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En medio de la algarabía política, Juan José Laborda y Emilio Lamo de Espinosa tiran de currículum y experiencia para pasar revista, con palpable inquietud, a la España constitucional de este 6 de diciembre. Ambos académicos acaban de alumbrar REMCO, la Red de Estudio de ... las Monarquías Contemporáneas con la que pretenden analizar y explicar, entre otras cosas, por qué «los países con mejor Estado de bienestar» del mundo –Dinamarca, Suecia...– tienen la Corona como referente. Y ello «sin necesidad de ser monárquicos al viejo estilo» y asumiendo «el daño» que la conducta del rey emérito ha infligido a la ejemplaridad de la institución.
–¿Les duele España?
–E. Lamo de Espinosa: Sí, me duele y me disgusta. Siento una especie de ducha escocesa. El agua caliente es que con la Constitución del 78 hemos disfrutado del mejor período de nuestra Historia contemporánea. El agua fría viene después. Estamos asistiendo a un acelerado deterioro del funcionamiento de nuestras instituciones por la incapacidad para el diálogo y el consenso, sustituidos por la descalificación y el insulto; por una agria polarización; y por la erosión de la calidad de las instituciones, ocupadas, casi con 'k', por el Gobierno actual. La neutralidad del Estado está en peligro y no son pocos los juristas que hablan ya de desbordamiento constitucional.
–Juan José Laborda: A mí también me duele en cierto modo. Me gustaría que hubiera un espacio democrático compartido por todas las fuerzas políticas. Cosa que no ocurre, sobre todo, porque los dos grandes partidos identificados con la Constitución no se ponen de acuerdo ni para un mínimo.
–¿Es esta crispación más crítica que la de otros trances?
–E. L. E.: Antes, los asaltos a la democracia, por así decirlo, provenían de fuera de ella y no de dentro. Lo que desgraciadamente está ocurriendo en estos momentos, como pasó en Cataluña, es que se utiliza el Estado contra el Estado. Esto es lo nuevo y lo más preocupante. Utilizar la letra de la ley, la imprenta de la letra de la Constitución, para ir más allá de su espíritu es malo. Se está produciendo un asalto al Tribunal Constitucional que le afecta ya y existe una brecha como jamás he visto entre los ciudadanos y la clase política.
–J. J. L.: Existe una polarización en todas las democracias europeas y atlánticas, incluyendo Estados Unidos, desde hace diez o quince años. Nuestra Constitución se crea en el marco del Acta Única de Helsinki, el documento que pone fin a la Guerra Fría; se crea dentro de ese sentimiento colectivo europeo. Y lo que asombra al mundo es el consenso, como algo equivalente al liberalismo. Ese es el rasgo distintivo de la Constitución de 1978, que es aceptada por las dos grandes tradiciones políticas, a la izquierda y a la derecha.
–¿Comparten responsabilidad los dos grandes partidos, el PSOE y el PP, en ese desgaste?
–E. L. E.: Tienen responsabilidad los dos, pero no se puede ser simétrico. El Gobierno es el que gobierna y, por lo tanto, suya es la principal la responsabilidad. El PSOE ha decidido seguir una senda distinta de lo que fue el socialismo democrático en la Transición y los comienzos de la democracia. Y en ese giro de sobremesa ha asumido responsabilidades muy serias en relación con la calidad de las instituciones y de la democracia española.
–J. J. L.: Que PP y PSOE se echen las culpas de un lado a otro no conduce a nada. Es preciso hacer un punto y aparte. No creo que el PSOE haya abandonado la senda constitucional. Pero la Constitución necesita el apoyo de los partidos políticos. Necesitamos que se sientan implicados con la Constitución, se pongan de acuerdo y piensen en cuáles son las necesidades reformadoras.
–¿Forman su asociación porque la Monarquía española no tiene quién la defienda?
–E. L. E.: Bueno, sí tiene, pero quizás no con la suficiente dimensión. Es evidente que quien debe defenderla –el Gobierno– tiene dificultades para hacerlo porque está dividido. Una parte la ataca, mientras la otra acaba adoptando posiciones de distanciamiento, de neutralidad. Pero lo nuestro no es tanto defenderla, ese es un tema político. Queremos ofrecer información rigurosa sobre lo que es y sobre cómo funciona. Hay mucha emocionalidad alrededor de la Monarquía en España, de derecha y de izquierda. Y es bueno añadir elementos de racionalidad, de sentido común y de experiencia.
–J. J. L.: La Monarquía se defiende con la Constitución, ambas están íntimamente unidas. Si desapareciera la Monarquía y fuéramos hacia otro modelo de jefatura del Estado, no tendríamos una nueva fórmula política, sino que entraríamos en una permanente y, seguramente, maligna inestabilidad.
–La pregunta es inevitable. ¿Hay republicanos en su iniciativa?
–E. L. E.: Pues yo no pregunto la filiación. Quienes quieren colaborar con nosotros y apoyarnos, bienvenidos sean. Por lo tanto, no lo sé. Pero no excluyo que buena parte de la gente que figura como amigos o incluso como benefactores pueden no ser monárquicos en el sentido en que se entiende la palabra. Son más bien personas que están interesadas en realizar un estudio científico y riguroso del funcionamiento de las monarquías. Ese, insisto, es nuestro objetivo fundamental.
–J. J. L.: Lógicamente hay republicanos, porque en el fondo la República –lo sabemos desde Cicerón– es un gobierno sometido a control. Porque el poder sin control es el diablo, es el demonio, es lo terrible, es lo que conduce a la pérdida de las libertades. Así que el espíritu republicano es fundamentalmente eso, el poder controlado en todo momento.
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