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«No dejaré que mancillen mi nombre». Con esta sentencia, la presidenta del Congreso, Francina Armengol (Inca, Mallorca, 1971), defendió este martes su gestión al frente del Gobierno de Baleares durante la pandemia, 13 días después de que estallara el 'caso Koldo' que se ... ha convertido en una pesadilla para el Gobierno y el PSOE. Un apellido el suyo, Armengol, ligado a Baleares y al municipio natal de la hoy tercera autoridad del Estado, donde echó los dientes en el plano personal, profesional y político siguiendo los pasos de su padre, Jaume. Primero en la farmacia familiar y después como concejala socialista entre 1998 y 2000 en el Ayuntamiento donde su progenitor fue alcalde unos años antes.
Tras coquetear con el secesionismo durante sus años de universitaria en Barcelona en el sindicato estudiantil Bloc d'Estudiants Independentistes –agrupación en la órbita de las juventudes de ERC–, regresó a su tierra y se afilió al PSOE. Allí labró su reputación política ocupando varios cargos internos hasta convertirse en la número uno del Partido Socialista de Baleares, formar parte de la Ejecutiva federal del PSOE desde 2004, asumir la presidencia del Govern entre 2015 y 2023 y, desde agosto, ejercer la alta Magistratura del país que otorga dirigir el Congreso. «Está muy jodida», reconocieron gráficamente el martes fuentes del grupo parlamentario socialista tras su comparecencia. «A nadie le gusta estar constantemente señalado, y más si ni siquiera aparece en el sumario».
Investigada la gestión de su Govern por la Fiscalía Europea y protegida ella por su partido ante las presiones del PP para que dimita, Armengol trató de mantener en su intervención el difícil equilibrio de la neutralidad al defender su honorabilidad mientras ejercía la responsabilidad institucional de su cargo. Una imparcialidad que la oposición ha cuestionado de manera recurrente. Primero, por estirar los tiempos y no anunciar la fecha de investidura de Pedro Sánchez hasta el final de las negociaciones con los partidos independentistas. Y, después, calificándola de «partidista» y «sectaria» por sus discursos oficiales en la jura de la Constitución de la princesa Leonor cuando cumplió la mayoría de edad, en la apertura solemne de las Cortes o en el acto por el 45 aniversario de la Constitución.
Celosa de una vida privada de la que poco se sabe y más allá del señalamiento por los contratos suscritos por el Gobierno balear que encabezaba con la trama de corrupción del exasesor de José Luis Ábalos, el currículum político de Armengol no ha estado exento de polémicas. Ya como secretaria general del partido en Baleares, dio positivo en un control de alcoholemia en 2002. En 2020, fue sorprendida disfrutando de una noche de copas incumpliendo las restricciones que su propio Gobierno había impulsado para refrenar la covid-19.
Aunque las cuestiones más controvertidas en las que se ha visto implicada han tenido que ver con dos cuestiones investigadas por la justicia: el 'caso Puertos', que salpicó a la Autoridad Portuaria de Baleares y a su expresidente –designado por Armengol–, y el de las menores tuteladas prostituidas.
La fidelidad a Sánchez en su caída y resurrección como secretario general del partido fue recompensada en julio, cuando tras quedarse sin opciones de gobernar en Baleares tras las autonómicas del 28-M, la recuperó para las listas para las generales del 23 de julio.
La política mallorquina tenía en su hoja de servicios haber sido la única líder de un Gobierno autonómico que se posicionó a favor de Sánchez y no de Susana Díaz en las primarias de 2017, pese a que en un principio apoyó a Patxi López. También fue una de las pocas líderes territoriales del PSOE que en la anterior legislatura defendió los pactos con ERC y EH Bildu del jefe del Ejecutivo.
Su perfil sensible hacia la plurinacionalidad fue un pilar básico para la investidura de Pedro Sánchez y sus acuerdos con el independentismo, que se cobraron el precio de la catalana del PSC Meritxell Batet como presidenta del Congreso. Al margen de su experiencia al frente de la comunidad balear, donde demostró su capacidad para gobernar con Podemos y los soberanistas de Més, Armengol avaló en la sesión constitutiva de la XV legislatura que los diputados acatasen la Constitución con distintas fórmulas y, sobre todo, el uso de las lenguas cooficiales en la Cámara.
Hoy, acuciada por los contratos con la trama de Koldo García que sitúan en el punto de mira esa tercera autoridad del Estado que Sánchez no puede permitirse dejar caer, el presidente y los suyos han construido un dique para blindarla ante la ofensiva del PP. En esta semana cuesta arriba, Armengol se ha volcado en los actos vinculados al Día de la Mujer. El jueves viajó a París, donde participó en la cumbre de presidentas de Cámaras bajas y debatió sobre educación, salud sexual y reproductiva y la participación femenina en política. El viernes acompañó a Rosa León, Marisa Paredes y Rosa Montero en el acto en el Instituto Cervantes por el que la cantante, la actriz y la escritora pasaron a formar parte de la Caja de las Letras de la institución. «Está bien, indignada pero fuerte», resumía este 8-M otra fuente socialista.
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