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Unai Mezcua
Lunes, 1 de marzo 2021, 01:32
Paso adelante para el coche autónomo, y con acento español. Investigadores de la madrileña Universidad de Alcalá, en el marco del proyecto internacional Brave, han logrado perfeccionar las dotes de predicción de siniestros y de comunicación de los vehículos autoconducidos. Se trata de ... dos aspectos claves de cara a facilitar la aceptación social de este tipo de automóviles, cuya situación técnica y tecnológica, por ahora, está muy por delante de la normativa.
El equipo, formado por una veintena de personas, ha perfeccionado las capacidades a la hora de detectar con antelación los comportamientos de otros usuarios de la vía, lo que contribuirá de forma significativa a la reducción de la siniestralidad vial. Además, ha desarrollado un sistema de comunicación mediante señales luminosas con los peatones, ciclistas y conductores de otros vehículos, de forma que no se sientan inseguros al toparse con un coche sin nadie al volante.
«El objetivo es mejorar la aceptación de los vehículos autónomos por parte de los usuarios», explica Miguel Ángel Sotelo, profesor e investigador principal del proyecto Brave. En el programa, respaldado con fondos europeos, participan también instituciones como el RACC, el instituto de transportes de la Universidad de California o el UTAC, el instituto tecnológico galo donde se han realizado las pruebas técnicas, bajo los estándares del sistema de evaluación EuroNCAP.
Las mejoras aplicadas por los investigadores españoles han permitido recortar en unos 400 milisegundos la antelación con la que se detecta, por ejemplo, si otro conductor va a cambiar de carril, en comparación con el tiempo que necesitaría un conductor humano. Un tiempo que, aunque pueda parecer escaso, puede suponer la diferencia entre un susto y un grave accidente. El coche también es capaz de predecir, por ejemplo, las intenciones de los peatones que quieren cruzar la calle.
El trabajo realizado sobre el vehículo autónomo, de nombre Drivertive -de nivel 4 en la escala de automatización SAE, es decir, capaz de circular sin supervisión humana por una ruta predefinida- también ha permitido desarrollar un sistema de comunicación mediante una banda luminosa. Esta «interfaz externa», como la denominan, consiste en una banda de luz ubicada en el frontal del vehículo, que se ilumina con un color azul turquesa para indicar que el vehículo autónomo está en funcionamiento. «El turquesa es un color muy poco usado en carretera y creemos que será el estándar», detalla Sotelo. El vehículo alterna entre distintos modos de activación de la luz: si está arrancando, la luz se desliza de izquierda a derecha; si está parado, la luz es intermitente; o si está en modo crucero, la luz es estable. Otra luz, de color verde, indica a un peatón en un cruce su intención de parar y cederle el paso.
«En 2017, cuando se planteó el proyecto, se pensó que la tecnología de coche autónomo existía, y lo que se buscó era mejorar algunos aspectos», amplía Sotelo, que explica que la tecnología desarrollada por su equipo podría incorporarse a los coches de producción en un lapso de dos años. «La tecnología (de conducción autónoma) está prácticamente lista, pero demostrar que es segura exige millones de kilómetros de conducción. Eso se traduce en años. Y a nivel de regulación, el retraso es aún mayor. Europa se está quedando rezagada ante China y Estados Unidos», considera. Además, según diversos estudios, el porcentaje de usuarios dispuestos a confiar en un coche autónomo ronda el 50%, con importantes diferencias según el país. Por ello, como apostilla, «la pregunta del millón de dólares es si estamos dispuestos a convivir con él».
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