha permitido gobernar estos ... años en la Comunidad de Madrid. Las relaciones con la formación que lidera Rocío Monasterio estaban rotas desde que no llegaron a un acuerdo para aprobar los Presupuestos de 2023, allá por diciembre. Una espinita que se le quedó muy clavada a la presidenta madrileña que esperó hasta el último pleno de la legislatura para marcar distancias con su socio parlamentario, su competidor más directo, y ponerse en la rampa de salida de la campaña electoral. «Nos hemos entendido, pero en la deriva en la que ha caído su partido, no me van a arrastrar con ella», aseveró Díaz Ayuso.
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A dos meses de la cita con las urnas ninguna de las encuestas publicadas concede a la líder madrileña la mayoría absoluta que evitaría depender de nuevo de la extrema derecha, aunque están muy cerca. A un escaño, según el último sondeo publicado por Sociométrica o Key Data. En el PP de Madrid son muy conscientes de que nada tienen que ver los comicios del próximo 28 de mayo con los de hace casi ya dos años, cuando Díaz Ayuso decidió pulsar el botón rojo y convocar anticipadamente elecciones en las que arrasó, cosechando más votos que toda la izquierda junta. Las restricciones sanitarias estaban aún vigentes, no había en el horizonte unas generales y las relaciones con los de Santiago Abascal no estaban tan deterioradas como ahora.
A la presidenta madrileña le encantaría seguir la estela de Juanma Moreno pero sabe que va a resultar muy complicado porque Madrid no es Andalucía, con ocho provincias lo que hace que no sea necesario un porcentaje tan elevado de votos para lograr la mayoría absoluta. En la Puertal del Sol, sede del Ejecutivo madrileño, no tiran, sin embargo, la toalla y han decidido pisar el acelerador a fondo para lanzar a por el votante de Vox, que podría decantar a favor de Díaz Ayuso la mayoría absoluta que necesita. «En este tiempo no he visto ni una sola propuesta original, no han aportado nada», le reprochó la presidenta regional a sus otrora socios, después de que rechazasen las rebajas fiscales para extranjeros que el Gobierno autonómico quería aprobar este jueves. Una de las medidas estrella de la dirigente conservadora en este final de legislatura presentada como contrapeso al impuesto a las grandes fortunas de Pedro Sánchez.
Como si intentara espantar el fantasma de un hipotético gobierno de coalición, Díaz Ayuso, una de las principales defensoras hasta ahora de las alianzas con Vox, se empeñó con dureza contra la formación, marcando el tono de una campaña electoral que se espera a cara de perro. «No entienden que la vida son matices, y cuando parten, alguna vez, de la razón –remarcó– la pierden por sus formas y su supuesta superioridad moral».
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Para la formación ultraderechista, la ruptura viene por la «imposición» de Alberto Núñez Feijóo de tener al PSOE como «socio preferente». Santiago Abascal y su círculo ya han dejado claro que Castilla y León el espejo en que quieren reflejarse y que allí donde sus escaños sean necesarios exigirán asientos a cambio de un eventual pacto de gobierno. Aunque los exiguos resultados que pronostican las encuestas publicadas hasta la fecha dificultarían la intención de Vox de condicionar al PP. «No son lo mismo cuatro escaños que catorce», insisten en Génova, donde, en ningún caso la primera opción es reeditar una coalición como la que soporta el castellanoleonés Alfonso Fernández Mañueco.
La campaña se hará con el eslogan de gobernar en solitario, como hizo Moreno en los comicios andaluces, dejando los quebraderos de cabeza para el día después de la noche electoral. «A Vox solo les interesa buscar algún rédito electoral de la antipolítica y la antipolítica no la comparto», afirmó Feijóo desde Bruselas tras reunirse ayer con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, y el Grupo Popular Europeo.
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El dirigente gallego brindó todo su «respaldo» a Díaz Ayuso para romper con la formación de Abascal, con el que volvió a marcar distancias y al que acusó de ejercer una política «infantil» y «populista» en un momento en que no deberían existir, dijo, «ni trincheras, ni muros». Defendió además su ausencia durante el debate en el Congreso de la moción de censura, una «pérdida de tiempo» que, a su juicio, solo sirvió para «insuflar» aire al Gobierno de Sánchez.
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