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Ignacio Tylko
Sábado, 14 de junio 2014, 00:56
Cuando dos selecciones son atrevidas y se empeñan en buscar el área rival en lugar de marear la perdiz con pasecitos intrascendentes en el medio del campo o blindarse con un ejército de soldados en la retaguardia, de vez en cuando también ocurre que se ... ven grandes partidos en este fútbol moderno, preso de la táctica y el equilibrio. Sucedió en Manaos, donde ingleses e italianos jugaron desatados y compitieron en buena lid, sin trampa ni cartón, sin provocaciones ni representaciones teatrales.
Jugaron a todo trapo mientras el físico se lo permitió. Pocas faltas y deportividad extrema en un ejemplo magnífico de fair play. Venció Italia pero pudo hacerlo también Inglaterra, que a este nivel no debería tener problemas para superar a Costa Rica y Uruguay, y entrar en octavos.
Los contendientes desafiaron a un calor achicharrante que anestesió incluso a los hoolingans, amodorrados también por los litros de cerveza que corrían por sus venas, y a una humedad extrema que dificulta la práctica del fútbol y hasta salir a pasear. En la sauna que es la capital del estado de Amazonas y centro de la selva tropical, ofrecieron el mejor partido de este Mundial hasta la fecha, con permiso de la exhibición de Holanda ante España. Y eso que el césped, blando y levantándose a cada paso, es indigno de un campeonato, tal y como denunció el sindicato internacional de futbolistas.
Ni la amenaza de bomba en los aledaños del estadio que horas antes del choque disparó las alarmas y obligó a la policía a redoblar el dispositivo de seguridad y a retirar un vehículo estacionado por la zona, arrugó a los contendientes. Perdió esta vez pero hay que agradecerle su osadía al viejo Roy Hodgson, forjado en nada menos que 16 equipos, 6 países y las selecciones de Suiza, Emiratos Árabes y Finlandia, además de los pross.
Había serias dudas pero se decidió a apostar por los emergentes valores ingleses, que pusiera en liza un once con futbolistas tan ofensivos como Sterling, Welbeck y Sturridge cerca del veterano Rooney, que agradece estar acompañado por estas balas.
Hace tiempo que Cesare Prandelli regeneró la Azzurra y abrió la mano a los nuevos talentos italianos. Se olvidó del catenaccio y apostó por un modelo similar, con matices, al que condujo a España al mayor éxito de su historia. Mantiene, eso sí, a Pirlo, el metrónomo de Italia porque marca el tiempo y la velocidad.
Credenciales
Los británicos mostraron sus credenciales en un arranque espectacular. Combinaciones rápidas, aperturas a las bandas, centros y disparos. El fútbol de toda la vida, vaya. Disparos de Sterling, Henderson y Welbeck amenazaron a Sirigu, el portero del PSG y sustituto natural de Buffon, lesionado cuando en el último entrenamiento se le dobló el tobillo. Pero los transalpinos aceptaban el ida y vuelta y acertaron primero.
El gol de Marchisio fue bellísimo. Córner sacado en corto, pase de Verratti a Pirlo y engaño mágico del barbudo cerebro de Flero. La dejó pasar entre sus piernas para que el centrocampista de la Juventus la pudiera cruzar libre de marca desde fuera del área. Hart estaba tapado y se estiró tarde.
La respuesta británica fue fulminante, apenas dos minutos después. Sterling vio el desmarque de Rooney por la izquierda, se la dio en profundidad y el extraordinario centro del discutido Wayne lo remató el ariete del Liverpool llegando desde atrás. Cuando el partido daba un respiro por los goles, ya que no había tregua ni interrupciones por faltas y pérdidas del tiempo, unos y otros buscaban sus banquillos para pedir agua. Era un duelo extenuante hasta para el espectador. Y continuó con ritmo tras el descanso. Los británicos dominaban más pero los italianos también insistían en probar a Hart, campeón con el City pero con dudas.
Hasta Balotelli tuvo su día, ya que acertó al cabecear un gran centro pasado de Candreva y volvió a desnivelar la balanza. En el último tramo los italianos guardaron más su preciado fortín y Prandelli recurrió a Motta. Las constantes acometidas de los ingleses no encontraron premio. Rooney, que intentó el disparo a contrapié del portero, falló la ocasión más clara. Y Sirigu estuvo sobresaliente. Nadie echó de menos a Buffon. Moría el duelo cuando Pirlo, sudoroso él, lanzó con maestría un lejano tiro libre y la estrelló en el travesaño. Había engañado a Hart como en un penalti. El Mundial acaba de empezar pero en Manaos presentaron candidaturas.
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