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Ignacio Tylko
Sábado, 28 de junio 2014, 11:18
James Rodríguez, la revelación del Mundial a sus 22 años, es una figura que ha crecido mucho en el Mónaco en los últimos tiempos. Hirió a Uruguay con un golazo extraordinario, el mejor del campeonato, la mató con otro de puro llegador y condujo a ... Colombia a cuartos de final por primera vez en su historia. Los cafeteros superaron con todo merecimiento y cuatro victorias seguidas su mejor registro, que databa de Italia90, cuando cayeron en octavos ante la emergente Camerún. Y les espera una Brasil que no atemoriza.
Había anticipado en la fase de grupos lo que puede dar de sí, pero definitivamente James Rodríguez es un lujo para esta selección trabajada con mimo por el argentino José Pekerman, ídolo en Colombia y con enorme prestigio en su país, ya que marcó el camino a seguir por todas sus selecciones desde su cargo de coordinador general. Ya al frente de los mayores, sólo alcanzó los cuartos de final en 2006.
James cada vez participa más en el juego, es capaz de actuar por dentro y en banda, organiza desde la media punta, es notable a balón parado y tiene gol, vaya si lo tiene. Ya lleva cinco en este Mundial, uno más que Messi, Neymar y Müller y los mismos del Bota de Oro en Sudáfrica.
Este pequeño jugador que se indigna cuando pronuncian su nombre en inglés, y no tal y como suena en castellano, recibió un balón sin aparente peligro fuera del área, lo paró con el pecho y, sin dejarlo caer y a la media vuelta, lanzó tan ajustado que golpeó en el larguero y entró. Muslera lo rozó pero se vio impotente para desviarlo. Una maravilla que destrozó los planes ultradefensivos de los uruguayos cuando no se cumplía aún la primera media hora y apenas salían noticias de Maracaná.
Cuadrado, otro lujo
En el arranque de la segunda parte, cuando la celeste apelaba a la heroica, James culminó una combinación magnífica, entró desde atrás y remachó con sutileza la dejada de cabeza de Cuadrado. El extremo de la Fiorentina es otro lujo para el campeonato porque es uno de los contados especialistas que quedan en el fútbol moderno capaces de encarar y driblar con naturalidad, igual que hacía en el colegio.
A pesar de tener un eje en en el centro del campo de dos tipos con más músculo que clase como Abel Aguilar y la Roca Sánchez, de gran rendimiento en el Elche, Colombia forma una selección ofensiva porque arriba posee jugadores notables como James, Teogol Gutiérrez y Jackson Martínez. Les falta Falcao, por cuya ausencia lloraron en su país, pero basta decir que el sevillista Carlos Bacca aún no se ha estrenado en este Mundial.
Sin su Pistolero, cuya camiseta utilizaron sin éxito como fuente de motivación en el vestuario de Maracaná, los de Tabárez recurrieron al final oficio de Forlán. El incombustible delantero del Cerezo Osaka trabajaba entre las líneas enemigas, bajaba a recibir y buscaba tirar paredes para descerrajar esos disparos que siempre le caracterizaron. Pero ya no es el mismo. Salieron chispas de un choque entre él y Yepes, central del Atalanta de Bérgamo que también se las sabe todas, ya con 38 años.
El ex de Villarreal y Atlético se despidió de los Mundiales con tristeza y siendo sustituido cuando Colombia marcó el segundo. Nada que ver con su descollante actuación de hace cuatro años, cuando estuvo entre los máximos artilleros, acabó cuarto y fue elegido el mejor jugador del certamen.
Hasta que lo vio todo perdido y Tabárez cambió el plan a la desesperada, la celeste se plantó en el templo sagrado con una defensa de cinco que se está poniendo de moda en este Mundial de contrastes y chirría, o no, según se sitúen los laterales. Giménez, Godín y Martín Cáceres en el centro, y los dos Pereira, Maxi y Álvaro, en los costados.
Se defendieron con orden y oficio hasta que James los resquebrajó en esa jugada aislada. Una vez más, los uruguayos debían de apelar a argumentos más relacionados con el carácter y el orgullo que con la técnica. Pero les mató ese nuevo gol encajado en los albores del segundo acto.
Tabárez movió pronto el banquillo pero esta vez no había forma. Dispusieron de algunas ocasiones, porque ellos jamás se rinden, mientras queden segundos de contienda pero les frenó Ospina, el portero del Niza.
La fiel hinchada charrúa, que antes del choque y durante el período inicial no cesó de corear a Luis Suárez porque se sentía ultrajada por la FIFA a causa de esa histórica sanción de nueve partidos a su estrella, pasó a un segundo plano. La fiesta era de toda Colombia. Sus hinchas hicieron la ola, enloquecieron cuando Cuadrado y James Rodríguez fueron reeemplazados y celebraron el adiós de la celeste con cánticos de y ya se van, y ya se van, los uruguayos ya se van. El nuevo Maracanazo fue sólo un sueño.
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