No es un tema agradable, pero todo tiene una explicación. A muchos dueños de perros les trae de cabeza y no saben cómo evitarlo. Porque es habitual que los perros se sientan atraídos por las heces de otros animales, sobre todo vacas, caballos e, incluso, ... humanos, que se revuelquen en ellas y hasta las ingieran. Al dueño, lógicamente, le desagrada y la mascota acaba en el baño. Los olores son la principal causa de esa atracción fatal. Aunque cueste creerlo, comer heces es una conducta natural, si bien no está exenta de riesgos. Los excrementos de otros animales pueden contener bacterias y parásitos que transmitan enfermedades y, en el caso de las humanas, medicamentos o, incluso, estupefacientes que puedan dañar seriamente a la mascota. Por eso, aunque sea una conducta natural en origen, debemos tratar de deshabituar a los animales a hacerlo, sobre todo a las mascotas que convivan con nosotros.
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Hay distintas teorías sobre las causas, como el hecho de que puedan hacerlo por una carencia nutricional o mimetismo, al ver las mascotas a sus dueños recoger las heces o porque muchas hembras se comen las cacas de sus cachorros para mantener el espacio limpio. También se ha apuntado a problemas nutricionales, como la falta de vitaminas y minerales en la dieta de los animales y que encontrarían en los excrementos. «No hay una teoría certera pero, desde luego, no es por ninguna carencia nutricional. Antes se podía pensar eso pero hoy, con la sobrealimentación que hay de los animales (y las personas), lo siguen haciendo», advierte Calos Bustillo, veterinario de la clínica Bustillo Veterinarios de Logroño. «Hay un comportamiento de coprofagia que se da en cachorros por diferentes motivos, fundamentalmente por mantener el contacto con la naturaleza y es una fase que desaparece», señala Bustillo. «Es asqueroso para la persona pero no es grave, aunque sí puede haber problemas intestinales. Si la mascota está bien desparasitada no debería haber problemas», añade el veterinario.
Y quién no le ha dado un buen baño al perro, acto seguido le ha dado un paseo orgulloso y ha acabado minutos después volviendo a bañarle porque se ha rebozado con una caca o un animal muerto de fétido olor. «Hay teorías que apuntan a que puede ser un insecticida natural porque el olor puede repeler a los artrópodos. Realmente es un tema de comportamiento, así establecen sus relaciones de dominancia, su carácter sexual… Es más frecuente en animales sin castrar, por la territorialidad», expone Bustillo.
La explicación es semejante, obedece a una conducta residual del comportamiento de la manada, ya sea para mantener el estatus de cazador o para camuflarse. Es habitual que un perro recién bañado se frote con la hierba, precisamente, para eliminar el aroma del jabón que a nosotros tanto nos agrada pero a él no y así adquirir en su cuerpo olores más naturales. «Reñir al animal no funciona mucho, más bien suele reforzar el comportamiento», advierte Bustillo.
Para evitarlo, Ana Rodríguez, educadora canina de Dejando Huella, recomienda trabajar la llamada. «El animal debería entender que en nosotros va a encontrar una fuerza mayor que en un resto orgánico y, cuando venga, aunque haya dado algún bocado ya, que tenga un refuerzo positivo, un premio o un juego. Aunque lo queramos 'matar', porque lo importante es que ya está con nosotros y lo podemos atar y redirigir», explica. «Hay que entender que para los perros es un comportamiento natural porque son desperdicios de alimentos que les llaman mucho la atención y les despierta el instinto. Hay que trabajar el autocontrol, que es difícil, pero se puede y también nos puede ayudar en casos de posible envenenamiento», recomienda Rodríguez.
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Claro que, por encima de todo esto, subyace un problema de civismo, que es la proliferación, cada vez mayor, de heces humanas. Los dueños de animales están obligados a recoger los excrementos de estos, con multas de hasta 750 euros si no lo hacen. ¿Y los humanos? La ordenanza municipal de la convivencia ciudadana del Ayuntamiento de Logroño marca igualmente la prohibición de hacer necesidades fisiológicas, como escupir, orinar, defecar o hacer otras necesidades en las vías públicas y en los espacios de uso público, considerando que se agrava la conducta cuando se realice en espacios de concurrida afluencia de personas, frecuentada por menores o cuando se haga en monumentos o edificios protegidos, como puede ser un parque, como donde en los últimos años son cada vez más frecuentes las heces humanas, sobre todo aprovechando los frondosos matorrales y arbolados que ofrecen un espacio oculto que, cuando se desbroza, desaparece y con ello también la abundancia de cacas allí depositadas y olvidadas como una ofrenda al sol. Estas acciones se consideran infracciones muy graves sancionadas con multas de entre 401 y 600 euros, si bien es raro que alguien haya sido multado por tal conducta. «Lo más importante es que la gente no haga sus necesidades donde no corresponde, y si, por lo que sea, ocurre, que le pongan un remedio: que lo tapen, lo oculten o se lo lleven», opina Ana Rodríguez.
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