Manifestantes frente a la sede del PSOE en la calle Ferraz de Madrid. EFE

Palabras como puños

ENTRE LÍNEAS ·

Hay que diferenciar más que nunca la legítima protesta de la intolerancia ultra y antisistema que empieza a aflorar

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 12 de noviembre 2023, 02:19

La investidura de Pedro Sánchez saldrá al final adelante gracias a la mayoría de partidos de izquierda y nacionalistas en medio de una grave crisis y de un ruido estrepitoso que impide distinguir las voces de los ecos de los que hablara Antonio Machado. El ... respaldo final de los regionalistas canarios introduce una cuña interesante de transversalidad que no debe despreciarse. Pero resulta obvio que la clave que hace posible el acuerdo va a ser la nueva ley de amnistía, una iniciativa que ha suscitado una enorme controversia social y política y una peligrosa brecha, un choque que no tiene precedentes y que exige un ejercicio colectivo de responsabilidad para parar una deriva perniciosa.

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Sánchez paga un precio elevado y tropieza con un limitado margen de maniobra a la hora de ofrecer un relato. ¿Se rompe España con el acuerdo? Evidentemente no, incluso cabe argumentar que se produce una reorientación del soberanismo catalán y se aparca la vía unilateral más allá de las alusiones al 'lawfare' que nunca deberían haber sido mencionadas. Pero se percibe una sensación de humillación que en política es un combustible emocional rentable. Las dos partes ganan tiempo pero dejan serios daños colaterales.

Una paradoja emerge con fuerza. El Estado corre el riesgo de debilitarse con la actual división política. La falta de unidad estratégica entre el PSOE y el PP engorda la deslegitimación del Estado democrático que buscan los partidos secesionistas hace tiempo. A la vez seguimos sometidos a una hiperventilación permanente que desfigura el debate y lo convierte en un duro intercambio de brochazos gruesos en los que gana la simplificación y el maniqueísmo. La tormenta perfecta que sirve a los extremistas, tanto a los independentistas como a los ultranacionalistas de Vox y a los populistas de ultraderecha que estos días se dedican a tomar las calles.

La polarización política en España ha entrado en una deriva muy peligrosa que alguien debería parar. El derecho a la movilización y a la manifestación es un ejercicio natural y legítimo en una sociedad democrática. El PP, como principal partido de la oposición, está en su perfecto derecho en convocar manifestaciones legales y ordenadas en contra de la ley de amnistía, a pesar de que aún no conozca su alcance real Para muchos españoles, la medida de gracia es una cesión vergonzosa a la presión de los independentistas. Otra parte de la sociedad no lo ve así y hay muchos también que tienen serias dudas pero que, en todo caso, no les gusta nada el color que están cogiendo las cosas. El noble objetivo de buscar la concordia en Cataluña, de cerrar la herida que se produjo en la convivencia en 2017, se ve neutralizado con la discordia que genera en el resto de España.

Pero una cosa es esta expresión natural de protesta democrática y otra la exhibición ultra que una parte de los manifestantes de los últimos días están mostrando con soflamas fascistas, gritos contra los homosexuales, contra el Rey, contra los periodistas, contra la Constitución y contra los musulmanes. Intolerancia de manual. Y con un acoso hacia el PSOE, sus sedes y sus militantes, que pasa una línea roja clara. La ultraderecha trumpista se envalentona y hace flaco favor al PP con este mensaje, porque de paso envenena la reivindicación contra la amnistía. Se trata, en el fondo, de una baza política que Pedro Sánchez va a saber aprovechar. Alimentar el discurso de que España entra en una dictadura por la puerta de atrás, como ha hecho la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, además de ser una falacia, es una deriva que proporciona un caldo de cultivo perverso y que recuerda los peores episodios de radicalización retórica de la historia de España.

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Las palabras nunca son inocuas y pueden resultar nocivas a la hora de tejer la convivencia. La España ultra representa un retroceso sorprendente a estas alturas del partido. El PP no puede dar ni un gramo de cobertura a estos discursos porque van a terminar por devorarlo.

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