Schürrle celebra su gol.
Octavos de final

Argelia enamora pero vence Alemania

Resolvieron Schürrle y Özil en la prórroga, pero Neuer fue el mejor de la ‘Mannschaft’

Ignacio Tylko

Lunes, 30 de junio 2014, 01:35

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Venció Alemania en la prórroga y no cabe hablar de injusticia, pero fue una lección magistral de osadía, desparpajo, pasión, lucha y rapidez de los magrebíes. Mientras les aguantó el físico, los verdes pusieron contra las cuerdas a una Alemania tan floja atrás que tuvo ... a Neuer como mejor y más expeditivo central. Si no es por la atención, decisión y acierto en las salidas del portero del Bayern de Múnich, club que aportó siete jugadores al equipo titular de la Mannschaft, el duelo se pudo desnivelar hacia el lado africano, sobre todo en un período inicial en el que la posesión fue teutona pero la sensación de peligro argelina.

El llamado equipo bis de Francia, ya que buena parte de sus jugadores más talentosos se han formado fuera y no saben ni cómo funciona la débil liga y los modestos clubes profesionales argelinos, superó con creces en el primer acto a uno de los firmes candidatos al título. Se comportaron los norteafricanos con grandeza. Bien replegados atrás, en cuanto robaron salieron con inusitada velocidad, buen toque y bastantes jugadores.

Slimani, el héroe con ese gol que al final arruinó las esperanzas rusas y desbordó el júbilo en toda Argelia, trajo en jaque a toda Alemania, que se dice pronto. Seguro que hasta a la canciller, Angela Merkel, le entraron temblores y sudores fríos. Al delantero del Sporting de Portugal le anularon bien por fuera de juego lo que hubiera sido un golazo, ya que su cabezazo en plancha fue magnífico, pero estuvo en todas las jugadas de ataque. También el valencianista Feghouli, con ese aparatoso apósito para tapar su brecha en la cabeza rapada, fue una amenaza por su velocidad y desborde.

Argelia tuvo que remontar ante Burkina Faso para acceder al Mundial, pero es una selección que no se arruga. Enorme mérito del técnico bosnio Vahid Halilhodzic, que ya clasificó a Costa de Marfil para el Mundial de Sudáfrica. Ha dotado de orden y equilibrio a este equipo y supo arengar a sus jugadores explicándoles el deseo de venganza que existe en Argelia por esa afrenta de hace 32 años que sus ciudadanos tienen grabada a hierro y fuego.

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Aquel partido de la vergüenza entre alemanes y austriacos en El Molinón no se olvida, aunque en la víspera Joachim Löw quisiera pasar página. «Yo sí me acuerdo porque jugué en el Mundial de España82 con Yugoslavia», recordó, en tono amenazante, el preparador argelino.

Los soldados magrebíes se dejaron la vida en cada jugada porque se encontraban ante la oportunidad de sus vidas, con todo el mundo pendiente de ellos y de una proeza histórica. Defensa fuerte y ataque veloz. Esas eran sus principales armas para la batalla.

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Sin Hummels y con dos laterales grandotes como Mustafi y Höwedes, Alemania era lentísima atrás. Además, asumía enormes riesgos al adelantar su línea y sufría un tormento en cada balón a su espalda. Löw asomó varias veces de su banquillo con cara de circunstancias. Se temía el justo castigo de un gol, que debió llegar tras una de las combinaciones del Mundial. Pero Ghoulam, un notable lateral rapidísimo y con proyección ofensiva que el Nápoles fichó del Saint Etienne, lamentó que su disparo se le abriese demasiado.

Sin pegada

El gran problema de Argelia fue que cuando mejor jugó y estuvo más fresca, careció de pegada. Y eso se paga ante rivales de tanto fuste y tradicionalmente ganadores. Con unas prestaciones deficientes y un eje del centro del campo en el que Schweinsteiger y Lahm no aportaban toque ni fluidez, Alemania también dispuso de sus opciones ya antes del descanso. Las más claras las provocó el portero Rais MBolhi por sus dificultades para no blocar los balones o al menos despejarlos a córner, no hacia adelante.

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Löw no aguantó más y realizó un cambio muy ofensivo en el descanso. Retiró a Götze, intrascendente en Porto Alegre, y buscó más mordiente con Schürrle, muy penetrante por la banda derecha y a la postre determinante. De forma paulatina, la jerarquía se fue imponiendo. El partido se hizo unidireccional y llegaron los apuros para los zorros del desierto.

Müller, Kroos y Lahm, cuyo tiro lejano lo desvió el guardameta del CSKA de Sofía en una de las paradas del Mundial, avisaron. Sucesión de saques de esquina y algún claro penalti no señalado por el árbitro brasileño por agarrón continuado al rematador alemán. La lesión de Mustafi le vino bien a Alemania. Lahm pasó al lateral, donde siempre formó parte de las selecciones mundiales y no como centrocampista, y Khedira reforzó el centro del campo.

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Argelia ya apenas combinaba. Su entrenador fue valentísimo al apostar en el tramo final por Brahimi, el irregular centrocampista ofensivo del Granada, y retirar a Taider, un medio de contención. Müller falló lo que nunca falla, por arriba y por abajo. El portero se adornaba demasiado pero las paraba casi de milagro. No había tregua, ni pérdidas de tiempo.

No se entendió muy bien que se llegase a la prórroga y el técnico bosnio sólo hubiera efectuado un cambio. Lanzó un órdago y lo perdió. Cuando Müller se internó y Schürrle remató de forma extraña, se entendió por qué el fútbol es un deporte de once contra once en el que siempre, o casi, gana Alemania. Se jugará los cuartos contra Francia en Maracaná. El gol de Özil restó dramatismo al final, aunque Djabou maquilló la derrota a continuación. El Mundial entra en ebullición.

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