Paula De las Heras
Domingo, 21 de mayo 2017, 07:59
Nada ha salido como esperaban Patxi López y su equipo cuando el pasado mes de enero, nada más ponerse fecha al 39º Congreso federal del PSOE, anunciaron su candidatura. El exlehendakari saltó al ruedo convencido de que su perfil y su transversalidad le ayudarían a ... abrirse paso en un clima de extrema polarización. Estuvo con Pedro Sánchez hasta su caída, el 1 de octubre, pero los barones veían en él a alguien con su cultura de partido, capaz de hablar su mismo lenguaje pese a las discrepancias. Eso hizo creer a sus partidarios que atraerían a todo aquel dispuesto a anteponer el sentido común a las vísceras.
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«Esto no son unas eleccciones generales, aquí quienes votan son los militantes y a los militantes les preocupa cómo quede el partido el día después», decían los suyos. Cuatro meses después, se han topado con una realidad bien distinta. Para empezar, lejos de disuadir a Sánchez de intentar recuperar la batuta perdida, como esperaban, la decisión de López de dar un paso al frente sólo sirvió para sacarlo del bajón anímico en el que llevaba sumido desde que se vio obligado a abandonar su escaño en el Congreso. Envalentonado ante lo que vivió como una «traición» de sus más próximos -su secretario de Organización, César Luena o los responsables de sus dos últimas campañas elecorales, Óscar López y Rodolfo Ares- decidió luchar por lo que considera su tesoro usurpado.
Con la entrega de avales, quedó claro que el mensaje pacificador de López ha caído en saco roto. El equipo del vasco abordó esa primera fase de las primarias como el trámite que supuestamente es y se limitaron a presentar poco más de las firmas necesarias para pasar el corte que le habilita como aspirante a la Secretaría General. O no supieron entender o no pudieron hacer frente al hecho de que, dado el calentón en el que vive el partido, estaban ante una primera vuelta que los ha arrojado a la cuneta. Sus 10.866 avales palidecen frente a los 59.390 de Susana Díaz y los 53.117 de Sánchez.
Siguió clamando en el desierto que es el único que puede impedir el «suicidio» del PSOE, pero hay un ruido demasiado atronador.
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