Vendimiar como hace cuatro siglos

En el palacio de Viana, el hogar de su marca, se acerca la hora de comer y los turistas más madrugadores ya están degustando y disfrutando su menú. Dos parejas de andaluces, con calma, simplemente reservan hora para más adelante.

Pero el palacio de Viana, del siglo XVII, no es solamente otra parada más en la ruta gastronómica de Laguardia. Aquí, en el subsuelo, se siguen creando con mimo los vinos de Mayor de Migueloa. Y se elaboran en todo el sentido de la palabra: no sólo se bajan las barricas al 'calao' para que completen su maduración allí. Aquí se hace todo el proyecto de producción. 15.000 kilos de uva entran en carros al recinto amurallado y bajan al sótano de la bodega para obtener botellas como la de 'El Foehn' o la edición limitada de su 'Damajuanas'.

El proyecto es único en el municipio. Nadie más recorre todo el proceso productivo dentro del recinto amurallado. Gutiérrez tomó la decisión durante la pandemia, cuando el confinamiento le «dio tres meses para hacer ese proyecto, rehabilitarlo e ir un paso más allá». «Sin la recuperación completa de la bodega -hasta entonces servía de hotel y restaurante-, esto estaba incompleto. En contra de la tendencia de los 'wine-bar' y las tapas, me parecía mucho más importante poder elaborar uva dentro de Laguardia. Con todas sus dificultades, pero con todo su romanticismo».

En el 'calao' hoy toca mover algunas barricas. Y eso implica bajar unas escaleras viejas e inclinadas con el tonel. De espaldas y a pulso. Casi nada. Cuando se le pregunta si merece la pena todo el esfuerzo, Gutiérrez salta como un resorte. «El otro día tuve un cliente de una familia adinerada española, de empresa, con inversiones en bodegas. Y me preguntaba si es rentable. Respondí que, emocionalmente, es mucho más que rentable». «Satisface cien mil veces más. Con esto me levanto ilusionado, con inquietudes, con preocupaciones: no lo digo como aspecto negativas, sino preocupaciones que te mantienen vivo. Yo, si te digo la verdad, no me jubilaría», abunda sin dudar.

Hacer el vino de forma tradicional implica unas pérdidas con respecto a los procesos industrializados -«en torno a un 10 ó 15%»-, pero «recuperar este proyecto te hace frenar», explica. «Aquí los tiempos los marcan las incomodidades de la entrada de los productos, del manejo de la bodega... todo hace que sea un ritmo mucho más pausado y nos va obligando a frenar el ritmo, que es lo que quiero. El ritmo lo marca la uva».

A las puertas de una nueva vendimia como en la vieja escuela, Gutiérrez explica que ya están haciendo muestreos con cien uvas de cada parcela, todas ellas de viñedo viejo. «Estoy muy contento con la calidad de la uva», refiere cuando se le pregunta por los mostos de este año.

La principal novedad que pretende introducir en este 2024 Mayor de Migueloa -que no hace siempre los mismos caldos a cada añada y que vende todo su producto en la propia bodega-, es «un vino blanco de autor».

La decisión no es baladí: el cambio de los hábitos de consumo está dirigiendo la demanda hacia estos vinos y alejándola de los tintos, especialmente los de media gama y alta graduación de alcohol. Es ese giro de demanda el principal causante de la crisis que vive el Rioja y que está asolando a los viticultores y bodegueros del sello vinícola a uno y otro lado del Ebro. «Aunque el objetivo primordial no sea lo comercial, lo comercial está ahí. No hacemos 10.000 botellas para coleccionarlas», concluye.