El año de la discordia
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La descarnada polarización instalada hace tiempo en la política española enquista los problemas, enciende las pasiones y alimenta a los sectores más radicalesLa moción de censura contra la alcaldesa de UPN en Pamplona y la elección de un alcalde de EH Bildu con el apoyo del Partido Socialista ha marcado un punto de inflexión en la política española cuyas consecuencias aún son difíciles de prever. El año ... se cierra con esta operación municipal de alto riesgo, que compromete, además, la estrategia de los socialistas vascos en las próximas elecciones autonómicas en las que Eneko Andueza ha dado su palabra de que no hará lehendakari a ningún candidato de la izquierda independentista. Unos comicios en los que el PNV siente también por primera vez el fuerte empuje de una EH Bildu que juega abiertamente la carta del relevo generacional. Eso sí, mientras no condene el terrorismo de ETA tiene pendiente aprobar una asignatura pendiente de primero de democracia.
El movimiento en Navarra ha reabierto la caja de Pandora, aunque en realidad la polarización está instalada hace tiempo en el escenario. El acuerdo entre la izquierda y los partidos soberanistas, por un lado, y las ententes en ayuntamientos y autonomías entre el PP y Vox, dibujan un mapa endiablado en que es casi imposible trenzar entendimientos mínimos. El pacto para la reforma del artículo 49 de la Constitución y la posibilidad de un desbloqueo de la renovación del Consejo General del Poder Judicial se antojan como las únicas luces en el túnel del atrincheramiento de posiciones. El radicalismo de los bloques enfrentados solo enquista los problemas.
En realidad, la dinámica actual es el resultado del mapa político surgido de las elecciones de julio, que dejaron al PP y a Vox sin suficiente margen para tener una mayoría con la que poder gobernar. La opción alternativa, un Ejecutivo de coalición de izquierdas con el respaldo de todo el arco soberanista, ha traído como consecuencia una ley de Amnistía que va a enconar a lo largo de 2024 un debate que amenaza con agravar el ya serio desgaste que sufre la política.
En todo caso, la esperanza de Sánchez es que la legislatura sea viable sobre una garantía: el rechazo de todo el bloque progresista a cualquier fórmula que pueda depender de Vox es tan drástico que el margen del presidente siempre será más amplio que las posibilidades de Alberto Núñez Feiijóo. Aunque eso suponga pagar un precio bastante elevado a la hora de hacer de la necesidad virtud.
Sánchez intentará que la fórmula le salga bien, lo que es francamente difícil aunque no imposible. La elección de Carlos Cuerpo, secretario general del Tesoro, como nuevo ministro de Economía, dibuja un sesgo continuista y europeísta. La estrategia de Sánchez intentará combinar la seriedad económica con un potente discurso social con el que se quiere envolver de cara a unas elecciones europeas en las que jugará la tecla socialdemócrata para desafiar a las opciones conservadores y, sobre todo, a las que apuestan por un entendimeinto entre la derecha tradicional y el emergente populismo ultra.
Sánchez tendrá más margen de maniobra si el PP no logra realmente asentar su autonomía de vuelo, pero Alberto Núñez Feijóo está atrapado por una flagrante contradiccion de base. Por un lado, necesita recuperar los votos de Vox, que no olvidemos que nace como escisión de los populares. Y para ello flirtea con sus discursos, con la inestimable ayuda de Isabel Díaz Ayuso, que juega en el eficaz registro emocional de la 'guerra cultural' contra la izquierda. Le pùede resultar rentable en cierta sociología de la Comunidad de Madrid pero, a la vez, puede ser una baza ideológica movilizadora de sus adversarios.
El devenir de la legislatura va a depender también de la actitud de los nacionalistas, que han interpretado que la debilidad del Ejecutivo central abre una oportunidad real para lograr una parte de sus objetivos. Si la rivalidad entre Junts y Esquerra Republicana les lleva a una hiperventilación en torno a su exigencia de derecho de autodetermimnación –una reivindicación que excluye la Constitución– la legislatura va a entrar en una vía muerta. Los nacionalistas vascos, tanto el PNV como EH Bildu, lo tienen asumido mejor que los catalanes, aun enfrascados en un pulso por la hegemonía y demasiado condicionados por los elementos más viscerales e inmaduros del espectro independentista.
En este contexto, el flanco más vulnerable se sitúa a la izquierda del PSOE. El divorcio entre Sumar y Podemos proyecta un horizonte cargado de interrogantes. Las palabras de Pablo Iglesias, pidiendo el voto al BNG en las elecciones gallegas, constituyen una carga de profundidad contra el proyecto de Yolanda Díaz. Y el conflicto surgido entre Sumar y el PSOE a cuenta del nombramiento del Instituto de la Mujer en el Ministerio de Igualdad vuelve a reproducir un cisma interno en el movimiento feminista a partir del debate y la aprobación de la ley Trans. La fragilidad de ese espacio a la izquierda de la socialdemocracia tradicional deja claro que el problema de los aliados no lo tiene, ciertamente, solo el PP con Vox sino también los socialisaas con sus socios.
Los conflictos a la izquierda del PSOE revelan el flanco más vulnerable del Gobierno de coalición
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