El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo (de espaldas), interpela en el Congreso al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. E. P.
Opinión

Palabras como puños

Entre líneas ·

El PP está atrapado en un bucle: su estrategia para 'vaciar' a Vox dinamita a su vez los puentes con la periferia nacionalista

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 20 de octubre 2024, 00:38

Aitor Esteban dejaba caer el viernes que algo se está moviendo en el denominado bloque de la investidura y que ve más cerca la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado que hace un mes. El pronóstico se sustenta en el Ejecutivo se ha puesto ... manos a la obra e intenta por tierra, mar y aire reactivar una negociación que posibilite las Cuentas públicas. Su aprobación permitiría en la práctica llenar el depósito de gasolina para lo que queda de legislatura, aunque si algo va a continuar es la sensación de vaivenes y de inestabilidad.

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Primer dato de este escenario tan versátil: Sánchez ha vuelto a hablar con Junts, a pesar del tono de permanente desafío del partido de Carles Puigdemont. Lo sigue haciendo con EH Bildu, ha reanudado su diálogo con el PNV y lo va a hacer en los próximos días con ERC. Conclusión: el bloque periférico sigue anclado más o menos a la órbita de Sánchez, que ahora depende más que nunca del voto de José Luis Ábalos.

Segunda conclusión: es verdad que al Gobierno se le amontonan los frentes y que algunos de ellos se están enredando. Veremos si el caso de Begoña Gómez -sobre todo tras la decisión de la justicia de Madrid de tumbar la querella del presidente contra el juez instructor, Juan Carlos Peinado- termina al final archivado o complicando las cosas a la Moncloa. El asunto se está envenenando -como todo se envenena en este país- y lleva incluso al propio Ejecutivo a enarbolar una denuncia de politización del sector conservador de la justicia, que se habría convertido en el ariete más beligerante de la oposición para tumbar a la coalición 'progresista' y llegar al Gobierno.

Tercera variable: el 'caso Koldo-Abalos' es de una gravedad extraordinaria. Es verdad que el PSOE reaccionó con rapidez cuando estalló el escándalo, abriendo un expediente disciplinario contra el diputado levantino. Pero las revelaciones pueden ser un bomba de relojería si van más lejos. Veremos si el volcado de todas las conversaciones recogidas en el sumario abren nuevas líneas de investigación o no. Pero las explicaciones siguen siendo muy necesarias. En todo caso, no se entiende que la respuesta del PP, en vez de centrarse en los hechos conocidos, se convierta en una querella estrambótica que gira sobre una supuesta financiación ilegal del PSOE a partir de lo dicho por un entrevistado sin identificar en un medio digital. Resulta una torpeza inédita que solo puede entenderse en una estrategia de ansiedad en la que se ha envuelto Alberto Núñez Feijóo. Utilizar todos los medios a su alcance, como reconoció su portavoz parlamentario, Miguel Tellado, para sacar a Sánchez del poder.

En este contexto, y con la exigencia de la dimisión del fiscal general del Estado como guinda de la semana, las palabras de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, llamando al Gobierno «mafioso» y «tirano» entran en un territorio de agresividad verbal muy peligroso. Le podrá ir bien para movilizar a toda la derecha y desgastar electoralmente a Vox, pero el precio que paga la convivencia en España va a ser demasiado alto. Nos retrotrae a aquel libro sobre la retórica guerracivilista que se adueñó por completo de la política española en las Cortes de la Segunda República. Un manual sobre la intransigencia que debiera ser de lectura obligatoria para que la historia no vuelva a repetirse más.

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Esta deriva en la que navega hace demasiado tiempo la polarizada política española confirma la idea de que la periferia se ha alejado más del PP en los últimos años. El centroderecha solo podrá volver algún día al poder si vacía electoralmente a Vox -algo muy difícil teniendo en cuenta los vientos extremistas y populistas que soplan en el mundo cada vez con más fuerza y erosionan los partidos tradicionales del sistema- o si empieza a reconstruir los puentes con la periferia nacionalista. Es decir, con el PNV y Junts. No darse cuenta de ello es negar el principio de realidad.

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