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Fernando Faces, en las instalaciones de la UNIR en Logroño. Miguel Herreros
«Se tiene que vender menos Rioja, mejor, a más precio y mostrar bien la marca»

«Se tiene que vender menos Rioja, mejor, a más precio y mostrar bien la marca»

Fernando Faces Profesor en el Instituto Internacional San Telmo ·

«La Rioja tiene unas oportunidades brutales porque permite una experiencia total y única ligada a su identidad»

Luismi Cámara

Logroño

Viernes, 21 de febrero 2020, 21:39

En estos momentos, coinciden en el tiempo las protestas de los agricultores españoles, la incertidumbre ante el Brexit, las medidas arancelarias de Estados Unidos y la discusión del pacto presupuestario de la política agraria común (PAC) en Europa que va a marcar los próximos años. «Así que el campo se encuentra en una encrucijada tremenda», explica Fernando Faces, profesor en el Instituto Internacional San Telmo y ponente en el Seminario Especializado en Empresas de la Cadena Alimenticia que tuvo lugar ayer en la UNIR y que forma parte del Programa de Dirección de Empresas Alimentarias. Nacido en un Logroño del que marchó hace medio siglo, con sus vastos conocimientos sobre la situación actual de la economía mundial ayuda a desentrañar las claves presentes y futuras del sector alimenticio y la agricultura española y riojana dentro de un entorno político y económico complejo e inestable.

-¿A qué se debe el malestar de los agricultores españoles?

-En los dos o tres últimos años ha habido una caída de las rentas agrarias en España, coincidiendo con unas malas cosechas que hicieron bajar la producción pero que, sin embargo, no provocaron una subida de precios y redujeron el margen de beneficio del agricultor al mínimo.

Inmediatamente, la reacción ha sido buscar culpables. Y estos han sido las grandes superficies. Son un problema pero no son todo el problema. Es evidente que el reparto en la cadena desde que se recoge el producto hasta que llega al consumidor no es equitativo, pero el margen de beneficio de estas grandes superficies tampoco es tremendo. Por lo tanto, la explicación a estas dificultades actuales no se encuentra totalmente aquí. El camino más fácil del Gobierno ha sido señalar un culpable y promover el cambio de normas que rigen esta cadena alimentaria para subir el precio en origen y hacerlo más justo.

-¿Qué más situaciones afectan al sector agrario español?

El problema es múltiple, partiendo de la dimensión de las explotaciones. En la agricultura española la atomización es tremenda. Ni la asociación en cooperativas lo soluciona. Con dimensiones tan pequeñas, la capacidad de negociación es mínima, no hay capacidad de investigación, de innovación, de desarrollo ni de adaptación. Así es imposible competir contra grandes inversores que se meten en grandes explotaciones con tecnologías avanzadísimas y costos reducidísimos que provocan un exceso de oferta en la que solo ganan ellos.

Por volumen, el pequeño agricultor no va a poder ganar nunca, por lo que debe reorientarse hacia la calidad o esperar la desaparición. Por ejemplo, la atomización en La Rioja es muy grande, con un grave problema de dimensión y de colaboración que causa la caída de las rentas agrarias. Los gobiernos deben promover e incentivar fiscalmente ese redimensionamiento hacia la unidad de explotación o, al menos, hacia la unidad para comercializar.

-En un mundo globalizado se están poniendo cada vez más fronteras. ¿Hacia dónde va a derivar todo esto?

-A corto plazo no se puede ser optimista y toca vivir tiempos inciertos, de escaso crecimiento y con un contexto de comercio internacional muy alterado y con amenazas.

Nos encontramos con un mundo de polarización, de renacionalización, que está virando hacia el proteccionismo. Este mundo afecta a las personas y a los productos. Se están cerrando las salidas, con ejemplos claros como el Brexit o la actitud de Estados Unidos.

-Aunque las ayudas europeas son necesarias, hay que hacerse a la idea de que van a ir reduciéndose los próximos años.

-Las protestas de los agricultores están justificadas y llevan razón al pedir las ayudas comunitarias porque los precios en origen son muy bajos y sin ellas se verían obligados a cerrar por falta de rentabilidad. Pero las subvenciones desde Europa se van a recortar cada vez más.

Por eso, hay que tener una agricultura competitiva y eso exige dimensión, investigación, abrir mercados, y es en esto precisamente donde no insiste nadie. Hay que luchar por el mayor bocado de la PAC y para que no baje el presupuesto comunitario, pero también –y sé que no es políticamente correcto en este momento- si te están ayudando, tienes que pelear por ser el mejor del mundo para tener más abierto el campo y sobrevivir cuando se recorten las ayudas. No es un momento catastrófico pero es un momento en el que no se pueden cometer errores, en el que no se pueden hacer tonterías. Son tiempos donde avanzar cuesta porque hay muchos elementos que te tiran para atrás.

La edad de la ira

-El contexto político también marca cualquier decisión económica.

-Estamos en la edad de la ira. Hay una polarización tremenda. Los políticos hacen discursos ofensivos, se tiran los trastos unos a otros. No hay grises ni puntos intermedios. O estás conmigo o estás contra mí. El poder en España se ha distribuido hacia los extremos, con Vox y Podemos, el centro se está quedando vacío. Y esto está pasando en todo el mundo como consecuencia de las décadas de los excesos en la prosperidad. Tomar decisiones llegando a acuerdos y consensos es muy difícil. Por tanto, el contexto político no ayuda en absoluto.

-Eso, en España. En el mundo la cosa no va mucho mejor...

-El poder económico también se está polarizando. China rivaliza con Estados Unidos por ser la primera potencia mundial. El proteccionismo estadounidense viene derivado de la pérdida de protagonismo y su lucha con China no es solo comercial, también es tecnológica y de poder.

Posiblemente, en los próximos años, Europa tendrá que decidir si va con uno o con otro en esta bipolaridad mundial. Europa se ha desespecializado, no tiene ningún punto fuerte. Ni es la primera tecnológicamente, ni militarmente, ni económicamente. Está perdiendo poder día a día y, con ella, todos los países que están dentro. No acabamos de decidir qué Europa queremos. Si apostamos por el federalismo como Estados Unidos o preferimos una Europa intergubernamental en el que los países cooperan.

En este choque de bloques, Trump no está jugando acertadamente. Es absurdo que un país comunista como China haya llegado a decir que estaba dispuesta a liderar el libre mercado porque Estados Unidos no quiere hacerlo, porque va contra corriente. Trump está en un plan que no hay quien le aguante y a nadie le gusta estar con un maestro que le da coscorrones constantemente. Por eso Europa está yendo del lado chino, un compañero de viaje que igual no es de fiar pero que de momento le trata bien.

-¿El camino hacia la supervivencia es la innovación?

-La base de todo en cuanto a innovación la componen la digitalización, los datos y la inteligencia artificial para interpretar y explotar esos datos. Parece una cosa muy etérea pero está avanzando a una velocidad tal que las relaciones comerciales, económicas, técnicas, biológicas, están basadas en información y está revolucionando el mundo y afecta a todos los sectores.

¿La agricultura qué está haciendo con los datos y la inteligencia artificial? ¿Los tiene? ¿Los maneja? Sí. Pero están en manos de las grandes explotaciones agrarias. En un sector atomizado es imposible aplicarlos porque un pequeño agricultor ni tiene la preparación ni los medios. Exige dimensión y colaboración.

La agricultura no puede ir por otro lado. Los datos permiten saber qué tiempo va a hacer, conocer las carencias de una parcela... Datos, datos y más datos. El problema es que no se está dando en el 90% de la agricultura nacional porque no tienen la capacidad de llegar a ello. Pero, si todos ellos no se adaptan, los grandes se los comerán y desaparerán.

Si se entra en este nuevo modelo, se va a poder alcanzar una producción y rentabilidad más alta. Además, en un mundo en el que los gustos de los consumidores cambian a gran velocidad, es la única posibilidad para realizar los cambios al instante, para adaptarse rápidamente al mercado.

-¿En qué posición se encuentra La Rioja en esta situación tan compleja?

-La Rioja ha estados siempre entre la seis primeras regiones españolas en cuanto a renta per cápita. Está en una especie de cruce de caminos muy interesante comercial y económicamente. Le ha ido bien siempre.Sin embargo, aunque está por encima de la media de exportación al exterior del país, se va a ver afectada por todas las medidas que se tomen a nivel global pese a ir por el buen camino de abrirse.

-¿Y hacia dónde debería ir?

-La agricultura cumple más funciones que las de proporcionar comida. En un momento en el que se tiene tan presente la protección del medio ambiente, del clima y la España vaciada, la agricultura es fundamental y está justificado que sea apoyada, aunque eso no quita que tenga que perseguir el objetivo obligatorio de la productividad y la rentabilidad.

Hay que ir hacia la especialización, hacia la calidad. En el vino de Rioja se debe ir por ese camino y estar entre los mejores. Si no, tendrá problemas porque en el mundo cada vez se hacen mejores vinos. Hay que investigar qué tipo de vino les gusta a las nuevas generaciones, a los consumidores de entre 25 y 50 años, porque están cambiando los gustos. En La Rioja hay muy buen vino pero no lo sabemos vender y nos negamos a cambiar. Se debe vender menos Rioja, mejor y a más precio y trabajar profundamente en la comercialización; llevar la marca al nivel o por encima del nivel del producto.

También hay que profundizar en el enoturismo. El vino tiene que ver con la identidad de La Rioja, con el territorio y la cultura. Hay que vender productos únicos y una experiencia. Cuando hablamos de turismo, vino y gastronomía estamos hablando de la misma cosa. La gente no percibe las cosas aisladas, lo hace en un entorno y en unas circunstancias. Y La Rioja tiene unas oportunidades brutales porque es pequeño y muy concentrado y permite una experiencia total. El paisaje, el clima, el vino, la gastronomía, todo está unido en La Rioja. Hay que potenciar esas sinergias para explotar la identidad, la exclusividad, la singularidad, la calidad. Son los valores que hay que destacar y, para ello, todos los sectores públicos y privados tienen que trabajar juntos. La Rioja debe venderse como una experiencia con muchos pies.

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