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Mateo Balín
Viernes, 30 de octubre 2015, 10:10
Rosario Porto y Alfonso Basterra han sido declarados culpables del asesinato de su hija Asunta, ocurrido el 21 de septiembre de 2013 a las afueras de Santiago de Compostela. Tras cinco días de deliberaciones, el jurado popular ha sentenciado por unanimidad que los indicios que ... pesaban sobre ambos son suficientes para incriminarles. La culpabilidad de los acusados se ha dirimido por el mínimo de votos exigido por la ley, siete, un extremo que demuestra el debate habido entre los nueve miembros del tribunal no profesional.
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Con este veredicto y a la espera de que los argumentos del jurado popular sean trasladados a la sentencia, que será elaborada por el magistrado presidente Jorge Cid, Porto y Basterra se enfrentan a entre 18 y 20 años de prisión dependiendo del agravante de la alevosía. A esta pena se le restarán los más de dos años que los condenados han pasado en prisión preventiva a la espera del juicio. No obstante, estos cálculos serán definitivos cuando la sentencia sea firme, es decir, hasta que el Tribunal Supremo no resuelva los recursos de casación que presentarán presumiblemente los abogados defensores.
Para llegar a la culpabilidad de Porto y Basterra, el jurado popular ha llegado a la conclusión por unanimidad de que ambos "acordaron sedar y asesinar" a Asunta, de 12 años, desde que el 5 de julio de 2013 el padre comprara las cajas del ansiolítico Orfidal, el sedante que apareciera en el cuerpo de la niña de origen chino tras realizarle la autopsia, el 23 de septiembre siguiente. Se adquirieron, al menos, 125 pastillas en este periodo y en la autopsia se hallaron restos de 27, un dato concluyente para el jurado.
Del mismo modo, ha considerado probado que Basterra y Porto suministraron el sedante a la niña y que el 21 de septiembre, día del asesinato, los tres comieron en casa del primero y le dieron dosis masivas de este ansiolítico con la intención de acabar con la vida de Asunta. De forma posterior, y dentro del plan acordado, Porto llevó a su hija a la casa de Montouto, donde no se descarta que ambos y no solo la madre la asfixiaran por medio de la comprensión que le aplicaron sobre la boca y la nariz sin que la víctima pudiera defenderse.
A partir de esta secuencia, los indicios contra los acusados fueron cayendo como una gota en la vista oral hasta madurar la culpabilidad.
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