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Juanma Mallo
Viernes, 20 de junio 2014, 08:00
España afronta la complicada misión de reencontrarse a sí misma. De mirarse en ese lujoso y magistral espejo que no entró en la convocatoria para el Mundial y, con otras piezas, recuperar esa senda mágica que le ha permitido elevarse por encima de todo aquel ... que se ponía por delante, independientemente de que el oponente le planteara un partido rudo, un duelo abierto, o un encuentro a cara de perro. Poseía una pócima esa Roja que le daba el premio de la victoria, la recompensa del triunfo. Pero esa fórmula tampoco viajó a Brasil. No se montó en el avión que transportó a la aún propietaria de la estrella de Sudáfrica. Como tampoco volverán a subir esas escalerillas un puñado de jugadores y quizá su técnico. Aterrizarán la próxima semana en el aeropuerto Adolfo Suárez-Madrid Barajas y nunca más vestirán una camiseta con la que han sido felices y con la que han regalado felicidad. Eso sí, surgirán otros que tratarán de protagonizar esa refundación que un combinado glorioso precisa después de la debacle vivida en Sudamérica.
Y casi con total seguridad este revelo generacional arrancará por la cabeza. Por la persona que ha entregado a España un Mundial y una Eurocopa. Vicente del Bosque pidió tiempo tras firmar la triste y decepcionante despedida de la Copa del Mundo. «No es el momento para valorar mi futuro ni el de la selección. No querría reflexionar tan rápido sobre lo sucedido», señaló un técnico salmantino al que le ha dolido el golpe sufrido en el país del fútbol. La cornada le ha dañado el corazón, y fuentes de su entorno señalan que su etapa al frente de La Roja se finiquitará después del partido contra Australia. Se plantea abandonar, y no se descarta que elija ese momento para anunciar que renuncia, a pesar de que en noviembre de 2013 renovó su contrato con la Federación hasta 2016, hasta la Eurocopa de Francia. Este mazazo parece que le ha hundido y, a los 63 años, este símbolo de la tranquilidad, de la normalidad, dará un paso hacia atrás, hacia la sombra. E incluso han surgido ya posibles relevos: Julen Lopetegui, ahora en el Oporto, expreparador de la sub21, encabeza la lista.
Si se mira al plantel se da por seguro que los que superan los 30 años, siete en este Mundial, se echarán a un lado. Quizá se salve un Iniesta (30) que el miércoles, en el interior de Maracaná, era la imagen de la desesperación, del dolor: mirada perdida hacia ninguna parte. El resto, darán paso a una nueva hornada. David Villa (32) ya lo adelantó antes de emprender un torneo en el que todavía no ha jugado. A priori, Xabi Alonso (32) y Xavi Hernández (34) también colgarán la camiseta de La Roja. Igual que Pepe Reina (31). E Iker Casillas (33), después del desastre ante Chile, abrió la puerta a su despedida. «No lo sé, ya veremos», respondió cuando se le cuestionó si había afrontado su último duelo con España. El futuro del capitán, en el aire. Y restaría la duda de Fernando Torres (30), un futbolista que no ha sido el revulsivo que Del Bosque buscaba tanto en el estreno como en el sopapo contra los combativos jugadores del altiplano.
La sub21 campeona
Si se baja un peldaño, a la franja de edad más numerosa, la que va de los 25 a los 29 años, trece integrantes, también se encuentran hombres que, casi con total seguridad, han vivido sus últimos días en la selección. Albiol (28), quizá Juanfran (29) y un Cazorla que también se acerca a la treintena. Pero España posee un potencial enorme. Con Piqué (27) y Ramos (28), que deberían asumir el papel de símbolos (junto a Iniesta), escoltados por Cesc (27), Busquets (25), Pedro (26), Mata (26), y el ahora discutido Diego Costa (25), entre otros.
De todos modos, existen más profesionales con la capacidad, la clase y la fe para liderar este grupo. Javi Martínez (25), Azpilicueta (24), Alba (25), Koke (22) y De Gea (23) ya han pisado el Mundial. Los dos últimos fueron campeones de Europa sub21 en 2013, en Israel, con un grupo que revalidó el título de 2011. Ahí reside la base del renacimiento, en ese grupo triunfador. Con un estilo de juego idéntico al de la absoluta -ese camino ya está andado y ahí se entendería la llegada de Lopetegui- debe servir de guía y referencia para esta regeneración tan necesaria para un equipo que deambuló sin alma en Salvador y Maracaná. Están un Thiago (23) al que una lesión le ha privado de Brasil, mejor jugador de aquel campeonato, como Mata en 2011; un Alberto Moreno (21) por el que se pelea media Premier; los madridistas Carvajal (22), Isco (22), Illarramendi (24) y Jesé (21), aunque éste no estuvo en aquel torneo. Tampoco vivieron la gloria Iturraspe (25), ya citado en la preselección, y Ander Herrera (24), aunque sí Iker Muniain (21). Un trío del Athletic que apunta a ese futuro en el que también pueden aparecer Iñigo Martínez (23), Bartra (23) y Montoya (23). Y Oliver (19) y Denis Suárez (20) empujando desde atrás. España está dañada, pero disfruta de instrumentos para cerrar esa herida.
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