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J.A. MARRAHÍ
Domingo, 8 de noviembre 2015, 18:39
Una madre y su hija ensangrentadas y sin vida sobre el asfalto. Un carro de niño tumbado en la acera. Un pequeño de tres años desconcertado, corriendo solo por la calle. Perdido ante la sinrazón. Un día después de la masiva condena a la violencia ... de género en Madrid, la lacra volvió ayer a cobrarse la vida de dos mujeres.
En esta ocasión fue Lorenzo M. C., un maltratador de 40 años, quien disparó presuntamente a su compañera de 42 y a la madre de ésta, de unos 65. Según los testigos, lo hizo a bocajarro y en plena calle, en Llíria. Los hechos se produjeron sobre las cinco y media de la tarde, a la altura del número 24 de la calle Valencia de la capital de Camp de Turia. Al parecer, y según el testimonio de personas muy próximas a las víctimas, Lorenzo «acababa de regresar de Alicante con el pequeño de cuatro años». Fue a Llíria para entregárselo a su mujer, que vive allí con sus padres tras romper con el supuesto homicida «hace unos dos años».
No ha trascendido si se produjo alguna discusión durante ese encuentro de la pareja. «El nene pasaba algunas temporadas con su padre y otras con su madre», describen los familiares. Lo que parece cierto es que Lorenzo se aproximó a las víctimas con un monovolumen Renault Scenic de color verde. Según fuentes policiales, viajaba en compañía de otro hombre.
De acuerdo con las primeras reconstrucciones de los hechos a través del testimonio de testigos, el homicida disparó a muy corta distancia y luego huyó. Un vecino que presenció la escena desde su balcón llegó a hablar de una docena de tiros. Al cierre de esta edición, el Equipo de Criminalística de la Guardia Civil trataba de aclarar la cantidad de detonaciones y los impactos que sufrieron las víctimas. A juzgar por los casquillos recuperados todo apunta a que empleó un arma corta, un revólver o pistola.
La madre, de nombre Magdalena, quedó tendida en el paso de peatones. Su hija, Elvira M. T., yacía a pocos metros, en una esquina, bajo la entrada del taller Recambios Llíria. El pequeño salvó la vida y echó a correr sin rumbo fijo calle abajo hasta que fue auxiliado por algunos vecinos que dieron la voz de alarma. «El chiquillo iba como perdido. Parecía que estuviera solo por la calle. He acabado con el alma rota», describió un vecino que cuidó unos segundos del menor mientras la Policía Local y la Guardia Civil trataban de aclarar lo ocurrido en esos primeros minutos de gran confusión. «Le preguntaban los policías y estaba como en estado de shock, el pobre», describe Ana, una residente que presenció esa dolorosa escena. «Unos vecinos le tendieron una chaqueta para que no pasara frío y le dieron galletas».
En pocos minutos, la zona del homicidio se llenó de vecinos. Algunos tomaban el pulso a las dos mujeres para comprobar si había esperanza. Después llegó un equipo médico de urgencias. La de Elvira fue la primera muerte confirmada. Trataron de reanimar a Magdalena, que presentaba una herida sangrante en el pecho. Nada pudieron hacer. El caso quedaba ya en manos de la Guardia Civil.
Según fuentes municipales, el sospechoso huyó del lugar a pie, mientras que el hombre que le acompañaba hizo lo propio al volante del turismo. Las mismas fuentes indicaron que el vehículo fue abandonado y localizado posteriormente. Un gran dispositivo policial tomó las calles, accesos y carreteras próximas al pueblo. Al mismo tiempo, un precinto de unos 50 metros acotó la escena del crimen.
El sospechoso del doble crimen se entregó a la Guardia Civil en Llíria, cinco horas después de las dos muertes. Al parecer, se produjo una negociación entre su abogado y las fuerzas de seguridad que acabó con el arresto. En las próximas horas será interrogado por los agentes encargados del caso en la Comandancia de la Guardia Civil de Valencia.
Según los familiares de la víctima, la pareja llegó a convivir en Valencia, pero surgieron desavenencias y se produjo la ruptura. Un momento crítico para Elvira fue la paliza que recibió «hará un año». Siempre según la versión de los parientes, «ella denunció pero luego se retractó». Posiblemente derivó de ahí la orden de alejamiento a la que se refiere la familia y fuentes policiales. También aludieron a una posible protección por violencia de género, pero este punto no está confirmado por el Tribunal Superior de Justicia (TSJCV).
«La separación se hizo a la manera gitana», describió el familiar. «La pacificación fue de la familia de él y acordaron tener al niño cada uno, una semana sí otra no. Entonces ella se fue a vivir a Llíria con sus padres», detallaron los parientes de las víctimas.
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