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Mateo Balín
Domingo, 12 de abril 2015, 07:15
Conversar con Baltasar Garzón (Torres, Jaén, 1955) no deja indiferente a nadie. Por lo que dice y cómo lo dice. Para bien o para mal. Pese a que la condena del Supremo a 11 años de inhabilitación por prevaricación ha eclipsado su figura pasada como ... juez, él afirma que sus principios contra la corrupción se mantienen inalterables. Ahora lo hace como abogado y activista, sabedor de la autoridad que le dieron sus 22 años en la Audiencia. Garzón recopila en 'El Fango, cuarenta años de corrupción en España' (Editorial Debate) los principales capítulos de la degradación de todo un sistema.
¿La corrupción germina en el poder, en las instituciones, o es un mero reflejo de la sociedad?
Está presente en el ámbito público y privado, y el elemento permanente ha sido la impunidad. Ocurrió en la Dictadura, y en la Transición no se tomó en cuenta. Entonces cualquier asunto se antepuso a la trasparencia y al control de las instituciones. Esta dinámica se nutrió de la falta de percepción ciudadana. La corrupción pública se rechazaba, pero la privada se aceptaba porque veníamos de una creciente desigualdad que abocaba a la economía sumergida. Se veía como algo casi normal porque no había miedo a ser corrupto. Y sin miedo a una conduce ilícita ésta se desarrolla y asienta.
¿Pero con la crisis la percepción ciudadana ha cambiado?
Sí, porque los efectos los ha percibido en sus propias carnes y se pregunta qué ha pasado y qué nos espera. Ha tomado conciencia y se ha vuelto más intransigente. Es el momento de la indignación activa, enfadarnos con algo y exigir que se actúe para que eso cambie. Pasa con la Justicia. Cuando la sociedad ha achicado los espacios de impunidad, los jueces y fiscales han reaccionado y han profundizado sus actuaciones.
«El kilogramo de juez está muy barato y el de Garzón, tirado de precio, de modo que cuídate». Recibió este mensaje cuando comenzó a investigar la trama Gürtel. ¿Presagio de arenas movedizas?
El juez es el eslabón más débil para que la cadena se rompa por él. En mi caso ha supuesto detrimentos muy graves en mi seguridad y en la de mi familia. Durante 25 años he seguido una línea firme contra la corrupción, de proteger a los ciudadanos dentro de los límites legales, aunque pudo haber errores de interpretación en algunos casos luego se subsanaron. Pero el coste que se paga es muy alto. Mire, a mí me llegaron a sugerir: 'márchate y esto (las causas del Supremo) se paran'. Pero decidí quedarme y esperar las consecuencias. No podía faltar a mi profesión y a los ciudadanos. Si eso se pierde, lo perdemos todo.
Tras 55 querellas y denuncias archivadas contra usted, ¿cree que perdió tras abrir la causa del franquismo? El Gobierno de Zapatero lo vio como una afrenta a la Ley de la Memoria Histórica.
Fue una percepción errónea de personas que conocen la Justicia y debieron de tener más mesura. Esa ley abría la puerta a que las víctimas fueran a la Justicia y apliqué los estándares internacionales basándome en la jurisprudencia del Supremo con el 'caso Scilingo' (militar de la dictadura argentina). La investigación de crímenes de lesa humanidad se superpone a la Ley de Amnistía nacional. Pero esto me costó una querella que yo percibí como una amenaza flagrante contra la libertad de interpretación como juez.
¿Admitirá que fue un órdago?
El juez de la Sala Penal que me investigó (Luciano Varela) hizo una interpretación que aún hoy va en contra del relator de la ONU, del comité de Derechos Humanos, del Consejo de Europa. Lo que pasa es que en España hay un problema latente de impunidad. Somos el único país con Turquía que no ha hecho una reflexión desde la Justicia en atención a las víctimas. No es cuestión de ideología, sino de verdad y reparación. Si después de 70 años no somos capaces de enfrentarnos a ello, mal abanderaremos la lucha por los derechos humanos.
¿Ha podido hablar a posteriori con algún miembro de esa sala?
Sí. Han criticado aquella actitud con formas y palabras muy duras por esa confluencias de querellas contra mí. Pero tendrían que ser las personas que lo vivieron las que tendrían que hablar. Sé que alguno a voz en grito celebró que 'éste ya no se escapa'. Quién fue, no lo sé. No soy rencoroso y me cuesta creer que alguien sea tan vengativo.
Vista la evolución de la 'caja B' de PP, ¿hubiera ido más allá que Ruz?
El juez hace lo que cree que tiene que hacer para que cuaje la instrucción. Ruz ha tomado sus decisiones, quizá otro hubiera tomado otras más o menos ágiles. Las mías en 2009 fueron inmediatas, después se paralizó el caso y cuando volvió Ruz aparecieron nuevos elementos (fortuna de Bárcenas). Podía haber ido más arriba (con la 'caja B), pero en todo caso las causas siguen abiertas. El juez no puede temer que haya personas más o menos notables en un procedimiento judicial.
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