Pedro Sánchez, Nadia Calviño y Yolanda Díaz en el Congreso. EFE

Paseo por el precipicio

ENTRE LÍNEAS ·

El pacto sobre las pensiones es un éxito del Gobierno, pero llega en un contexto de fuerte desgaste

Alberto Surio

Domingo, 12 de marzo 2023, 01:19

La división de la movilización feminista del 8 de marzo en Madrid –frente a la unidad predominante en las convocatorias del resto de España– ha introducido un serio rejón en el Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos. No termina por hundirlo, porque la alternativa de ... la ruptura de la entente pone directamente la alfombra roja para que el PP regrese al poder, pero lo debilita en un cuadro en el que la izquierda se va a ver obligada a efectuar movimientos más ambiciosos si quiere conservar el Gobierno y salir de la espiral agónica en la que se encuentra. Sánchez ha dicho lacónico: «Tema zanjado, miremos adelante». Y, aunque es especialista en darle la vuelta a situaciones muy complicadas, se enfrenta a un serio problema de desmovilización y desencanto en una parte del electorado del centroizquierda que le obliga a ser muy eficaz en los próximos meses.

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De entrada, el acuerdo alcanzado por el ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá, con Unidas Podemos y con las autoridades europeas sobre la reforma del sistema de pensiones constituye un indudable éxito para el Gobierno de España. Es, casi, la cuadratura del círculo, que meterá presión al PP, a los empresarios y a los sindicatos a la hora de no distanciarse demasiado de la foto del pacto. El caso español puede convertirse en un paradigma de sensatez ante situaciones como las que se vive en Francia, con un grado de irritación en las reivindicaciones que evocan al fenómeno de los chalecos amarillos.

Si la ley de libertad sexual es el anverso, la reforma de las pensiones se convierte en el reverso que proporciona aún discurso a la coalición, a pesar del grave desencuentro por la ley del 'solo sí es sí', por la exhibición un tanto impúdica de diferencias, que hace daño a los dos socios. Bajo la premisa cierta de que PSOE y Unidas Podemos son dos partidos muy diferentes, el problema de la coalición progresista es que esta disparidad acentúa una debilidad del relato ideológico que sustenta la gestión del Gobierno.

En este contexto sería importante saber si la ley de vivienda puede incorporarse al activo del Ejecutivo o si se mantiene el hacha de guerra entre los dos socios. Entre el debe del Gobierno, la falta de un apoyo mayoritario a la ley de Seguridad Ciudadana. El decantamiento del PNV con su aliado socialista va a ser insuficiente para que la Cámara dé luz verde a una reforma de la 'ley mordaza' que se había convertido en uno de los objetivos del gabinete de Sánchez pero que se ha topado, entre otros factores, con la beligerancia sindical de amplios sectores de las fuerzas de seguridad.

En todo caso, el exceso de ruido y la cacofonía siguen siendo uno de los mayores problemas que tiene la izquierda para separar la paja del grano y ofrecer un relato atractivo y sugerente que movilice a su electorado. Ya que agitar el espantajo de «que viene Vox» solo favorece al PP, el Gobierno necesita ofrecer un marco que movilice a sus votantes en torno a sus nuevos logros sociales. No lo tiene nada fácil, porque el cuadro inflacionista de precios y la incertumbre económica general complican de forma extraordinaria su margen de maniobra. Por muchas medidas de contención que se apliquen, los precios de la cesta de la compra por las nubes se llevan por delante a cualquier Gobierno democrático del mundo por mucho que se haya apaciguado el conflicto catalán y se hayan movilizado un volumen de recursos públicos sin precedentes para atender a los sectores más damnificados por la desigualdad.

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En esta escenario la moción de censura de Vox va convertirse en uno de los fenómenos más extraños de los últimos tiempos por el perfil del proponente que rompe etiquetas previsibles al provenir del Partido Comunista de España, pieza esencial en el antifranquismo. Lo lamentable es que sea al final la extrema derecha la que pueda rentabilizar la crisis del sistema institucional. Cuando los ciudadanos ven que los problemas son un problema mayor que la corrupción es que algo falla en el fondo. Es una amenaza con la que no cabe ningún tipo de banalización. Está en juego nuestro modelo de convivencia que tanto ha costado asentar en este país. Y eso sí que son palabras mayores.

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