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Los 'cinco días de abril' van a tener un lugar relevante en la historia de esta legislatura. Pedro Sánchez ha exhibido sus fortalezas y debilidades y todos le han tomado la medida. La crisis nos deja unas cuantas lecciones. Una es que a partir de ... ahora también habrá que tener en cuenta un poco más las emociones en muchas decisiones que pensamos que están aisladas pero que forman parte del guion. Nos podrá gustar o no el final anunciado por su protagonista. Incluso podremos pensar que la calculadora está detrás de cualquier gesto. Y si tiene un efecto en Cataluña, puede que sea más bumerán que a favor.
Sin embargo, todo círcula muy rápido sin tiempo a que se asienten las cosas y sin que maduren los movimientos. En esta sociedad un sentimiento tiene infinitamente más potencia que una idea para tocar la fibra. Sabemos que en Cataluña se juega el futuro después de 15 años de vaivenes y una serie de despropósitos que no arrancan solo con el referéndum de 2017, convertido en un desafío al Estado constitucional pero que hubiera necesitado muchísima más inteligencia política para desactivar algunas minas de profundidad. El presidente del Gobierno ha puesto todos los huevos en la misma cesta y en una semana sabremos si ha resultado acertado. O sale victorioso o se cae con el invento.
Hay que reconocer que se trata de una operación de alto riesgo que culminaría un proceso que se inició con los indultos. No tiene por qué salir mal, pero hay razones para ser muy cautos porque se cruzan variables contradictorias. Hay que reconocer que lo que se vislumbra el domingo es si Cataluña apuesta por la 'reconstrucción', por pasar la página del procés y abrir una época de encuentro con el resto de España, o la 'restitución' del president que fue inhabilitado por la aplicación del artículo 155 de la Constitucion. En esa lógica se visualiza un pulso entre Salvador Illa y su proyecto transversal de entendimiento con España y Carles Puigdemont y su empeño a 'volver a empezar'. Illa se convierte en una especie de 'pastor' espiritual que predica el amor que sana las heridas y el perdón universal. Y Puigdemont en el líder que busca la redención del pueblo con una causa que considera injustamente perseguida. Son dos visiones casi evengélicas que tienen sus seguidores y han logrado polarizar a la sociedad catalana. En el fondo, la cuestión de los afectos y las emociones. Pero no solo en el bloque independentista. También la Cataluña con lazos con otros pueblos de España se va a movilizar en este envite. Porque estamos, salvando las distancias, ante un implícito referéndum de autodeterminación.
Esta es la disputa. Otra cosa es que los vetos cruzados que exhiben los partidos complican las posibilidades de pactos y hagan la gobernabilidad de Cataluña un plato muy sofisticado. Incluso tanto que algunos ya especulan con la posibilidad de unas nuevas elecciones obligadas por la imposibilidad de trenzar acuerdos. Todo es posible. Hasta el disparate. Que, además de la 'restitucion' o de la 'reconstrucción', algunos reclaman la 'desconstrucción' social de Cataluña, una sociedad muy diversa y compleja en la que las visiones esencialistas y más tradicionalistas están condenadas al fracaso por falta de empuje social y en la que habrá que buscar soluciones intermedias, híbridas y mestizas.
Sánchez se juega la legislatura. No hay ninguna seguridad de que la apuesta le salga bien. Pero tampoco de que fracase. Más aún, si logra que Illa sea primera fuerza con claridad y si consigue quitar a mayoría absoluta a los independentistas, y desactivar así a Puigdemont, habrá conseguido un logro histórico. No es descartable que la presencia de los partidos de ultraderecha catalana (Alliança Catalana) y Vox compliquen las cosas a la hora de formar mayorías, sobre todo a los nacionalistas, si de esos votos ultras depende la mayoría absoluta. Todo está abierto pero en unos días puede cambiar drásticamente el paisaje político y lo que ayer parecía sencillamente inviable ya no lo es.
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