El coche fúnebre a la entrada del edificio

Mata a golpes a sus dos hijas en Asturias y se suicida

José Ignacio Bilbao Aizpurúa, separado de 55 años, se ensañó con las niñas con una barra metálica

Borja Pino

Jueves, 27 de noviembre 2014, 21:31

José Ignacio Bilbao Aizpurúa, de 55 años, acabó con la vida de sus dos hijas -Amets, de 9 años, y Sara, que el miércoles había cumplido 7 años- en el domicilio que tenía alquilado en el número 56 de la avenida Los Quebrantos de San ... Juan de la Arena y posteriormente se suicidó lanzándose al vacío desde el viaducto de la Concha de Artedo. El cadáver del hombre apareció sobre las cinco de la tarde bajo el puente de la autovía, sobre la carretera nacional. A poco más de un kilómetro hallaron su coche, un Citroën Xantia. José Ignacio Bilbao Aizpurúa, natural de Bilbao aunque en la actualidad vecino de Soto del Barco, fue identificado poco después de que su cuerpo fuera encontrado. Se había tirado desde 110 metros de altura, pero antes había cometido un brutal infanticidio.

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Fue al notificar el fallecimiento del hombre a sus familiares cuando se desató la alarma, ya que éstos expresaron su preocupación por las niñas, que José Ignacio Bilbao debía devolver a su madre, de la que estaba separado, esa misma tarde. Inmediatamente, efectivos de la Guardia Civil iniciaron una investigación para tratar de localizar el paradero de las menores. Otras fuentes apuntan a que fue la madre de las pequeñas -natural de Cudillero- quien, alertada al no presentarse su exmarido a la hora prevista, quien se dirigió a la Guardia Civil. Ella habría acompañado a los agentes hasta la vivienda de su expareja. Nada más llegar encontraron un rastro de sangre en el felpudo, lo que hizo temer lo peor. La tragedia se confirmó en el interior de la casa, donde fueron encontrados los cuerpos sin vida de Amets y Sara.

La Guardia Civil señala como arma del crimen una barra metálica, que fue hallada en el domicilio ensangrentada. Los agentes también habían registrado los contenedores de basura de la calle en busca de alguna otra posible arma homicida. Independientemente del objeto utilizado, un primer examen de los cuerpos reveló que el agresor se había ensañado. No fue hasta pasadas las diez de la noche cuando, ante la mirada estupefacta de más de una veintena de vecinos, dos coches fúnebres accedieron a la plaza delantera bloque de viviendas. En presencia de la Policía Judicial, los cuerpos sin vida de las niñas fueron evacuados del lugar.

José Ignacio Bilbao Aizpurúa llevaba poco tiempo separado de su mujer. El matrimonio había vivido en Soto del Barco, donde las pequeñas todavía acudían al colegio. Al parecer, tras el divorcio José Ignacio Bilbao regresó temporalmente a Vizcaya. Este verano había vuelto a Asturias y buscado un empleo en la hostelería. Para estar cerca de sus hijas, en septiembre había alquilado la vivienda de San Juan de la Arena donde aparecieron los cuerpos sin vida. El régimen de visitas pactado tras la separación dictaba que José Ignacio Bilbao podía pasar con las niñas las tardes de los martes y jueves, de cuatro y media a seis y media. Ayer, por tanto, era uno de esos días en que tenía permiso para estar con ellas.

«Siempre sonreían; nunca decían nada malo de su padre»

La madre de las menores fue trasladada al cuartel de la Guardia Civil de Piedras Blancas para prestar declaración. También los vecinos del inmueble dieron su testimonio. Aseguraron no haber oído ningún ruido ni apreciar alguna circunstancia que les hiciera sospechar de la tragedia ocurrida a pocos metros de sus viviendas. El ensañamiento del homicida con las dos indefensas niñas causó consternación entre los vecinos que acudieron al inmueble al percatarse de lo sucedido. «Estamos destrozados», comentaron los residentes en la calle donde se produjeron los hechos, incapaces todavía de asumir el horror. «Cosas como ésta no deberían pasar nunca. ¿No le bastaba con quitarse de en medio él y dejar en paz a las pobres crías?», se lamentaba una vecina.

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La sensación de impotencia y de incomprensión era palpable ayer en San Juan de la Arena. Algunos reconocían haberle visto tratar con severidad a sus hijas, pero nadie se podía imaginar que Bilbao Aizpurúa pudiese llegar a perpetrar un crimen semejante: «Aunque tenía más relación con gente de Soto, a veces lo veíamos en los bares de por aquí, y parecía un tipo muy tranquilo y normal. Se sentaba, bebía café y leía la prensa sin meterse con nadie».

La noticia de la muerte de las pequeñas también llegó a oídos de algunos de sus compañeros en el colegio de Soto del Barco, al que ambas acudían. Una alumna que reside en las proximidades de la avenida de Los Quebrantos y que compartía grupo de teatro con ellas afirmó que «siempre sonreían; eran unas niñas normales, felices y que nunca decían nada malo de su padre».

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Aunque en la actualidad estaba en paro, había trabajado como pescador y en el sector hostelero. Regentó durante una temporada el bar restaurante Maribel en Piñera, Cudillero, hasta que lo traspasó hace nueve años. Al parecer, también trabajó en el bar La Parra, de Cudillero. Tras la separación, la exmujer del infanticida había iniciado una relación con otro hombre. Hace unas fechas, el vehículo de éste apareció con las ruedas pinchadas, lo que podría apuntar a una venganza por parte de Bilbao Aizpurúa.

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