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Inés Martínez
Jueves, 20 de octubre 2016, 11:29
Concentración, velocidad y buen humor van a la par en la recolección de la uva. Bajo el sol de otoño y unos casi perfectos 17 grados, Sergio Soto y sus compañeros vendimiadores bajan la empinada ladera de la finca La Santa en Cenicero con el ... riñón «agachao» y pendientes de la velocidad del tractor que les acompaña y en el que cada minuto vuelcan un cubo hasta arriba de uva. Esta cuadrilla trabaja ya desde hace muchas campañas para La Rioja Alta y cada año llegan desde Jaén para pasar en La Rioja «lo que dure la vendimia». Y no se trata solo coger racimos. Deben ir todos al mismo ritmo y saber qué seleccionar y qué tirar. Ésta es una de las partes más importantes y de la que depende que la cuadrilla sea contratada o no, ya que cada bodega tiene sus exigencias.
La jornada ha comenzado a las 8 y hoy es algo menos dura de lo que lo fue hace una semana, cuando el calor apretaba intensamente. Mañana no se sabe, se espera lluvia. Pero los años de experiencia con el corquete y las tijeras han hecho duras las manos y fuerte la espalda, capaces, ahora sí, de aguantar las intensas jornadas de un vendimiador. «El primer año fue duro, se sufre. No estás acostumbrado a estar tantas horas agachado», explica Sergio. Él y sus 24 paisanos comparten hogar, viajes, trabajo y algún rato libre, y ese roce les hace estar compenetrados también en la viña. En su avance cuesta abajo no se ve un atisbo de descoordinación.
Esta labor es, quizás, la más visible y vistosa de todo el proceso que engloba la recolección de la uva, pero no solo de vendimiadores vive la cosecha. Hay decenas de oficios que van de la mano y que se desarrollan desde bodegas, tractores, laboratorios, despachos, garitas... hasta culminar un proceso tan intenso y variable como es la vendimia.
Pesar y volver a pesar
Remolques como el que Sergio y sus compañeros copan de uva llegan incansablemente a las básculas municipales y a las que tienen las propias bodegas. Julio Salguero es el auxiliar de vendimia que está en la de Fuenmayor. Acaba de empezar la recolección, pero ya se ha quedado con las caras de los agricultores que se acercan hasta su puesto. El proceso es bastante mecánico: llega el tractor, se sitúa en la báscula, el agricultor baja, pasa su tarjeta por la máquina y obtiene su ticket. Junto a él, Julio toma nota de las cantidades y se cerciora de que todo está en regla y de que el proceso de pesaje ha sido correcto. Pero no es tan sencillo. «Hay momentos en los que no das abasto, se forman colas, se ponen todos de acuerdo para venir a la vez...», se ríe. Tanto, que hay mañanas que no puede ni ir al baño. Porque no solo llegan remolques cargados, después deben volver sin carga para repetir el proceso. El objetivo es «poder controlar cuál es la uva que se ha metido en bodega, la que se ha retirado de la viña y la producción que tiene cada viticultor».
Su labor se solapa y complementa con la que lleva a cabo Viviana Amigo, que está «todo el día de aquí para allá». Sus horas laborales se dividen entre acompañar (o más bien seguir) a los remolques que acaban de hacer el pesaje hasta la bodega para cercionarse de que el producto cae donde tiene que caer, de que la uva que llega es la que tiene que llegar (tanto en cantidad como en variedad) y de que no hay «nada raro». «La verdad es que en lo que llevamos de vendimia no he tenido apenas problemas con nadie. A veces hay algo que no está bien, pero se lo explicas al agricultor, lo entiende y no pone pegas. Esta zona es tranquila, aunque me han dicho que en otros sitios no es tan fácil», explica con los ojos pegados al remolque que está descargando uva tinta en Lar de Viñas.
Su labor, junto a la de Julio, termina cada día cuando los datos que recolectan son enviados al servidor de control. Y ahí es cuando entra en función la labor de los veedores (técnicos de inspección) del Consejo regulador de la DOCa Rioja. Por un lado, realizan labores «de campo» como controlar la maduración de la uva desde bastantes semanas antes de que comience la vendimia. Algo que se lleva a cabo en una red de viñas de diferentes variedades, en varias zonas y situadas en diversas altitudes. Por otro, realizan un seguimiento y control de todas las pesadas para asegurarse de que se cumplen «todos los requerimientos y normas de producción y recolección que se establecen desde el Consejo», explica Julio Salguero, veedor. «Son 100.000 pesadas y 630 las bodegas que elaboran vino en Rioja, así que el trabajo es arduo y se realiza al detalle», añade.
Para controlar esas pesadas están Julio y Bibiana, que junto con otros cerca de 200 vigilantes de pesaje han sido formados previamente para que conozcan la normativa y la parte técnica. «Son muchas cosas, en poco tiempo y con mucha prisa, igual que en el campo», asegura Julio.
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