El año convulso que sí conjuga el verbo dimitir

Cuatro meses más tarde, en julio, dimitía la entonces fiscal general del Estado, Dolores Delgado, quien esgrimió motivos de salud al haberse sometido en abril a una intervención severa en la columna vertebral. Fiscal de carrera, Delgado había llegado al Ministerio Público en febrero de 2020 desde el Ministerio de Justicia al que le aupó Sánchez; un movimiento que desató fuertes críticas al Gobierno y que disgustó a buena parte de la carrera judicial. Su periodo no ha estado exento de polémicas, siendo su política de nombramientos el aspecto que mayor cuestionamiento le ha granjeado.

El hasta hace tres semanas presidente del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), Carlos Lesmes, dimitió el lunes 10 de octubre tras haberlo anunciado en un inusual vídeo la noche del día anterior. El pleno extraordinario del CGPJ eligió días después como sustituto interino al progresista Rafael Mozo –contra el criterio de Lesmes–, mientras que en el Supremo quien ha cogido las riendas ha sido el presidente de Sala más antiguo, Francisco Marín Castán. La idea del presidente dimitido pasaba por que Marín Castán fuese también quien presidiese el CGPJ y evitar la bicefalia, pero el enfado de los vocales –que finalmente eligieron a Mozo al considerar, entre otras cosas, que no era tarea de Lesmes elegir al sucesor–, lo imposibilitó.

María Fernández de la Vega, por su parte, ha sido el último cargo que en dimitir por ahora de un puesto de alta responsabilidad institucional. La que fuese vicepresidenta del Gobierno en el mandato de José Luis Rodríguez Zapatero se había convertido en 2018 en la primera mujer en presidir el órgano consultivo. De la Vega renuncia al dar por cumplido su compromiso con Sánchez y manteniéndose como consejera vitalicia.

Así, tres instituciones del Estado han tenido que hacer frente a las marcha de sus máximas autoridades. Pero la lista es más amplia aún si atendemos a los cargos partidistas. La exvicesecretaria general del PSOE Adriana Lastra dimitió en julio argumentando que necesitaba «tranquilidad y reposo» por «su embarazo de alto riesgo». Macarena Olona, por su parte, renunció a sus asientos en Vox alegando también motivos de salud tras el batacazo como candidata a la Junta de Andalucía. Apenas un mes después volvió a la carga y pidió reunirse con el líder de la formación derechista para valorar una eventual reincorporación. Algo que no se produjo y que provocó el inicio de las hostilidades entre una y otro.

Luis Garicano, ex de Ciudadanos, es otra de las bajas en la esfera política. Con su marcha, en plena crisis de identidad y futuro, la formación naranja ha perdido a uno de los pocos dirigentes que quedaban de los orígenes bajo el liderazgo de Albert Rivera.