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Melchor Sáiz-Pardo
Miércoles, 15 de marzo 2017, 17:52
Cuatro hermanos marroquíes residentes en España desde 2000 y los cuatro miembros activos del Estado Islámico. Los servicios antiterroristas de la Guardia Civil este miércoles detuvieron al último de la saga tangerina de El Jelaly que quedaba en libertad, Mohamed, de 43 años. En julio ... del pasado año, los agentes del instituto armado habían capturado a dos de sus hermanos menores, Abdelhak y Omar, de 33 y 22 años.
Los tres se dedicaban a la financiación de las redes del Dáesh y al envío de dinero, siempre en pequeñas cantidades, al autodenominado Califato para que los terroristas siguieran sufragando los viajes de nuevos muyahidines a la tierra prometida. El trabajo de los tres detenidos -apuntan fuentes de la lucha antiterrorista- era una suerte de homenaje a Bachir, el cuarto de los hermanos que falleció combatiendo en Palmira, Siria, en algún momento de finales de 2015.
Bachir, un exconductor de autobuses y exempleado de gasolinera, emigró al califato en febrero de 2015 con su mujer y sus dos hijos menores tras vender que la carnicería halal que el clan había regentado en la localidad de Arbúcies (también en Gerona) durante años. Su muerte -explican estas mismas fuentes- le había convertido a ojos de sus hermanos en un mártir, cuya memoria se dedicaban a honrar financiando -a veces con su propio dinero- a sus compañeros de armas en el Califato.
Mohamed, capturado en la localidad de Santa Coloma de Farners donde vivía con su mujer y su tres hijos de entre cinco y ocho años, se había hecho con el control de la red de financiación del Dáesh cuando sus hermanos Abdelhak y Omar fueron enviados el pasado verano a la cárcel; el primero, acusado de pertenencia a organización terrorista y el segundo, como financiador del Estado Islámico. Hasta entonces -explican los operativos- Mohamed no había estado directamente implicado en el envío de remesas que preparaba fundamentalmente Omar.
Sin embargo, para Mohamed era una cuestión de honor seguir con la labor de Omar. En su memoria seguía la imagen de mártir de Bachir. La misma imagen que había llevado a Abdelhak, un exsoldador y profesor de kickboxing, a preparar un viaje a Siria con sus dos hijas que solo su detención abortó en el último momento. Su mujer, española, ya para entonces quería separarse, a la vista de la radicalización de su marido.
La primera saga de yihadistas de España nunca había llamado la atención de sus vecinos de Santa Coloma de Farners ni de la cercana localidad de Arbúcies, donde también vivieron unos años. Los cuatro y sus familias- estaban aparentemente integrados en sus municipios. Hablaban perfectamente castellano y catalán, sus hijos estaban escolarizados y los detenidos solían participar en las actividades sociales de los dos pueblos. Sus fotos en las redes sociales eran de los más normales.
Pero la realidad era otra. Mohamed, un pintor de brocha gorda y aparentemente distanciado de la radicalidad de sus hermanos, incluso enviaba parte de su exiguo sueldo a Siria. Sus movimientos eran monitorizados hace meses por los especialistas del CNI y de Europol, los mismos que en 2016 ya habían notado los continuos envíos de dinero de Abdelhak y Omar, a través de una vasta maraña de identidades falsas e intermediarios. Siempre cantidades inferiores a mil euros, para no levantar sospechas.
Tras la caída de Mohamed este miércoles, la saga El Jelaly no volverá a ayudar al Estado Islámico. Todos están en la cárcel o están muertos.
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