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Ramón Gorriarán
Sábado, 21 de marzo 2015, 07:49
Las elecciones en Madrid no son como las de cualquier otro territorio. Son un termómetro de la temperatura en los partidos. Las candidaturas son algo más que unas listas, son escenarios para batallas que trascienden el ámbito de la comunidad y en su confección se ... dirimen conflictos nacionales, premios y castigos, filias y fobias. O acaso alguien piensa que las defenestraciones de Ignacio González en el PP o de Tomás Gómez en el PSOE fueron decisiones de índole autonómica como las que se podrían haber tomado en cualquier otro ámbito. No, y así lo reconocen los afectados; fueron gestos de autoridad de Mariano Rajoy y Pedro Sánchez dirigidos a toda su parroquia, no solo a la madrileña. En las listas de Madrid, los líderes nacionales se remangan y quitan y ponen nombres.
Madrid va a ser un banco de pruebas para los acuerdos postelectorales en las generales de final de año. Los sondeos para las legislativas de España y las autonómicas madrileñas son muy similares y muestran a cuatro fuerzas, PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos, muy destacadas del resto y bastante igualadas. La asamblea regional será, si no se tuercen los pronósticos, un anticipo de lo que pasará en el Congreso cuando haya que investir al próximo presidente del Gobierno. Madrid, aunque Andalucía votará el domingo, marcará la pauta de los futuros acuerdos para elegir al sucesor de Rajoy. Permitirá despejar la incógnita de si habrá la gran coalición de las dos fuerzas hasta ahora mayoritarias, o si los socialistas se entienden con Podemos y los populares, con Ciudadanos, o cualquier otra fórmula.
El líder del PP entró a saco en la designación de los candidatos a la Comunidad de Madrid y al ayuntamiento de la capital sin dejar que la organización madrileña pusiera nombres sobre la mesa. Rajoy eligió a los candidatos con la vista puesta en el día siguiente a las generales, donde él se juega el futuro, no en el día después del 24 de mayo. La designación de Aguirre para la alcaldía y de Cristina Cifuentes para la comunidad fue el primer paso para demoler el castillo de la líder de los populares madrileños, el único reducto siempre crítico con Rajoy. El presidente del Gobierno decidió que el dúo González y Aguirre suponía perpetuar la sorda pugna que se desató en 2008, con el dato agravante para Rajoy de que no está asegurado que vuelva a ganar las generales. En ese escenario, arriesgarse a tener un contrapoder dentro del PP podía ser una temeridad para sus costumbres.
El tándem mutilado
Optó por tanto por segar las aspiraciones del presidente de la Comunidad de Madrid con los mismos argumentos que empleó el socialista Sánchez para truncar las de Tomás Gómez; esto es, malas perspectivas electorales y un aroma a corrupción que no acaba de aflorar, pero está ahí. Colocó en su puesto a Cifuentes, un peón fiel. Mutilado el tándem, Aguirre tuvo que asumir que, obtenga o no la vara de alcalde, deberá dejar el liderazgo del partido en Madrid en 2016. Aunque conocido su carácter, se resistirá, ya ha dado pistas de que lo hará, y dará algún dolor de cabeza más a Rajoy.
El secretario general del PSOE también sacó la calculadora nacional antes de descabalgar a Gómez. Es consciente de que su liderazgo en el partido es precario y que la sombra de la andaluza Susana Díaz se proyecta cada día con más fuerza. El exlíder de los socialistas madrileños, para empezar, era uno de los principales valedores de la presidenta de la Junta; para seguir, los sondeos vaticinaban un hundimiento a plomo del PSOE con Gómez de candidato; y como colofón su anterior gestión como alcalde Parla bordea los tribunales. No fue una decisión pacífica y brotaron voces críticas contra el puñetazo en la mesa del líder socialista. Pero Díaz, que podía ser la más beligerante, estaba centrada en su campaña electoral y decidió que esa guerra no era suya. Sánchez ha ganado el envite, por ahora.
Tanto el presidente del Gobierno como el líder de la oposición han jugado fuerte. El PP quiere mantener un feudo que controla desde hace 26 años en el caso del ayuntamiento y desde hace veinte, en el del Gobierno autonómico. Es la joya de la corona y, dicen en la dirección del partido, se puede perder cualquier otra institución, menos estas dos. No va a ser fácil, reconocen también en la calle Génova. Las mayorías absolutas llevan camino de ser un recuerdo y sin ese poder el PP no tiene fácil revalidar los mandatos. Los populares, además, siempre han tenido dificultades para pactar. Sus posibles socios con Ciudadanos y UPyD, unos partidos que, según Esperanza Aguirre, son de "los nuestros", pero no parece que vaya a ser fácil el entendimiento. Con todo, la líder de los populares de Madrid es la favorita para suceder a Ana Botella en la plaza de Cibeles.
El PSOE sabe que dará un paso de gigante en el camino a la Moncloa si arrebata al PP el Ayuntamiento o la Comunidad de Madrid. Sus opciones de pacto son mejores que las de su rival, pero sus perspectivas de voto son peores. "Y es que Madrid es del PP", se lamentaba hace unos días un influyente exministro socialista. Desde los tiempos de Joaquín Leguina, Enrique Tierno Galván y Juan Barranco, el PSOE no pisa moqueta gubernamental en Madrid. Sus cálculos apuntan, acuerdos mediante, al Gobierno regional más que a la alcaldía. La capital siempre ha sido cinco puntos más conservadora que la comunidad, y para llegar a la Casa de Correos en la Puerta del Sol, la baza Gabilondo es la gran apuesta. Los socialistas, al menos, tienen fe en ella.
Peligro de irrelevancia
Si el sainete de los dos grandes partidos en Madrid será difícil de olvidar, el de Izquierda Unida tiene ribetes tragicómicos. La coalición que lidera Cayo Lara se las prometía felices antes de la irrupción de Podemos y ahora está sumido en la mayor de las desesperanzas. No se va a consolidar como tercera fuerza política y su futuro político es un albur. IU celebró primarias en Madrid y ganaron los dos candidatos del sector crítico, Tania Sánchez y Mauricio Valiente, decididos valedores de la confluencia con el partido que lidera Pablo Iglesias.
Pero las inercias de años junto a enrevesadas circunstancias internas llevaron a la dimisión a la candidata autonómica, y han colocado al borde del mismo camino al aspirante municipal. La formación cubrió rápido el hueco de Tania Sánchez con el poeta Luis García Montero, pero quedó tocada y ante el riesgo cierto de verse condenada a la irrelevancia por la pujanza de Podemos y la tentación del voto útil al PSOE. Un peligro que también acechará a IU en las elecciones generales.
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