Ametralladora Scorpion VZ61, UZI israelí, AK 47... Son algunas de las armas localizadas por la Policía. R. C.

Las armas de guerra se extienden por los barrios: «Es casi tan fácil como comprar en Amazon»

La figura de los 'conseguidores', el cifrado de las comunicaciones, la bajada del precio de las armas y los robos de droga están detrás del aumento de los tiroteos en las calles

Juan Cano

Málaga

Domingo, 27 de octubre 2024, 00:02

Una ráfaga interrumpió la cena de Mateo Vallecillos, de 74 años, y de su mujer. «¡Ay, Dios! Esos disparos no son normales, parece una metralleta», exclamó María, que horas antes había celebrado su 68 cumpleaños con la familia. El hombre se levantó para ir a ... la cocina a ponerse un vaso de leche. Sólo le dio tiempo a dejarlo en la mesita. «María, ¡que me han dado!», gritó antes de caer desplomado.

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A Mateo le alcanzó en el salón de su casa una bala perdida de un subfusil de asalto, un arma de guerra que alguien había disparado desde un promontorio en la barriada de La Palmilla, en Málaga, como demostración de fuerza frente a un grupo rival. Ocurrió en febrero de 2020 y el responsable de su muerte todavía no se ha sentado en el banquillo. La causa está archivada.

Los recientes tiroteos registrados en el Torrejón de Huelva, las Tres Mil Viviendas de Sevilla, o la avenida de la Estación, en Antequera, que mantienen en jaque a las Fuerzas de Seguridad, confirman que el crimen de Mateo no fue «un caso aislado». Las armas pululan sin ningún control por barrios habitualmente etiquetados como conflictivos, pero con un matiz: donde antes había un revólver o una pistola, ahora se tira de armamento de guerra.

El Torrejón onubenese, donde un conflicto familiar provocó un tiroteo con un muerto y dos heridos, es ahora escenario de una vendetta contra la familia del presunto autor, apodado El Baba, que fue detenido la pasada semana en Gijón. En los últimos días se han sucedido ráfagas de disparos contra la fachada del bloque en el que habitan y este viernes hubo varias explosiones. Los vecinos aseguran que fueron provocadas por el lanzamiento de granadas de mano. De hecho, han tenido que intervenir hasta los TEDAX, los técnicos especialistas en desactivación de explosivos, tras localizar dos de estos artefactos abandonados en un descampado.

Un mando policial con décadas de experiencia en investigación resume en una frase lapidaria lo que está ocurriendo en las calles de algunas ciudades españolas: «Hay un dato irrefutable: antes podías encontrar armas en uno de cada diez registros relacionados con el crimen organizado o las drogas; ahora, lo anecdótico es que haya un registro donde no localices alguna».

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Las armas

Proceden de la región del Sahel y entran por el sur ocultas entre los fardos de hachís o cocaína

El 'drug broker'

Los expertos entrevistados por este diario coinciden en que, en la actualidad, hay muchas más armas en circulación porque, en definitiva, «resulta mucho más sencillo conseguirlas». «Es casi tan fácil como comprar en Amazon. No imagines que hay una web con un catálogo, no funciona así. Pero basta con tener el contacto adecuado. Tan simple como eso», afirma otro agente especializado en narcóticos.

Se trata de una figura con nombre propio y es «un rol al alza» dentro del crimen organizado. En Interpol se le conoce como 'drug broker' (bróker de drogas), una especie de «conseguidor» capaz de proporcionar a sus clientes todo aquello que necesiten. El agente advierte de que estos personajes se han puesto «de moda» en los últimos tiempos y separa su imagen de la del clásico delincuente: «Puede ser cualquiera. Son personas que llevan una vida completamente normal, como un padre de familia más. De hecho, no tocan las armas ni la droga. Se limitan a poner en contacto a comprador y vendedor a cambio de una comisión», señala.

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No hay una única causa que explique la razón por la que se ha disparado este mercado. «Ha sido un cúmulo de factores», según indica el experto antidroga, que apunta a la «globalización» de la delincuencia y, sobre todo, al cifrado de las comunicaciones. «Ahora es extraordinariamente sencillo mantener conversaciones encriptadas con una simple llamada de WhatsApp y además la facilidad para realizar los pagos es tremenda. Eso ha propiciado que el tráfico ilícito de bienes a escala mundial se multiplique», añade.

Vecinos de las Tres Mil Viviendas observan la redada organizada por la Policía Nacional contra el narcotráfico. EFE

Con el incremento de proveedores, que ahora se pueden encontrar en cualquier rincón del planeta, entra en juego un clásico en la economía: la ley de la oferta y la demanda. La consecuencia directa es una bajada de hasta un 90% en el precio de algunos modelos. «Un Kalashnikov -el subfusil de asalto que mató a Mateo Vallecillos y que dispararon en las Tres Mil Viviendas- se puede comprar por 600 euros, cuando antes costaba 5.000 o 6.000», explica el perito judicial y criminólogo José Jiménez Planelles, que actúa en numerosas causas en los juzgados para determinar el origen de armas intervenidas por la policía o utilizadas en crímenes. Él se refiere al Kalashnikov, también conocido por sus siglas, AK-47, o por su fisonomía (cuerno de chivo), como «el arma del pueblo» porque resulta «tan sencillo de usar que hasta un tonto la maneja». En el año 2007, alcanzó el hito de ser la de mayor producción de la historia tras superar los 80 millones de unidades fabricadas.

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Mandos de la Policía y la Guardia Civil no ocultan su «preocupación» por la proliferación de armamento de guerra en barrios de ciudades españolas donde antaño los desencuentros se resolvían con revólveres, pistolas o escopetas. El perito judicial comparte esta inquietud y aporta datos escalofriantes: un disparo de un Kalashnikov puede alcanzar un objetivo a dos kilómetros en tensión libre, pero con una inclinación de 45 grados puede recorrer hasta los 8.000 metros. De ahí que uno de los proyectiles disparados al aire en la refriega ocurrida en las Tres Mil acabara en pleno centro de Sevilla. Y los chalecos que usan policías y guardias civiles no sirven como protección. Ni siquiera aguantan los que llevan los militares.

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Un Kalashnikov se puede comprar por 600 euros, cuando antes costaba entre 5.000 y 6.000

«Esto se va a endurecer»

La pregunta es cómo llega un fusil de asalto, con capacidad para efectuar una ráfaga de disparos en segundos, a un barrio humilde de una ciudad española. El perito judicial está convencido de que proceden de la región del Sahel, de países como Mauritania, Malí, Níger o Chad, y que entran por el sur de la Península ocultos entre los fardos de hachís o cocaína como parte del alijo. «Donde está la droga, están las armas», resume Jiménez Planelles.

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El criminólogo experto en balística advierte de que todo esto es un «preludio de lo que está por llegar» y pone los ejemplos de Holanda, Bélgica o los países nórdicos, que asisten a una escalada de violencia por el narcotráfico. «Esto se va a endurecer, en nuestro entorno ya está pasando», concluye. Las Fuerzas de Seguridad también temen que las armas utilizadas en conflictos como los de Oriente Próximo o Ucrania acaben en el mercado negro, como ya ocurrió en los Balcanes.

Un agente señala las marcas de bala en una puerta blindada. EFE

Agentes antidroga y antimafia coinciden en un punto de inflexión que cambió el paradigma del crimen organizado: los vuelcos, los robos entre narcos. Y la palabra que más repiten es «respeto», o más bien la pérdida del mismo. «No podemos engañarnos», explica un mando policial. «Los narcos actúan como empresarios: su fin último no es otro que ganar dinero, y si le quitan la mercancía a otro, el beneficio es máximo. Eso provoca que unos necesiten armarse para sustraer la droga y los otros, para defenderla».

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El aumento de la conflictividad ha roto el equilibrio entre bandas y clanes. «Se ha perdido toda clase de ética en el narcotráfico. Ahora manda el más fuerte», señala un agente. La figura de los patriarcas, a los que la propia policía recurría para poner paz en sus enfrentamientos, ya no tiene el mismo peso en las negociaciones, «hasta el punto de que hemos tenido que dar algún puñetazo encima de la mesa porque se iban a matar en la propia reunión», apunta un agente que ha asistido a algunos de estos encuentros.

Cambio de perfil

Los autores de los últimos tiroteos registrados en barrios conflictivos tienen entre 15 y 25 años

Y las armas, las de guerra, no están en manos de los negociadores ni de los más templados del clan, sino de las generaciones más jóvenes, chavales de sangre caliente y gatillo fácil. «En los tiroteos que estamos investigando en los barrios nos encontramos con que los autores tienen entre 15 y, como mucho, 25 años», apostilla un responsable policial. No suelen disparar a matar y, cuando lo hacen, existe más un componente más emocional que de negocio. «Se ha estandarizado -razona el mismo agente- disparar una ráfaga contra una fachada para amedrentar. No existe el miedo». Y sí la sensación de impunidad.

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En las Tres Mil Viviendas o el Torrejón circulan vídeos de sus 'hazañas', como el que colgó un joven hace sólo unos días, en el que se escucha decir: «¡Mirad, gente, el AK que me han traído mis colegas para resguardarlo! ¡Hieeerro!».

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