Pedro Sánchez aguarda el derrumbe de Rajoy

Pedro Sánchez no tiene que buscar muchas teclas para la contienda electoral que se avecina. Le alcanza, dicen en el PSOE, con no equivocarse, poner sobre la mesa un proyecto socialdemócrata con sentido común y mostrarse como un líder fiable. Pero pese a tan despejado panorama, en las filas socialistas aún subsisten las dudas sobre la victoria, les cuesta creer que su secretario general vaya a ser el próximo inquilino de la Moncloa cuando hace un año no tenía ni la llave de la sede del partido.

El liderazgo de Sánchez, aunque en su entorno digan lo contrario, está cogido con alfileres, y si los resultados del 20 de diciembre no son los esperados centellearán las navajas. La corriente crítica está agazapada, aunque el valenciano Ximo Puig ya se encargó de recordar esta misma semana que "todo en la vida es revisable". Se refería a la autoridad de Sánchez. En el entorno del secretario general se lo tomaron como un simple ruido que no denota un estado de ánimo en el partido. Mientras la presidenta de la Junta de Andalucía calle, empuje el carro y diga que Sánchez es su candidato, no habrá de que preocuparse, comentan en los aledaños de la calle Ferraz de Madrid.

El líder socialista, por tanto, tiene entre sus principales tareas preservar la imagen de unidad, evitar los conflictos internos y rescatar las esencias. Por ahora, ha recuperado el puño y la rosa, un símbolo arrumbado durante unos años. Un dirigente territorial apunta que se deben centrar más de defender "nuestro territorio" que en lanzar ofensivas en otros predios. "Hay que esperar que Rajoy se cueza en su salsa", comenta otro con menos finura.

Cosa de dos

La dirección del PSOE está convencida de que las elecciones serán cosa de dos, Sánchez y Rajoy, sin despreciar el ascenso de Albert Rivera. Al que ven por ahora fuera de la carrera es a Pablo Iglesias. El líder socialista ha optado por un discurso sin riesgos ni estridencias y con pocas aristas. Mucho diálogo y acuerdo, y poco cuerpo a cuerpo. Soso, resumen los críticos.

Las cuestiones polémicas, como la definición nacional de Cataluña o la revisión del Cupo vasco y navarro, quedan en 'stand by' y con una solución de compromiso para salir del paso hasta que llegue la reforma de la Constitución, el principal argumento electoral de Sánchez. Ese proyecto de cambio aún poco definido debería ser el ungüento que cicatrice las heridas territoriales.

El líder socialista quiere además apuntalar su imagen de político nuevo, en contraposición a Rajoy el antiguo, con unas listas electorales renovadas a fondo. Casi el 60% de los candidatos del PSOE para el 20 de diciembre se estrenan. No quedan casi restos de felipismo ni de zapaterismo ni de rubalcabismo. Los veteranos se cuentan con los dedos de la mano, y los desconocidos son multitud. "Lo importante es que sean conocidos en sus territorios, la proyección nacional vendrá después", precisan fuentes cercanas a la dirección federal.

Después vendrán también los ineludibles pactos. Los socialistas han comprobado en las últimas encuestas que los acuerdos autonómicos y municipales con Podemos no se penalizan. Pero prefieren entenderse con Ciudadanos. Un eventual gobierno de Sánchez con Rivera como socio es el perfil más deseado en la dirección del partido. Pero para eso aún falta mucho, subrayan los que no quieren vender la piel del oso antes de cazarlo.