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Regresaron las movilizaciones el domingo y volvieron los tractores a las carreteras y a la ciudad después unos días desconcertantes. Regresaban, pero en qué condiciones, ... con qué peticiones, unidos o fragmentados,… Preguntas que poco a poco parecen tener respuesta y en las que en las que se avanza, aunque aún queda mucho camino por andar.
Este martes se ha dado un gran paso después de los desencuentros con los que acabó la pasada semana. Sindicatos (vaya papelón el suyo) y agricultores independientes, 'chalecos amarillos', han dado el visto bueno a dos decisiones (aún es pronto para hablar de acuerdos) que pueden ser muy importantes para el campo riojano y más concretamente para sus viñedos. Por un lado, prohibir el vino de mesa en Rioja, mercado tentador y jugoso; por otro, arranque incentivado, selectivo y voluntario de viñedo. Si estas dos intenciones se convierten en realidad, se habrá dado un gran paso hacia adelante, aunque resten muchos más. Y también es bueno recordar cómo y por qué se ha llegado a esta revolución, que una vez más ha nacido del pueblo llano, no de quienes dicen representarle.
Primero. Se habla mucho de la agenda digital, del cuaderno electrónico, la PAC, la Agenda 2030 o la burocracia entre otros puntos a corregir en la relación entre el mundo rural y los gobiernos. Todo eso ha llegado para quedarse, ahora bien diferente es que se pueda mejorar su accesibilidad y su manejo. Vamos, que sea más fácil. Sin embargo, el problema no reside en todos estos 'enemigos', sino en la rentabilidad. No hay que centrarse en la Agenda 2030, que irá llegando pues el gran problema reside en la Rentabilidad 2024, ese es el gran objetivo, que muchas explotaciones vinícolas sean rentables, porque para qué pensar en el 2030 cuando igual no se llega a ese año.
Segundo. Muchos viñedos riojanos no son rentables. Es más, están poblados de carteles de 'Se vende' que no encuentran comprador. No lo son porque en un momento en el que, dicen, se elaboran grandes vinos en Rioja la uva se paga peor que nunca. Precios entre cuarenta y sesenta céntimos (algunos privilegiados algo más) por kilogramo llevan a pérdidas. ¿Por qué estos precios? Hay más oferta que demanda y, seguramente, una mala gestión. Los sucesivos gobiernos no han vigilado ni aplicado la Ley de la Cadena Alimentaria y solo han reflejado lo que cuesta producir un kilo de uva en Rioja. Y si el coste ronda los setenta céntimos, está claro que se pierde dinero. Es una simple resta. Habla el independiente de que el coste de producción de la uva de una hectárea es de 4.400 euros y no se debe pagar menos si se quiere cumplir con la ley.
Tercero. Las bodegas controlan cada vez más hectáreas de viñedo. Hecha la ley… Con más uva propia pueden manejar mejor el mercado de los pequeños productores y, por tanto, bajar precios para comprar uvas, eso sí, de enorme calidad si se quiere ganar dinero o no perder mucho. La tuya sí, la tuya, no, pero sí a este precio. ¿Quieres descargar?
Cuarto. El Consejo Regulador debe asumir su rol de aconsejar y regular, pero sobre sólidos cimientos. No es de recibo, por ejemplo, que pequeños viticultores no hayan completado sus cartillas en la pasada vendimia porque un novedoso sistema de fijar los kilos producidos por hectárea no distinga entre cepa, hierba y ribazo. Hierba y ribazo no producen uva. Esas cartas calificadas de informativas tenían un enorme poder intimidatorio y llevaron a más de uno a tirar uva ante el miedo a consecuencias más graves. Y por si fuera poco, ese mismo Consejo ampara uva de mesa, cerca de 40 millones en esta década según publicaba este medio hace unos días. Un sinsentido al que se suman esos viticultores que andan por las noches con sus remolques llenos de uva excedentaria de bodega en bodega para cobrarla a doce céntimos, reventar el mercado y, también, a algunos de los que se manifiestan a su lado. O a quienes usan las cartillas de otros viticultores para blanquear sus excedentes. Por supuesto, con el visto bueno de bodegas y cooperativas. Si controlas la cartilla, controlas la venta y la compra. Adiós a la uva de mesa.
En sí, Rioja es en este momento un cajón de sastre y también desastre. La leyenda de la Tierra de los 1.000 vinos se ha convertido en la Tierra de los 1.000 problemas. ¿Solución? Difícil, porque los intereses son muchos y contrapuestos. Así se entiende que en una misma mesa de debate a unos les preocupe la calidad máxima de sus vinos y sus uvas y la vitivinicultura sostenible; a otros solo les preocupe que el sabor de sus crianzas de bajo precio sea año tras año igual para que los lineales despachen miles de botellas; y a otros más, que no solo tengan el mismo sabor, sino que se puedan clonar como si de cerveza se tratase. El vino y la uva, son seres vivos y siempre deben ser distintos, con matices, a los de cosechas anteriores y futuras.
1.El viticultor debe producir la mejor uva posible y en la cantidad adecuada. No debe hacerse trampas al solitario.
2.Las bodegas deben pagar esas uvas por encima de costes de producción y, si son buenas, por encima del euro por kilo, como revelaba recientemente Juan Luis Cañas que paga en Ribera (1.30€/Kgr), y no acoger en sus instalaciones ni uva de mesa ni procedente del trapicheo de cartillas o de camiones que llegan con sus faros encendidos.
3.El Consejo debe aconsejar, a todos y a ser posible bien, y no intimidar para rebajar ya el número de kilos en el campo sin justificación con el agravante de permitir luego la entrega de uva para vino de mesa y tráfico de cartillas. Si debe sancionar, que lo haga.
4.Los sucesivos gobiernos deben velar porque al menos se cumplan las leyes que aprueban y no pasar de puntillas cuando les interesa o perderse en disputas de partido.
5.Si todos los protagonistas no se implican en este proceso, es mejor que se nos llene la boca de orgullo y superioridad al pronunciar la palabra Rioja y abrirnos a nuevos mercados, como por ejemplo el bag in box, pero sin producir más, sino vendiéndolo caro, muy caro, como los franceses en los lineales de los supermercados fronterizos. Hasta a 11 euros el litro, 55 el de 5 litros. Hasta en ese no somos listos.
P.D. Y en este mar vinícola de lágrimas, una buena noticia para una zona de Rioja que descubrir y que debe avanzar aún mucho en su relación con la uva. Tim Atkin premió la semana pasado en su informe sobre Rioja a Bodegas Quiroga de Pablo (Azofra) y concretamente a su vino Abuelo Cayo Colección Familiar Rosado 2022 como el mejor rosado de la DOCa. Luz en una zona que la necesita. Enhorabuena a Juan Luis, Diego y Maite por su trabajo en esta pequeña bodega, que no por ello no puede ser una gran bodega.
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