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En junio de 2010, la infanta Cristina, que aparece en la imagen con su marido y la infanta Elena, asistió a la boda de la princesa Victoria de Suecia.
La infanta desterrada

La infanta desterrada

Alfonso R. Aldeyturriaga

Sábado, 6 de febrero 2016, 07:42

«¿Quién es ese rubio?». Hasta que se topó de bruces con Iñaki Urdangarin, en los Juegos Olímpicos de Atlanta del 96, a la infanta Cristina no se le había conocido ninguna relación seria. Sí se había publicado que el hoy rey Alberto de los ... belgas llegó a pretenderla, también que la afición por la vela podría haber llegado a unir al príncipe Alberto de Mónaco con la hija menor de los reyes de España. Pero no. Ella no apuntó tal alto. Se conformó con un deportista de élite, reconocido y admirado. Vivieron un romance a escondidas. Dicen que fue ella quien tomó la iniciativa, que él dejó a su novia de años por doña Cristina. Barcelona fue testigo mudo, y cómplice, del inicio de una historia casi de cuento de hadas. La infanta 'catalana', como se la llegó a rebautizar desde que se instaló allí tras los Juegos de Barcelona, estaba decidida a casarse con este jugador de balonmano, vasco para más señas, que, por entonces, había invertido en un restaurante junto a un par de amigos. Doña Cristina tenía la aprobación del rey Juan Carlos, y también del pueblo llano. Eran años de vino y rosas, con un país en línea ascendente, por momentos de excesos, en los que la Monarquía no tenía tacha.

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