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a. g. e.
Sábado, 18 de enero 2020, 16:27
–Gregorio dio sus primeros pasos en política en 1983. ¿Cómo recuerda ese tiempo?
–Un día recibo una llamada de Goyo en la que me dice que le han ofrecido encabezar las listas de Alianza Popular y que ha aceptado. Yo me quedo de ... piedra. A partir de ahí, se inicia la etapa de Gregorio político. Y yo ya soy la novia de un personaje público.
–¿Siempre tuvo esas aspiraciones?
–Gregorio tenía madera de político desde que nació. Era alguien que tenía carisma, capacidad de liderazgo, principios, ideas muy claras y una capacidad inmensa para ayudar a los demás. Esa mezcla hacía de él un miura para la política y le echaron el lazo.
–¿Qué le pareció a usted que se decidiera por entrar en la política?
–Pensé que se estaba metiendo en un lío. Era el año 83, en plenos años de plomo. Yo entonces ya estaba rodeada de gente a la que le había tocado de cerca el terrorismo etarra y era consciente del ambiente que había y de lo que pasaba en la Parte Vieja, que estaba tomada por los radicales.
–¿Cómo era el Ordóñez político durante esos primeros años?
–Actuaba como el tipo conservador y de derechas que era, y no lo ocultaba. Era católico y practicante. No alardeaba de ello, pero no tenía ningún prejuicio, ni ningún miedo ni complejo. Era como era. Por eso era un tipo auténtico: no tenía doblez.
–¿No tenía miedo?
–¿Cómo no iba a tenerlo? Supongo que lo tendría, pero jamás me lo dijo. Goyo tuvo la fuerza de darle la vuelta a ese posible miedo y convertirlo en una de sus fortalezas para animar a sus conciudadanos a no tenerlo. Gregorio decía muchas veces: 'Todos nos tenemos que mover en nuestro pequeño ámbito para hacer algo contra ETA'. Él siempre dijo abiertamente que había que arrinconar a HB, que era ETA, que eran la misma basura.
–¿Y usted tenía miedo?
–Intentábamos llevar una vida normal, pero no lo era porque teníamos que tener mucho cuidado. Cuando arrancábamos el coche nos mirábamos. En ese instante de meter la llave en el arranque, había ahí un silencio hasta que el coche arrancaba... Yo sé que había pintadas en la puerta de mi casa y que las limpiaba con el portero para que yo no las viera. Pero sobre todo en la etapa final, cuando él sabía que le seguían. Encima hacía los mismos recorridos siempre, salía a la misma hora de casa para ir al Ayuntamiento, comía en la Parte Vieja... Era muy fácil.
–¿Y nadie le dijo que no hiciera esa rutina?
–Nos consta que él fue a hablar con el consejero Atutxa de la inquietud que tenía, pero por lo visto le dijeron que no había nada de qué preocuparse, que no estaba en ninguna lista. Y era muy testarudo. Decía que 'o escolta para todos o para ninguno'.
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