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antonio corbillón
Miércoles, 24 de diciembre 2014, 21:00
Felipe VI no quería despedirse de su primer viaje como rey a Iberoamérica sin probar las excelencias de la cocina mexicana de Veracruz. Era domingo y el monarca aparcó el protocolo y se escapó hasta La Estancia de Boca, un restaurante famoso por la preparación ... de platos en los típicos molcajetes mexicanos (morteros para salsas). Ante la bien ganada fama de las viandas locales y los riesgos para un estomago poco acostumbrado, avisó: «Sin nada de picante». La anécdota, de la que fue testigo el ministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, ilustra los pies de plomo que mueven cada paso de la nueva pareja real española.
Hoy, Felipe y Letizia cumplen sus primeros seis meses en la jefatura del Estado. Han sido once viajes al extranjero, casi 50.000 kilómetros para presentar sus credenciales al mundo. Visitas a todas las comunidades autónomas salvo Canarias y Navarra, «sin más razones que la agenda», aclaran en La Zarzuela. Casi medio centenar de discursos y el doble de actos institucionales y recepciones. Escudriñados por todos lados, a diario y por cada paso, la nueva Familia Real ha convertido el perfeccionismo de Letizia en la impronta de todos sus miembros. «Estábamos hartos de los titulares. Lo mejor de la democracia es que sea aburrida. Y la monarquía tampoco está mal que lo sea», opina la columnista y escritora de temas reales, Pilar Eyre.
Aquel 19 de junio y ante los poderes del Estado, Felipe VI habló de una «monarquía renovada para un tiempo nuevo». Seis meses después, algunos expertos en protocolo comparan las formas y gestos del nuevo soberano a las del presidente de un país republicano. «Este Rey sí está cumpliendo su programa, aunque no tenga gobierno», resume Carlos Fuente, que trabajó durante veinte años en la Fundación Príncipe de Asturias y ahora dirige el Instituto de Protocolo de la Universidad Camilo J. Cela. En esas dos décadas gastó mucha diplomacia en expandir la austeridad que tanto reclamaba el entonces heredero a su alrededor. Por eso ahora se atreve a sentenciar, para aviso de nostálgicos, que «el cuento de hadas de la monarquía se acabó... afortunadamente».
En este semestre, el único desplazamiento que tuvo un cierto guiño personal fue su primera salida exterior como Reyes, cuando acudieron el 30 de junio al Vaticano a conocer al Papa Francisco. Una década antes y tras su boda, la Vía de la Conciliazione que conduce a San Pedro también fue su primer destino. Este vuelo abrió una cadena de visitas a las capitales más cercanas, que empezó en Portugal, su primer viaje oficial de Estado. La pareja se llevó allí cierta sorpresa. «Aunque en Portugal les ven como reyes jóvenes y modernos, les recibieron con pompa y circunstancia en un palacio real explica la periodista afincada en Lisboa Virginia López. Había guardia real, música cortesana de fondo y gente en las calles para verles pasar», recuerda esta corresponsal de aquel 7 de julio. Una semana después, vino la primera demostración de cintura para adaptarse a un imprevisto. La visita aMohamed VI de Marruecos coincidió con el fin del Ramadán. El rey alauí les invitó al iftar, la cena que pone fin al mes del ayuno. Nuestros monarcas decidieron quedarse a hacer noche para agradecer el gesto.
Austeridad y formación
Francia, Nueva York, los Países Bajos y Luxemburgo, Italia, Alemania y la Cumbre iberoamericana de México completan esos 50.000 kilómetros en los que, por no haber, ni tan siquiera han surgido las averías que ya eran rutina en sus aviones. Un tiempo además que parece marcado por la buena estrella. El 24 de septiembre, Felipe tuvo su mayor prueba diplomática ante la Asamblea de la ONU en Nueva York, donde insistió en pedir confianza para «el tiempo nuevo» que se abre en España. Tres semanas después, siguió en directo por su móvil la votación que confirmó a nuestro país como miembro del Consejo de Seguridad.
Esta actividad tan milimetrada funciona «gracias a un equipo de asesores de primer nivel, con los pies en la tierra y en el que los Reyes son dos más, saben escuchar de igual a igual aunque sean la cabeza visible», resume el director de Asuntos Públicos del Instituto de Ciencias Políticas, Olaf Bernárdez. Tras elaborar el informe de los primeros 100 días, sus investigadores trabajan ahora en «tratar de encontrar algún punto débil». Esta coordinación bascula sobre un núcleo duro de leales formado por siete hombres.
Desde el principio, el monarca ha impuesto drásticos cambios que han hecho cambiar el paso a todo su personal. «No es que ésta fuera una casa de locos, pero se han escrito las normas negro sobre blanco», resumen fuentes de palacio. Así, ha entrado en vigor el nuevo código de conducta interno que proscribe «cualquier actuación por interés personal», los favores, la falta de discreción y reclama «austeridad, neutralidad y formación permanente», entre sus veinte preceptos. Capítulo aparte merecen los obsequios. Aquel «regalos de valor no, por favor», que tantas veces repetía en su nombre Carlos Fuente cuando era Príncipe de Asturias su padre no era tan estricto, también ha quedado drásticamente regulado.
«Se nota que ahora en esa casa se está más pendiente de los informes del CIS que e las portadas del corazón», valora gráficamente Bernárdez. Así se explica que entre sus primeras recepciones incluyeran a las víctimas del terrorismo o a los defensores de las minorías sexuales. O que el Rey haya hecho hasta tres visitas a Cataluña en su intento de «tender puentes». O ayudar a conducir la situación, como mostró su imagen al volante de un Seat con Artur Mas de copiloto. Un «gran golpe de efecto», destacan en La Moncloa. Además de ordenar que una bandera ondee noche y día delante de su residencia oficial, la pareja real dio indicaciones a su decoradora, Patricia Sanchiz, para que se inspirara en las autonomías. Los selfies cuando se topan con gente haciendo vida normal (son muy de cine, casi siempre español, con palomitas y sus hijas) completan esa imagen de familia atenta a la realidad de la calle. La última prueba de esos reflejos la dieron cuando el Gobierno anunció su nuevo Portal de Transparencia. Horas antes, la web de la Casa Real publicó el desglose de sus 7,75 millones de presupuesto.
La imagen de equipo no ha impedido que la reina Letizia apuntale los aires de modernidad. Vestida de Marca España, ha apostado por la austeridad y casi nunca lleva más de 1.200 euros encima. «Aburrir a la prensa especializada para que la ropa deje de ser noticia», le han aconsejado desde palacio. En Viena, durante su primer viaje al exterior sola, cautivó al auditorio con unas frases en alemán y una fluida (sin leer) intervención en inglés. La veintena larga de actos de su agenda ha estado marcada por temas solidarios y sanitarios. «¿Cómo debo llamarla?», le preguntó en inglés el delegado de Filipinas en el 150 aniversario de Cruz Roja que presidió en Madrid. «Call me Queen Happiness (Llámeme Reina Felicidad)», le dijo Letizia con una franca sonrisa.
Tras apostar ayer por el clasicismo en su felicitación navideña, la próxima 'prueba del algodón' será el primer mensaje navideño de Felipe VI. Ha hecho méritos para superar el decaído share que dejó su padre.
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