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Ignacio Tylko
Jueves, 26 de junio 2014, 00:05
El duelo del morbo, resuelto sin tacha por Alemania con un triunfo que también le sirvió a Estados Unidos porque los rivales no supieron hacer sus deberes, estuvo cerca de la suspensión a causa de una lluvia torrencial que inundó Recife en las últimas horas. ... Más incertidumbre si cabe en los prolegómenos de las dudas, las sospechas y las inquietudes. Calles convertidas en ríos, itinerarios bloqueados, coches en el agua por encima de las ruedas, pero, de forma sorprendente, el césped del estadio Arena de Pernambuco en condiciones más que aceptables. Lento y pesado pero con un drenaje extraordinario. La lona que lo cubrió desde que el agua comenzó a caer de forma incesante, obró un milagro.
Los inspectores de la FIFA decidieron que, pese a las dificultades para llegar al recinto en coche particular, transporte público y hasta caminando, la ciudad no estaba ni mucho menos paralizada y el terreno era apto para competir. En esas condiciones salieron a escena alemanes y estadounidenses, sabedores de que les servía un empate pero incapaces de perpetrar un atraco a los aficionados como el que hace 32 años protagonizaron teutones y austriacos en El Molinón gijonés. Joachim Löw y Jürgen Klinsmann se abrazaron antes de salir al campo, y también después porque son amigos desde la infancia, pero o lo habían hablado todo muy bien en función de cómo fuera el resultado de terceros, o lo disimularon de maravilla. Al final, nadie se quedará con la sensación de que hubo tongo en Recife.
Löw introdujo algún cambio sin cambiar la estructura de equipo, ni la columna vertebral, y alineó a los veteranos Podolski y Schweinsteiger. Sus jugadores salieron con la firma decisión de vencer y evitar comentarios denigrantes sobre su profesionalidad. Se encontró la 'Mannschaft' a un rival pertrechado atrás, bien dispuesto por Klinsmann, pero trató de buscar los espacios a partir de un buen manejo del balón, de la movilidad y de la sobresaliente distribución de los espacios. Se incorporaron bien los laterales, tiraron grandes paredes y Müller buscó el remate incluso de chilena. Llevaba tres goles en este Mundial y no quería perder comba con respecto a Messi y Neymar. No se detuvo hasta que acertó, ya en la segunda mitad. Celebró un gran gol, ya que le llegó un balón rechazado por el portero hasta la frontal del área y lo puso con el interior ajustado al poste. Para un tipo así, que ya fue artillero estelar en Sudáfrica, hablar de pactos de no agresión resulta casi insultante.
Özil, como ausente
La única gran parada de Howard en la primera parte se produjo tras un disparo de Özil, de nuevo el jugador más frío y menos participativo de Alemania. Los norteamericanos aguantaban el chaparrón y de forma paulatina fueron tirando contragolpes. Su mejor jugador fue Damarcus Beasley, zurdo, rápido y hábil. Se gana bien la vida en el Puebla mexicano como veterano centrocampista, pero Klinsmann le prefiere de lateral por su enorme velocidad y recorrido. Tiene desborde y no quería irse pronto a casa en su cuarto Mundial. Se prodigó en arrancadas y dibujó un tiro desde fuera del área que rozó el travesaño.
Klose salió tras la reanudación dispuesto a desempatar con el 'Fenómeno' Ronaldo y quedarse como máximo goleador en solitario en la historia de los Mundiales. No lo consiguió pero sí que requirió aún más atención de los defensores y liberó de la estrecha vigilancia a algunos compañeros. Por eso se encontró sin oposición Müller para marcar el gol que garantizaba el liderato de Alemania y evitaba el sonrojo.
Es indudable que en el tramo final los germanos evitaron hacer sangre de los yanquis, pero tampoco tenían por qué desgastarse y realizar el trabajo que no supieron hacer los demás. Los norteamericanos se chocaron hasta entre ellos en la porfía y Jermaine Jones se partió el labio, pero no llegaban a los dominios de Neuer. Y cuando lo hicieron, muy cerca del final, Lahm se arrojó al césped para salvar el gol y evitar, definitivamente, toda especulación.
Rezaron porque Ghana no venciera, ya que en ese momento pensar en una goleada lusa era una ensoñación. El gol de Cristiano fue aplaudido por todos. Y Klinsmann, elegante él, se fue a felicitar uno a uno a todos sus compatriotas. Lo más normal es que no vuelvan a reencontrarse por Brasil.
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