Javier Bragado
Martes, 24 de junio 2014, 00:25
La selección griega de fútbol cuenta con un nuevo milagro que recitar a sus descendientes para añadir a la Eurocopa ganada en Portugal. Los alumnos de Fernando Santos superaron dos lesiones -una de su portero titular-, tres disparos al poste rival, el acoso de la ... vigorosa Costa de Marfil y sus propias limitaciones para alcanzar unos octavos de final inesperados en el Mundial de Brasil gracias a un penalti anotado en el minuto 93.
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El secreto a voces del éxito griego ha sido la disciplina y la confianza en sí mismos. Sólo así se explica que un equipo que ha anotado dos goles en tres partidos (uno de penalti) se haya deslizado en la siguiente fase del torneo más competido del planeta. Sólo así se entiende que un conjunto que se compone con tres supuestos delanteros se aplique con una formación de telaraña capaz de atrapar a los más animosos atacantes.
Pero Grecia no es únicamente un cerrojo formado por impenetrables falanges de los herederos hoplitas. Ante Costa de Marfil los helenos dispararon sus dardos contra los elefantes como en otros tiempos los especialistas cretenses y fueron precisamente sus ataques los que más despistaron a los africanos en Fortaleza. Samaras, Samaris y, especialmente Salpingidis se animaron con lanzamientos lejanos, con contragolpes vertiginosos y preocuparon al guardameta Barry, quien esperaba que fueran sus compañeros quienes se adueñaran del partido hasta que Holebas -lateral izquierdo- le asustó con un remate al larguero desde la posición de extremo derecho. Después, un error en el centro del campo costamarfileño posibilitó el gol heleno cuando se unió a toda velocidad la pareja Samaras-Samaris y el segundo batió al guardameta justo antes del descanso.
En la segunda mitad, los elefantes trataron de inclinar el campo, sumaron delanteros a su dibujo y presionaron a los europeos. Sin embargo, los de Fernando Santos no se limitaron a resguardarse delante del acertado Glykos, sino que mantuvieron sus amenazas hasta el punto de que Karagounis se apuntó el segundo disparo a la madera de los griegos. No obstante, fue la propia ambición la que hundió a los europeos. A falta de quince minutos para el final Gervinho encontró un hueco entre los animosos griegos y sirvió a Wilfried Bony el empate.
La punzada hirió a los helenos, pero conservaron sus expectativas impulsados por los activos Salpingidis y Holebas, aunque Torosidis también se estrelló con el poste. Pero nadie se bajó del 'barco pirata' y la fe de los griegos posibilitó una última oportunidad con un penalti cometido sobre Samaras en el último minuto del partido. El delantero cretense transformó el lanzamiento en gol y en historia para Grecia en una noche épica que podrá contar a sus herederos porque, como los antiguos arqueros de su isla, él también tendrá un pequeño verso en las leyendas griegas.
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