Ignacio Tylko
Viernes, 27 de junio 2014, 18:25
Vista desde la cima del imponente promontorio que dibuja el Pan de Azúcar, Río de Janeiro es una de las ciudades más bonitas del mundo. La subida en dos grandes teleféricos acristalados hasta esta montaña de tan curiosa forma es un espectáculo, y más si ... se hace envuelto de una pasión latinoamericana que se ha apoderado de esta Copa del Mundo y lleva consigo un ambiente carnavalero a los estadios y a cualquier lugar turístico de Brasil y sobre todo de Río, el epicentro del Mundial.
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No está ya desde hace tiempo la selección española, pero la lengua de Cervantes se escucha en cada rincón de este país que enamora por su música, sus playas, su naturaleza y, sobre todo, la gente. Rodeado de hinchas argentinos, chilenos, uruguayos, colombianos, mexicanos, costarricenses de la 'Pura Vida' y algún otro ecuatoriano que sigue de turismo, aunque su equipo del alma ya esté de regreso, se pierde la tranquilidad de ese atardecer romántico. Entre tanto gentío que, rivalidades locales al margen, clama en favor de Sudamérica y en contra de Europa, cuesta hacer una fotografía que refleje ese espectacular paisaje de colinas verdes, playas doradas lamidas por un mar azul e hileras de rascacielos que se elevan a orillas de Copacabana.
A medio camino del torneo, hordas de hinchas de Latinoamérica han llegado a Brasil en automóvil, autobús o avión, y han sido los más ruidosos mientras sus selecciones brillaban en el campo. Después de los triunfos de equipos europeos en los dos últimos Mundiales, tienen razones para celebrar. Y están confiados porque los latinoamericanos han ganado todas las Copas del Mundo disputadas en la región desde la primera en 1930.
Por lo general, estos seguidores fervientes son también los más alborotados y dan trabajo extra a las fuerzas de seguridad brasileñas que ya se enfrentan a un movimiento de protestas internas contra el Mundial. Y el gran lío está por llegar. Este viernes fue el primer día sin partidos desde que empezó el Mundial, y los octavos de final se abren este sábado en un día cien por cien latinoamericano, ya que Brasil se mide a Chile y Colombia a Uruguay.
«La primera mitad de la Copa ha sido en general positiva. Las protestas han tenido poco impacto. El pueblo brasileño quiere disfrutar del Mundial», explicó Pablo Azevedo, experto en administración del deporte de la Universidad de Brasilia. Son, sin duda, excelentes noticias para la presidenta Dilma Rousseff, que el sábado lanzó oficialmente su candidatura a la reelección en octubre y es favorita en las encuestas, a pesar de una caída en la popularidad a raíz del inmenso gasto público en la Copa.
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La pasión de algunos hinchas es tan fuerte que desborda cualquier previsión. Las autoridades tuvieron que reforzar la seguridad en los 12 estadios esta semana para impedir nuevas invasiones de seguidores sin entradas, a raíz de que decenas de argentinos y chilenos forzaran su acceso a Maracaná en dos partidos. Unos 30 acérrimos de la albiceleste y cerca de 85 forofos de 'La Roja' fueron detenidos por la policía, fichados y recibieron la orden de salir del país en 72 horas.
Con sus enormes sombreros y máscaras de lucha libre, los mexicanos también son ruidosos. Quizás demasiado escandalosos con esos cantares del popular 'Cielito lindo' que se escucha desde la playa de Ipanema hasta lo más alto de Santa Teresa, con sus calles adoquinadas y sus viejas mansiones el barrio más evocador de Río y actual hogar de una nueva generación de artistas y bohemios.
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La FIFA investigó los gritos de «puto» que cantaron a los guardametas de los equipos rivales durante los partidos, pero decidió no sancionar a la Federación Mexicana de Fútbol. Los argentinos, eternos rivales de Brasil, han llegado en masa y provocado dolores de cabeza a la seguridad. Un grupo de violentos se enfrentó con seguidores de la anfitriona en Belo Horizonte, el sábado pasado, y la policía debió dispersarlo con bombas de estruendo.
Horas después, la policía empleó balas de fogueo para dispersar hinchas que intentaron acercarse demasiado al autobús de la selección argentina antes de su triunfo 1-0 sobre Irán. En vísperas de arrancar el certamen, las autoridades dijeron que prohibirían la entrada a 2.100 'barrasbravas'. Al menos 32 han sido frenados en la fronteras. Por fortuna, la mayoría vive en un clima festivo.
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Unos 100.000 hinchas inundaron la ciudad de Porto Alegre, al sur del país, para el choque del pasado miércoles contra Nigeria. Uno de ellos se paseaba por las calles de la ciudad en un coche descapotable, disfrazado del papa Francisco. Los ejércitos de hinchas festivos en todo el país han superado con creces la cifra de manifestantes que se oponen a los más de 8.000 millones de euros que costó organizar el torneo.
Protestas silenciadas
El año pasado, los brasileños salieron en masa a las calles durante la Copa Confederaciones, un test para el Mundial, en protestas que terminaron en choques violentos con la policía. Esta vez las manifestaciones han convocado a menos ciudadanos, aunque hay enfrentamientos esporádicos con piedras, gases lacrimógenos, bombas de estruendo y balas de goma.
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«Hay poca gente en las protestas a raíz de la represión del primer día», explica Javier Rodríguez de 41 años, que el lunes se manifestó junto a unas 200 personas por una céntrica avenida de Sao Paulo durante la goleada de Brasil sobre Camerún por 4-1. Gabriel, de 47 años, un abogado de Santiago, se halló en medio de la protesta con sus tres hijos, envuelto en la bandera de Chile. «Es una pena, porque la Copa del Mundo es una fiesta que debe ser para todos», dijo.
Protestas y altercados que no empañan la extraordinaria atmósfera futbolera que se respira en Brasil. En la cima del cerro del Corcovado, a 710 metros de altitud, la gigantesca estatua (38 metros de altura y 1.145 toneladas) de Jesús con los brazos abiertos, acoge a diario a miles de aficionados que se estrujan, cantan y hasta bailan en el tren rojo cremallera de vía estrecha que sube hasta ese Cristo Redentor que se ve desde todos los rincones de Río. El Mundial habla español, pero con diferentes acentos latinoamericanos. Que tiemble Europa.
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