Mateo Balín
Sábado, 15 de agosto 2015, 07:35
Nunca antes España había mirado con tanto celo lo que sucede en África, el patio trasero del sur. El nuevo santuario de inestabilidad se extiende por la región del Sahel, un cinturón de 5.400 kilómetros que va desde el océano Atlántico hasta el Mar ... Rojo, y los países subsaharianos limítrofes. A este panorama se suma la fragmentación de Libia, en el corazón del Magreb, y su repercusión en las vecinas Túnez y Argelia, en donde los intereses comerciales españoles son mayúsculos: solo en mayo pasado suministró el 57% del gas.
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Este escenario de inseguridad afecta a la gobernanza y desarrollo de estos países. Aunque la piratería está adquiriendo notoriedad en el Golfo de Guinea, donde la proyección económica española es prioritaria (recursos energéticos y obra civil), la expansión del terrorismo yihadista en el Sahel (Mauritania, Malí, sur de Argelia, Libia y Egipto) y el auge de las mafias que trafican con personas y drogas son los fenómenos más preocupantes.
De las réplicas de este polvorín no se escapa la Unión Europea y sus espacios de seguridad en el Mediterráneo, sobre todo, y en el Atlántico. La consecuencia es el exponencial incremento de las misiones militares de la UE desde 2013, donde nuestras Fuerzas Armadas están jugando un papel destacado o de apoyo a las intervenciones de Francia. En la actualidad alrededor de un millar de efectivos participan en una decena de operaciones terrestres, aéreas y navales desplegadas en territorio africano. Se trata de una cifra sin parangón, que ya supera la suma de militares desplegados en Afganistán y en Líbano. En ella se incluyen las iniciativas de seguridad cooperativa con países del Golfo de Guinea, Mauritania y Cabo Verde. En 2014 el coste de estas operaciones superó los 172 millones de euros por los 181 de 2013, según el Ministerio de Defensa.
En definitiva, los peligros ya no se combaten a 10.000 kilómetros de distancia, como vendieron los sucesivos gobiernos para justificar la presencia en Afganistán, sino en nuestra "frontera avanzada", a pocos cientos de kilómetros de Ceuta, Melilla y las Islas Canarias. Estas son las principales misiones africanas con presencia española:
Malí: La misión de la UE destinada a la formación y asesoramiento del ejército maliense comenzó en enero 2013 como respuesta a la desestabilización del norte del país. La triple ofensiva de grupos yihadista, movimientos autónomos y rebeldes tuaregs, que pusieron en jaque la estabilidad del territorio, provocó la intervención militar francesa. El apoyo a esta operación llegó con EUTM-Malí. España contribuye con 122 militares del Ejército de Tierra desplegados entre Bamako y Koulikoro, centro de entrenamiento, de los 539 efectivos de 24 países europeos. Las rotaciones son de seis meses, no se llevan a cabo tareas de combate y se coordinan con otras misiones desplegadas en la zona por la ONU y los países del África Occidental (Cedeao). Hasta el pasado julio estuvo dirigida por el general español Alfonso García-Vaquero.
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El mandato se prorrogó hasta mayo de 2016. Para entonces se prevé haber formado ocho batallones de unos 700 efectivos cada uno, corregir las capacidades de los grupos ya instruidos y crear una cadena de mando. El 'éxito' momentáneo de la operación es más bien político que militar. La razón es el acuerdo de paz de junio firmado por el Gobierno y varios grupos rebeldes con la mediación de Argelia.
"El Sahel es una línea de fractura entre el norte árabe y el sur africano, su compleja situación es un caldo de cultivo del terrorismo. Malí es el epicentro. Allí se juega nuestra seguridad y su estabilidad es una forma de detener el terrorismo yihadista", asegura el teniente general Juan Campins, segundo jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, en la Revista Española de Defensa. "Nuestra actuación en el Sahel debe ir encaminada a la apropiación africana de sus problemas, buscando soluciones africanas para problemas africanos. El futuro de las Fuerzas Armadas son intervenciones realizadas por y para la población, separarlas de elementos desestabilizadores y dotarlas de las condiciones básicas de seguridad, gobernanza y desarrollo", añade el almirante Juan Martínez, director general de Política de Defensa.
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Senegal y Gabón: Los destacamentos aéreos Marfil (en Dakar, Senegal) y Mamba (Libreville, Gabón) proporcionan transporte aéreo táctico a las operaciones militares en África. La primera comenzó en enero de 2013 y actúa de apoyo logístico a EUTM-Malí y la misión francesa Barkhane. Aporta 55 militares del ALA 31 y un avión Hércules, que realiza vuelos a Malí, Burkina Faso, Chad, Gabón, Ghana y Níger. Mamba apoya a EUMAM República Centroafricana, la misión francesa Sangaris y Minusca (cascos azules de la ONU). Dispone de un avión C-295 con 48 militares del ALA 35 y cubre Camerún, Costa de Marfil, Níger y RD Congo.
República Centroafricana: Esta misión de la UE se llama EUMAM-RCA y está orientada al asesoramiento y reforma del ejército nacional tras la guerra civil de finales de 2013. España es el segundo contribuyente con 17 de los 60 militares por detrás de Francia (29). El despliegue se produjo en marzo de 2014 y el objetivo es evitar el enfrentamiento étnico y tratar que las autoridades locales se hagan con la seguridad. El primer paso consiste en restablecer la paz en la capital, Bangui. Se ha renovado hasta marzo de 2016 y en virtud de una resolución de la ONU no se intervendrá en ninguna operación de combate, limitándose a los elementos de protección a la autodefensa. Al tratarse de un país estratégico en el centro de África, "una posible fragmentación generaría un vacío de poder que podría ser ocupado por organizaciones criminales o por un yihadismo radical importado del exterior", como Boko-Haram al norte de Nigeria, según los informes de Defensa. De este último país España importa alrededor del 10% de gas y del petróleo.
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Yibuti y Somalia: La operación aeronaval de la UE, EUNAVFOR-Atalanta, comenzó en mayo de 2012 y se considera un éxito porque ha reducido a la mínima expresión los ataques de la piratería somalí en el Golfo de Adén, una ruta comercial fundamental entre Asia, la península arábiga y Europa. En 2009 se produjeron 162 ataques a buques y 46 secuestros y en lo que va de año solo tres asaltos y ningún secuestro. La presencia de seguridad privada en los barcos ha sido fundamental para prevenir la piratería. También está presente en la veintena de atuneros españoles que operan en esta zona del Índico.
España lidera la misión desde mayo con el contraalmirante Alfonso Gómez Fernández de Córdoba. Dispone del buque de guerra 'Galicia', con 185 efectivos que rotarán en seis meses, y un avión de vigilancia con 55 efectivos desplegados en Yibuti. Es la más cara, el año pasado costó 104 millones. Atalanta se complementa con EUTM-Somalia, donde 14 militares acuartelados en el aeropuerto internacional de Mogadiscio forman y asesoran al Ejército somalí en materias como explosivos, combate urbano y soporte vital. La misión se ha prorrogado hasta diciembre de 2016 y participan 160 militares europeos.
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Libia: La última misión en marcha de la Unión Europea es EUNAVFOR-MED, cuyo objetivo será combatir el tráfico de seres humanos desde la costa libia hasta Italia. España aporta al despliegue un buque de acción marítima y un avión de reconocimiento.
Su cometido será identificar, revisar e inutilizar las embarcaciones que usan las mafias para trasladar a los emigrantes a Sicilia. Hasta el mes de mayo se ha interceptado a más de 70.000 personas y la cifra de muertos se aproxima a 2.000. Una resolución de Naciones Unidas deberá de regular el uso de la fuerza y hace falta obtener el consentimiento de las autoridades libias para actuar en aguas jurisdiccionales (la comunidad internacional solo reconoce el Gobierno de la ciudad de Tobruk frente al instalado en Trípoli). No obstante, el veto de Rusia en el Consejo de Seguridad de la ONU obliga a eliminar del texto final la destrucción de barcazas por la búsqueda y captura de las mismas. Por si acaso, el buque español llevará un helicóptero a bordo por si fuera necesario realizar ataques 'quirúrgicos' en aire-tierra.
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En ningún caso está previsto el despliegue de militares sobre el terreno. La duración inicial es de 14 meses, costará 12 millones y el cuartel general estará en Roma.
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