Secciones
Servicios
Destacamos
Ignacio Tylko
Martes, 17 de junio 2014, 02:13
Las lágrimas del teñido Neymar, emocionadísimo tras la fervorosa interpretación a capela de la segunda parte del himno nacional de Brasil, permitían soñar con un despliegue enorme del anfitrión. Desde que surgieron los movimientos sociales en contra del Mundial creció de forma paralela una corriente ... de exaltación nacional. Y fue precisamente en Fortaleza, sede del choque ante México, donde los aficionados y jugadores comenzaron a cantar el himno de forma desgarradora en la pasada Copa Confederaciones. Sentimiento al servicio de la letra compuesta por Francisco Manuel da Silva en 1822, cuando el país se independizó de Portugal.
Las lágrimas del teñido Neymar, emocionadísimo tras la fervorosa interpretación a capela de la segunda parte del himno nacional de Brasil, permitían soñar con un despliegue enorme del anfitrión. Desde que surgieron los movimientos sociales en contra del Mundial creció de forma paralela una corriente de exaltación nacional. Y fue precisamente en Fortaleza, sede del choque ante México, donde los aficionados y jugadores comenzaron a cantar el himno de forma desgarradora en la pasada Copa Confederaciones. Sentimiento al servicio de la letra compuesta por Francisco Manuel da Silva en 1822, cuando el país se independizó de Portugal.
Pero el problema de la seleçao, confeccionada a su imagen y semejanza por Scolari, no tiene que ver con el compromiso, sino con el fútbol. Es más una cuestión relacionada con los jugadores, con el nivel discreto del centro del campo, del punta Fred y el estado de forma discutible de los laterales Dani Alves y Marcelo, puñales que penetran por los costados de los rivales. Hay que insistir en que Luiz Gustavo es muy del gusto del técnico pero no alcanza el nivel para una selección campeona. Puede ser un buen complemento, pero tampoco Paulinho es un centrocampista extraordinario. Está acostumbrado a tocar y a bregar en el Tottenham, pero no es un medio distinguido.
Tampoco hay que restar méritos el trabajo realizado en México el técnico Miguel Herrera, que pasó de ser interino para la repesca a titular después de clasificar a la Tri de forma brillante ante Nueva Zelanda. En poco tiempo, ha dotado de consistencia a una selección con talento pero que careció de solidez durante un Hexagonal lamentable, entonces conducida por Chepo De la Torre.
Aunque son importantes jugadores como Héctor Herrera, centrocampista del Oporto, el espanyolista Héctor Moreno, Andrés Guardado, ahora en el Bayer Leverkusen, o Giovani, el fino estilista del Villarreal, cada vez es menos necesario recurrir a jugadores europeos para nutrir a un combinado dirigido desde atrás por Rafa Márquez, que a sus 35 años ejerce como indiscutible capitán pese a que vive quizá sus últimos tiempos de profesional en el Club León.
Intensidad, concentración, buen despliegue físico pero muy poco reseñable en un primer tiempo para el bostezo de no ser por las genialidades de Neymar, decidido a echarse el equipo sobre sus hombros en busca del sexto título universal. Acabó la temporada lesionado en el Barça pero se le ve bastante fino y desequilibrante. Se lo come y se lo guisa y es de los pocos futbolistas de la Canarinha, por no decir el único, que goza de bastante libertad.
La mejor y en realidad única gran ocasión local antes del descanso llegó producto de un cabezazo extraordinario de Neymar. No es el fuerte del delantero del Barça pero se elevó con la potencia y fe de Sergio Ramos o del Puyol de los buenos tiempos. Estaba vigilado pero superó al defensor y no marcó porque Guillermo Ochoa, el portero del Ajaccio francés, la sacó sobre la misma raya en una parada espléndida. Había alguna duda pero la resolvió la tecnología bien aplicada al fútbol. México controló la situación sin grandes sobresaltos, pero es cierto que tampoco se acercó a Julio César. Los aztecas no se complicaron. Trataron sobre todo de acabar las jugadas, aunque fuera a base de lanzamientos lejanos, para no sufrir esos temidos contragolpes con Neymar enfrente. En esta ocasión, los brasileños no pudieron contar por unas molestias musculares con la potencia y rapidez de Hulk, reemplazado por Ramires. El único susto para Brasil llegó tras un zapatazo de Herrera que desvió Julio César, aunque ni el árbitro turco ni sus asistentes se enteraron y señalaron fuera de puerta.
Aceleró Brasil tras el intermedio, ya con Bernard en lugar de un insustancial Ramires, y fue encerrando a los mexicanos. Casi siempre por obra y gracia de Neymar, fue generando ocasiones que abortaba el portero. No llegaba el gol y Scolari retiró a Fred, que apenas la había tocado, y apostó por Jo, un delantero que ganó la Libertadores con el Atlético Mineiro, es rápido por su poderosa zancada, pero tampoco tiene mucho gol. Dispuso de una oportunidad muy clara enseguida, pero golpeó en semifallo.
«¡Así remato yo!», exclamó una señora mayor costarricense que tenía sentada cerca y apoyaba al anfitrión por aquello de la rivalidad con los mexicanos en Centroamérica. Y se llegó al final, tras un cabezazo a bocajarro de Thiago Silva que desvió el guardameta y otra gran parada de Julio César, bien este martes aunque ya se le discute hasta en Toronto.
México vengó en parte la derrota sufrida en este mismo escenario en la Confederaciones y Brasil no pudo devolverle la amarga derrota en la final de los Juegos Olímpicos de Londres. Los anfitriones soñarán con Guillermo Ochoa, pero no caben justificaciones. Se clasificarán seguramente como líderes de grupo si vencen a Camerún, pero no asustan.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.