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Ignacio Tylko
Viernes, 13 de junio 2014, 00:35
Espoleados quizá por la humillación que sufrió España y advertidos del potencial neerlandés, los chilenos salieron dispuestos a cenarse a los socceroos sin segundo plato ni postre. Los de Sampaoli trataron de saciarse por la vía rápida, se hincharon de balón pronto y al final ... casi se indigestan y ven como el viejo Tim Cahill les agua la fiesta.
No podían fallar frente a la cenicienta del grupo y tenían que dar un golpe de autoridad que les confirmarse como esa apuesta escondida de casi todos, pero los chilenos no maravillaron. Fueron de más a menos y padecieron una barbaridad atrás en todos los balones aéreos, rematados siempre por Cahill porque ni Gary Medel ni Jara tienen estatura y manejo para ser centrales. Ese es un punto débil de una selección rápida, dinámica y correosa.
Contra todo pronóstico, el técnico argentino alineó a Arturo Vidal a pesar de que la rodilla derecha aún se le inflama por una intervención de menisco sufrida hace poco más de un mes. Concluyó que no había riesgo de recaída y que era preferible que el juventino disfrutase de minutos para ir cogiendo la forma. En un Mundial, ciertamente, no se sabe cuál puede ser la cita clave.
Alexis Sánchez, irregular en el Barça seguramente porque no puede jugar con la libertad y seguridad en sí mismo que tiene con su país, ejerció de líder en un arranque pletórico. En apenas un cuarto de hora, los chilenos parecieron encarrilar una goleada de campeonato. En dos minutos, dos goles. Primero, Alexis ejerció de oportunista para rematar un balón suelto tras gran jugada y centro de Aranguiz, un medio de ida y vuelta. Después, arrancó con potencia, se la cedió a Valdivia y el centrocampista ofensivo del Palmeiras firmó un gran gol desde fuera del área. Le cuesta adaptarse a la presión que exige Sampaoli, discípulo de Bielsa, estuvo un año sin jugar en la selección y acusó su marcha al fútbol árabe, pero se ha reencontrado en el Palmeiras brasileño y por algo le apodan el Mago. No es un prodigio físico, pero le sobra clase.
Australia apenas había dado señales de vida, quedaba a merced del empuje de los sudamericanos y sus jugadores seguro que recordaban las derrotas ante Jordania y Omán en la clasificación y sendos 6-0 en amistosos contra Brasil y Francia. Pero se metieron en el partido tras un certero cabezazo de Cahill. Le llegó un centro desde la derecha, se elevó, puso en evidencia a Medel y marcó su cuarto gol en un Mundial. Tiene el honor, además, de ser el primer aussie que anotó en una fase final del gran torneo.
Ya advirtió en la víspera Postecoglou, el técnico australiano de origen griego, que si algo caracteriza a los deportistas de Oceanía en cualquier disciplina es que nunca bajan los brazos ante las adversidades, ni desisten. Y en la segunda parte se fueron con inusitada fe en busca del área de Claudio Bravo.
Los chilenos sufrieron una inmensidad. A Cahill le anularon bien un gol de cabeza por un fuera de juego justito y luego Bresciano obligó a lucirse al todavía portero de la Real Sociedad. Sampaoli tuvo que retirar a Vidal, que se marchó muy enfadado quizá porque se ve impotente físicamente, y Valdivia, para ganar músculo. Los australianos estaban más frescos, quizá porque su condición física de base es mejor y no juegan en ligas tan competitivas, y atosigaban. Vargas se anticipó a un defensa y la tocó suave para certificar la victoria pero Wilkinson salvó sobre la raya, tal y como demostró la tecnología. Y los chilenos pedían ya casi la hora cuando el recién entrado Beausejour se reivindicó con el gol de la tranquilidad.
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