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Inés Martínez
Jueves, 21 de julio 2016, 11:30
Cuando el visitante sube la cuesta que da a la calle Santo Domingo de San Asensio y ve de frente la entrada a Bodegas Lecea no puede imaginar ni por un segundo lo que el lugar esconde bajo sus pies, a 14 metros de profundidad. ... Cuatro bodegas subterráneas en piedra de sillería del siglo XVI unidas por serpenteantes y misteriosos pasillos que dan como resultado un laberinto de paredes irregulares, botelleros, rincones fríos, húmedos y oscuros y sorprendentes rincones con enormes cubas.
En esa atmósfera es fácil transportarse mentalmente a épocas pasadas, en las que el vino se elaborada, envejecía y conservaba de una manera completamente diferente a la que hoy conocemos. "Lo que intentamos es trasladarle a una época distinta, a cómo era el mundo del vino de hace 200 o 300 años, con sus sistemas de alamacenamiento, de llenado por cántaras, el modo de transporte con los odres (piel de cabra) e incluso un pisado de uva 'a la antigua', que lo hacemos una vez al año", explica Luis Alberto Lecea, que ha sumado esa tradición y respeto por el pasado a modernas técnicas de prensado y vinificación que hoy en día se utilizan y con las que también cuenta la bodega.
En el viaje en el tiempo por los pasillos de Lecea hay prensas, moledores, medidores, corquetes, filtros, odres... verdaderas reliquias que unidas al silencio, la oscuridad y el olor a vino en reposo empujan la imaginación del visitante a tiempos pasados.
Los puntos de luz destacan esquinas en las que la humedad dibuja colores y gotas y las telas de araña y el polvo pegado a las piedras demuestran que el tiempo no ha pasado bajo los pies de Bodegas Lecea.
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