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Ignacio Tylko
Sábado, 14 de junio 2014, 00:42
No iban de farol los humildes ticos cuando prometieron que competían en Brasil con el reto de repetir la gesta de Italia90, cuando alcanzaron los octavos de final, y que actuarían sin tensión, motivados y confiados en poder plantar cara a grandes potencias el llamado ... grupo de la muerte. Keylor Navas es el Gabelo Conejo de hace casi un cuarto de siglo y esta selección se construye bien desde atrás hacia adelante. Es descarada, rápida y con capacidad para cambiar el ritmo, acelerar y reaccionar.
En Fortaleza, obró el milagro de remontar ante la siempre orgullosa, corajuda, dura y competitiva Uruguay, aunque accedió al Mundial con una selección ya muy vista y desgastada. Joel Campbell, delantero del Arsenal cedido en el Olympiacos tras pasar por el Betis, Óscar Duarte, defensa del Brujas, y Marco Ureña, delantero del Kuban Krasnodar ruso, se han convertido en los nuevos héroes de la mágica Costa Rica.
Uruguay despertó bruscamente del sueño de un nuevo Maracanazo. Lo deseaba con sus mismas armas de siempre, al menos desde que Óscar Washington Tabárez fue reclutado de nuevo para dirigir los designios de los celestes. Se le acusa de conservador en sus planteamientos y de amiguismo a la hora de confeccionar las listas, pero los resultados están ahí, con ese cuarto puesto en el Mundial de Sudáfrica y la conquistas posterior de la Copa América.
Se le reprocha que mantenga a veteranos como el central Lugano o el delantero Diego Forlán, ya con 35 años y quemando quizá la última etapa de su carrera en el Cerezo Osaka japonés. Y que insista en dos medios tan defensivos como Gargano y Arévalo Ríos. Esta generación de charrúas está mayor. No es casualidad que tuvieran que clasificarse en una repesca frente a Jordania.
Apenas habían ocurrido jugadas reseñables en Fortaleza, salvo un gol bien anulado a Godín por fuera de juego y una volea de Cavani que se marchó alta porque el delantero del PSG puso mal el cuerpo en el golpeo, cuando Uruguay se adelantó. Tras una falta lejana y lateral que lanzó Forlán, el encargado de ejecutar siempre la estrategia por galones y calidad, Díaz agarró a Lugano de forma grosera con los dos brazos. Fue penalti, aunque el central del West Bromwich Albion teatralizó. Cavani lanzó ajustado al palo y Keylor no llegó aunque le adivinó la intención.
Los ticos montaron su blindaje antibalas con cinco defensores y no sufrieron apenas en su retaguardia, pero apenas podían percutir en la férrea zaga celeste. Se quejaron tímidamente, y con razón, de que el árbitro alemán permitió los agarrones de Godín en infracciones merecedoras de penalti, pero no intimidaban a Muslera, dubitativo como siempre en las salidas. Dirigidos por el colombiano Jorge Luis Pinto, los centroamericano se marcharon al descanso en mínima desventaja porque el portero del Levante supo rectificar y hacer un paradón tras un disparo de Forlán que se envenenó tras golpear en un defensa. Ahí residió una de las claves del choque, ya que permitió la soberbia reacción tica tras el descanso. Se confiaron los uruguayos, convencidos de que su gol sería un tesoro, se echaron muy atrás y lo pagaron con el cruel castigo de la derrota.
En tres minutos, dos golazos voltearon el duelo. Tras la mejor combinación del partido, Campbell definió con un disparo seco con la zurda. Y, a balón parado, los uruguayos probaron de su propia medicina. Duarte se anticipó a Stuani y firmó un cabezazo espléndido pese a tener la bota del espanyolista casi en la cabeza. Y cerca del final, el recién centrado Ureña consumó una victoria épica y la debacle de un equipo celeste violento en la derrota. Enorme sorpresa en Castelao, aunque no por el juego desplegado por los contendientes.
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