Una catástrofe que rompe el guion
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En circunstancias extremas la tregua en la refriega política es una exigencia moral y una razón de EstadoLa DANA ha traído la desolación a diferentes comunidades y pueblos de España y se ha cebado en Valencia. La devastación y la muerte se han convertido en los protagonistas indiscutibles. Muchas personas han perdido la vida, otras tantas siguen desaparecidas. Los rescates están siendo ... muy complicados, los daños son muy cuantiosos y van a requerir ingentes recursos económicos para paliar los efectos catastróficos de esta riada. De entrada, solo cabe poner el foco en la solidaridad con la gente afectada y el esfuerzo de tanta ciudadanía y de tantos trabajadores públicos que se han movilizado. Sin embargo, a la conmoción le acompaña la indignación y muchas preguntas que siguen sin respuesta. Los primeros chispazos de polémica política ya se han encendido y se atisba una bronca de campeonato sobre la exigencia de responsabilidades.
Resulta obsceno que cuando los cadáveres aún se agolpan en los tanatorios, cuando el duelo solo ha empezado, cuando todavía no se sabe a ciencia cierta el número de desaparecidos y de fallecidos, la política vuelva a la greña. Es difícil de entender algunos comportamientos. Porque no es todavía el momento de buscar culpables sino de salvar a los vivos y de hallar a los muertos. Y es el momento en el que el Estado tiene que desplegar toda su fuerza, actuando con celeridad y con mucha rapidez. Ya llegará la oportunidad de comprobar dónde han radicado los fallos en la prevención y en la transmisión de la información. Ya habrá oportunidad de debatir si el Govern valenciano actuó con retraso en la comunicación de la alerta meteorológica, unas horas que pudieron ser decisivas. O para extraer lecciones de cara al futuro. Por eso, si las palabras de Alberto Núñez Feijóo, frente a un presidente de la Generalitat que acertó en su tono institucional, buscaban sobre todo la erosión de Sanchez, se equivocó de día.
La catástrofe de la Comunidad Valenciana debiera encender las luces de alarma en la política española, en la medida en la que el deterioro de los umbrales de convivencia ha deteriorado sensiblemente todos los diques de contención. Incluso pese a la ferocidad de la lucha política son momentos en los que la tregua es una razón de Estado. En coyunturas extremas, la ciudadanía agradece el sentido de la unidad. Y si hay diferencias, se ventilan dentro, pero en el mismo barco. Es el momento de demostrar la solidaridad entre los ciudadanos y la coordinación entre todas las instituciones y administraciones.
Veremos si la política está a la altura de las circunstancias o no. Más allá de los reproches al presidente valenciano, Carlos Mazón, sobre su tardanza ante las alertas de la Aemet, el debate no puede desmoralizar más a la sociedad. Si el PP tiene la tentación de utilizar este asunto como ariete de desgaste del Ejecutivo de Pedro Sánchez se metería en un jardín. Porque su gestión en la Comunidad valenciana le abre un boquete serio de críticas. Ya habrá tiempo para que los políticos se saquen los ojos en exigencia de responsabilidades. Aunque en un principio el PP parece que no va a hacer 'sangre' por la cuenta que le trae, no es descartable una nueva vuelta de tuerca de Feijóo para endurecer su oposición tras esta desgracia.
La legislatura avanza, por decir algo, a trompicones. El último escándalo sobre Íñigo Errejón afecta de lleno a la causa moral de la izquierda después de las denuncias contra sus conductas machistas y sus supuestas agresiones. La controversia debiera servir para iniciar una profunda catarsis en las relaciones entre los hombres y el feminismo, pero a corto plazo va a alimentar la ola reaccionaria. Veremos si los resultados de las elecciones de EE UU contribuyen a esclarecer el escenario o a que el tono apocalíptico se haga dueño y señor de la escena.
La crisis de Sumar es letal en este contexto tan volátil e incierto y solo cabe que la recomposición del 'espacio' que alimentan tanto IU como Podemos sirva para salvar los restos del naufragio.
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