Desde el pasado año se han ido sucediendo operaciones policiales contra las redes de adoctrinamiento y captación de mujeres, en ocasiones adolescentes y niñas, para su incorporación a la organización terrorista del Estado Islámico (EI) y su posterior traslado a zonas de conflicto, Siria e ... Irak. Es evidente el peligro que ello representa para la seguridad colectiva, pero también para la individual de cada una de ellas. La última de estas investigaciones, desarrollada a caballo entre España y Marruecos, se ha saldado con la detención de diez personas, entre las que se encuentran dos chicas jóvenes.
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¿Qué buscan estas mujeres al dar el paso a la violencia? ¿Qué se les ofrece? ¿Qué métodos se utilizan para conseguir esa férrea y patógena adscripción ideológica?
Uno de los principales atractivos para las jóvenes ha sido la oferta de incorporarse en una suerte de «brigadas femeninas» del EI que desarrollarían funciones de «apoyo terrorista». En otros mensajes difundidos por la maquinaria mediática del EI, simplemente se les ofrece contraer matrimonio con un muyahidín idílico, valiente, atractivo físicamente y respetuoso, con el que vivirán en un Califato, también idealizado, en el que serán felices. Ese será su paraíso.
La realidad que les espera es otra bien distinta. Se desplazan a un infierno del que no hay vuelta atrás, donde la mayoría de ellas son sometidas a una verdadera situación de esclavitud, siendo entregadas a líderes intermedios del EI, donde en el mejor de los casos son obligadas a contraer matrimonio en contra de su voluntad, o, simplemente, sirven como sirvientas o esclavas sexuales.
La propaganda del EI está siendo segmentada y preparada específicamente para estas mujeres y jóvenes. Aprovechan sus debilidades, alimentan su fe con falsas y radicales argumentaciones religiosas. Pretenden dar sentido a unas vidas de desesperación por falta de futuro y por un entorno machista y opresor.
Desde una perspectiva histórica, el papel de la mujer en el fenómeno terrorista vinculado al yihadismo ha estado alejado de las actividades de primera línea, sus funciones se limitaban a proporcionar apoyo logístico como la preparación de alimentos y ropa para los combatientes, la difusión de propaganda para captar candidatos que participasen en la Yihad u obtener fuentes de financiación. En escasas ocasiones esas actividades llegaban a desarrollarse en zona de operaciones a donde se desplazaban con sus maridos.
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En la actualidad, son numerosos los ejemplos de mujeres que imbuidas en los dogmas yihadistas toman la decisión de participar operativamente en las zonas en conflicto, respondiendo a comunicados de los líderes terroristas. El material de adoctrinamiento circula por las redes sociales a una velocidad de vértigo. Para facilitar el traslado se les ofrecen «matrimonios virtuales» y con ese «amparo marital» son conducidas como pequeños rebaños hasta zonas de imposible retorno.
No nos encontramos únicamente ante la innovación operativa en un conflicto concreto, sino ante la eclosión de un extremismo intelectual sobre el que se basan los actos terroristas yihadistas y en el que la inclusión de la mujer con una nueva dimensión implica importantes beneficios tácticos. Así, se consigue un efecto mediático internacional muy superior al obtenido con la participación de varones, logrando la atención mundial sobre su causa, lo cual se identifica como uno de sus principales objetivos estratégicos.
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Además, las mujeres han demostrado una gran capacidad de protección y sacrificio, sobre todo en lo que a su familia respecta, y han aprovechado y manipulado esta circunstancia en su beneficio.
De esta forma, la llegada de la mujer a la Yihad resuelve un problema clave, la escasez de guerrilleros, bien porque hayan muerto o porque están en prisión, con el mensaje implícito añadido, nada desdeñable, de que los hombres son unos cobardes y que no tienen el valor, coraje y compromiso que ellas demuestran cometiendo acciones terroristas, mensaje con el que a su vez pretenden hacer reaccionar a otros hombres y engrosar así las filas de la organización.
Esta participación activa de mujeres en operaciones, y qué decir de su implicación en atentados de carácter suicida, ha supuesto un salto evolutivo drástico en el tradicional papel de la mujer en las organizaciones terroristas. Sus funciones han mutado radicalmente y ahora son actoras directas de la acción terrorista.
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Todo esto no debe ser confundido con un gesto hacia la mejora de los derechos de la mujer en el mundo musulmán y una modernización de su papel, sino muy al contrario, constituye una instrumentalización de la mujer para lograr los objetivos del yihadismo radical, como llamada para defender un sistema de vida que perpetúa el concepto de mujer supeditada al varón como ser claramente superior. En este contexto, las mujeres presentan una alta convicción en el Islam, al que encuentran maltratado. Por eso creen que su entrega les hace estar más vivas y cercanas a la verdad. Pero no deja de ser un espejismo de igualdad.
El jeque Yassin, jefe de Hamás en 2002, lo expresó claramente: «Los combatientes varones se topan con muchos obstáculos. Las mujeres son la reserva de nuestro ejército. Cuando es necesario las usamos». Y ese es el triste destino que les espera, la pérdida de su dignidad.
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(Dolores Delgado es fiscal coordinadora contra el terrorismo yihadista)
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