DS 4: pasos en la dirección correcta

Ocurre con las marcas de lujo: Rolex, Montblanc o Hermès tienen todas estas asociaciones. Y la industria automotriz, premium desde sus orígenes, lleva más de un siglo trabajando su 'branding'. Ferrari ha participado en todos los grandes premios de Fórmula 1. Mercedes fue, literalmente, la creadora del automóvil.

DS no es extraña en este segmento, tampoco. Fue, a fin de cuentas, el coche presidencial de Charles de Gaulle en los años '60 —su suspensión hidroneumática salvó su vida en un atentado en el que recibió 140 balazos—, pero al quedar relegada, primero al olvido, y posteriormente a asociarse con Citroën, la marca francesa perdió su lustre de alta alcurnia.

Es esto precisamente lo que Stellantis quiere resucitar, dentro de su estrategia de emblemas premium —el fabricante ha afirmado que pretende que su peso en la cifra de negocio pase del 4% actual a un 11% en 2025—, pero se enfrenta a una competencia feroz y a un público duro de roer.

A pesar de que el SUV DS 7 sea, una vez más, el coche presidencial francés, es el compacto DS 4 el que a mi juicio mejor se enmarca en el segmento premium. Hasta el momento, la marca francesa había apostado por el deslumbre como estrategia de imagen en el interior, con superficies excesiva e innecesariamente brillantes.

Los cambios del diseño interior, en los que se ha ido pasando paulatinamente de la bisutería a la joyería, en la que la calidad de los acabados y materiales habla por sí misma y en la que los diseñadores han optado por el 'menos es más' como filosofía, son un paso en la dirección correcta y es en el DS 4 cuando realmente bordan el tacto con el que enfrentarse a sus rivales de segmento alemanes.

Todo ayuda: los sonidos de bienvenida y despedida, el tacto sólido de los botones, el sistema HUD en alta resolución —es de los mejores del mercado—, el volante de alcántara, el sistema de sonido potente, la conectividad fluida con el smartphone o los comandos por voz que, gratamente, funcionan rápido.

Los vehículos premium, además, tienen que tener asociado un tacto muy particular en la conducción. La mejor manera de describirlo es la de competencia silenciosa: el motor, de por sí, es tranquilo y responde con suavidad. Pero, si se le requiere, es capaz de entregar fuerza rápidamente y alcanzar velocidades altas sin despeinarse. Y el DS 4 cumple.

La versión que probamos nosotros fue la diésel de 131 CV, la menos potente de toda la gama —también está disponible con motor gasolina de 181 CV o híbrida enchufable de 225 CV—, pero no lo parecían: en ningún momento nos quedamos con ganas de más potencia.

El único sistema que me dejó perplejo fue una pequeña pantalla táctil situada en la consola central, cerca del selector de marcha. Muchos modelos premium han comenzado a instalar funciones en sus reproductores de música a través de gestos y una pantalla táctil parecía la interfaz perfecta para pasar de canción o retroceder.

En la semana que estuve probando el coche no conseguí deducir por mí mismo su funcionamiento y tuve que acudir al manual. El DS Smart Touch tiene que ser configurado primero para desbloquear su potencial, pero permite acceder a atajos con un gesto rápido, así como controlar elementos del navegador. Sin duda, la intuitividad es un grado.