Que la inteligencia artificial está implementada en numerosas empresas y bodegas es una realidad. Y, también, que esta herramienta viene para quedarse dentro de una sociedad totalmente digitalizada.
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Esta fue la principal conclusión a la que se llegó tras la segunda jornada de Imaginext Rioja, que incidió en la importancia del 'big data' y la inteligencia artificial como apoyo al sector vinícola. Esta ponencia fue dirigida por la doctora en Inteligencia Artificial por MIT, Nuria Oliver, quien desarrolló las propiedades de esta disciplina y, de manera posterior, las equiparó al papel que jugó la electricidad en la Segunda Revolución Industrial. «Hay tres factores que han impulsado la existencia de la inteligencia artificial. Por un lado, la disponibilidad de grandes cantidades de datos. En segundo lugar, el crecimiento exponencial en la capacidad de concentración, porque lo que era inviable hace 50 años hoy es posible hacerlo a través del móvil. Por último, el desarrollo de modelos inspirados en redes neuronales profundas, que permiten encontrar patrones en cantidades ingentes de datos», explicó Oliver.
Toda esta teoría, aplicada a la práctica, permite, entre otras funcionalidades, conocer el estrés hídrico, detectar enfermedades de la vid o utilizar el reconocimiento facial en las bodegas para determinar las sensaciones de los visitantes a la hora de hacer las catas, tal y como indicó en su intervención el profesor de Inteligencia Artificial en la Universidad de La Rioja, Jonathan Heras. Toda una herramienta que también puede resultar de utilidad en el proceso de elaboración de los vinos. «Un enólogo, mediante la combinación de datos meteorológicos de las cosechas anteriores, junto con diferentes análisis y parámetros, podrá conocer, desde el momento que coja un racimo de uva, el momento más óptimo para hacer un reserva o un gran reserva», apuntó el director TIC de Bodegas Franco-Españolas, Francisco Javier Martínez.
En el caso de Martínez, la aplicación de la inteligencia artificial trasciende la parte de la producción en las bodegas, que también se centra en la eficiencia y en la parte de mantenimiento. «La derivada más compleja sería conseguir una línea inteligente que vaya aprendiendo, como Amazon, para que indique qué va a comprar el consumidor y cómo va a hacerlo», concluyó el director.
La inteligencia artificial requiere fijar unos objetivos muy concretos para asegurar su correcto funcionamiento. «No estamos creando oráculos, porque la idea es que la inteligencia artificial sea percibida como una herramienta que crece y que aprende en función de los parámetros que cada uno establezca», incidió Heidi Moreno, de SpectralGeo, empresa experta en el análisis avanzado de imágenes cuyos datos y detalles son indetectables por el ser humano.
Esta revolución tecnológica también puede desarrollarse en prácticas como la agricultura, donde los trabajadores interesados pueden conocer, entre otras cosas, qué zonas deben cosechar primero, así como el momento óptimo para hacerlo. Toda una información que se consigue mediante muchos datos.
Sin embargo, la inteligencia artificial tiene como principal inconveniente la falta de subvenciones económicas. «A todos nos cuesta dinero la tecnología, por lo que es muy difícil que un pequeño o mediano agricultor se meta en un proyecto de estos», añadió Moreno.
Y, a estos problemas económicos, se une la incertidumbre sobre su utilidad. «Trabajé con una cooperativa que sufrió muchas bajas y que dio un salto al vacío, porque priorizaron sus actividades de monitorización y de seguimiento mediante la inteligencia artificial y consiguieron muy buenos resultados. Sin embargo, no recibieron ninguna ayuda financiera para un cambio de este tipo. Por eso, resulta necesario darles un pequeño empujón para que también confíen en esta tecnología y no la vean tan lejana», describió la responsable de SpectralGeo.
La inteligencia artificial permite realizar cambios importantes que, en ningún momento, pretenden sustituir la labor del ser humano. «A los empresarios habría que decirles que no tengan miedo porque las tomas de decisiones siempre recaen en las personas. Los sistemas de inteligencia artificial pueden sugerir, pero el humano siempre tendrá que estar ahí», explicó Jonathan Heras.
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