Mateo Balín
Lunes, 26 de diciembre 2016, 11:43
«Veía zonas pastosas que me excitan tanto y las prendí. Era mi yo malo. Seis aquí, siete aquí. Lo que la cabeza me decía. El fuego desahogaba mi ansiedad, calmaba mi frustración, como el drogadicto que tiene que consumir drogas. Estaba harto de la ... Guardia Civil, de Navas del Rey. Quería volver a Melilla, con mi familia, pero era difícil. El malestar solo se disipaba quemando el objeto de mi odio: el pasto, los árboles. No sé por qué, pero tenía que hacerlo».
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Con la misma frialdad con la que prendió 50 hectáreas que calcinaron, total o parcialmente, 16.189 encinas, enebros, olmos o cedros, el guardia civil Enrique Leal justificó así ante el tribunal de la Audiencia Provincial de Madrid su autoría en la campaña de veinte incendios que tuvo en vilo a tres municipios de la Comunidad de Madrid en julio de 2013.
Fueron dos semanas de angustia para los habitantes de Navas del Rey, Colmenar de Arroyo y Chapinería, pueblos de la llamada Sierra Oeste y la Cuenca de Guadarrama. Se trata de un paraje natural protegido integrado en la Red Natura 2000 por su alto valor ecológico en flora y fauna. Un ecosistema que vio cómo un mechero y la mano de un hombre enfermo y «frustrado» acabó con el 63% de la masa forestal del entorno, valorada en 76.526 euros. «Un auténtico atentado contra el medio ambiente», resumieron entonces los alcaldes.
Nacido en Melilla hace 33 años, Enrique Leal llevaba poco menos de un año destinado en el puesto de Navas del Rey, donde nunca se adaptó debido a la depresión que le perseguía desde el Ejército, cuando coincidió con aquel «sargento» que le «miraba mal» y le hacía la vida imposible.
Su trastorno complejo de personalidad le generaba un odio infinito, que solo calmaba con el alcohol y, en último caso, quemando el pasto forestal que rodeaba su entorno laboral; y el «hartazgo» de vivir en un pueblo serrano de 2.640 habitantes a 600 kilómetros de su Melilla natal. «Su plan era destruir aquello que le causaba malestar», resume la sentencia que le ha condenado a diez años y un día de prisión y a pagar una multa de 176.000 euros por los daños causados.
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Deriva pirómana
Para cumplir su deriva pirómana durante 17 días del verano de 2013, el agente Leal aprovechó su conocimiento del terreno, su condición de guardia civil, que le permitía actuar sin levantar sospechas, incluso pasar los controles sin ser detenido y estar al tanto de las vigilancias que se establecían. Aprovechó igualmente las idénticas circunstancias de altas temperaturas y escasa humedad, que posibilitaba la existencia de abundante pasto seco que representaba un combustible perfecto para «calmar» su ansiedad.
En un caso provocó un incendio con peligrosidad para la vida e integridad de las personas -la guardería infantil de Chapinería tuvo que ser evacuada con 19 niños y cuatro adultos en su interior-, en otros en parajes especialmente protegidos y con grave afectación de los recursos naturales.
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El hilo conductor es, en todo caso, ese deseo de liberar sus impulsos de quemar el pasto. De sentirse superior por tener el poder de hacer desplegar todos los medios antiincendios y verlos actuar «por su único y superior designio». Quedándose a contemplar el despliegue de medios desde la distancia. La medida de su poder se la daba el despliegue de bomberos, hidroaviones, helicópteros y agentes forestales, cuyo gasto a las arcas públicas se cuantificó en 79. 601euros. Pese a su anomalía psíquica, que le ha servido para aplicarle un atenuante parcial y reducir varios años su condena, su capacidad cognitiva no estaba del todo alterada para hacer lo que hizo, según los informes forenses.
Fue detenido el 1 de agosto de 2013 en su casa de Navas del Rey. Sus compañeros le investigaban desde el 22 de julio anterior, cuando después de que prender a las 8:30 de la mañana un paraje natural, quemando 98 metros cuadrados, dos agentes del Seprona de paisano le vieron a 300 metros de la columna de humo.
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«Se identificó. Nos dijo que estaba haciendo deporte, con los cascos puestos y que no sabía nada. Se subió a su Ford Focus y se fue. Sospechamos que no se ofreciera a ayudar», señalaron los testigos en el juicio. Enrique Leal aún cometería otros cuatro incendios más antes de ser arrestado y reconocer los hechos.
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