Inés Martínez
Jueves, 17 de septiembre 2015, 12:20
Las entrañas de Cenicero están plagadas de bodegas, muchos de ellas centenarias, que llevan abandonadas décadas, desde que se puso en marcha la cooperativa del pueblo en los años 60. Décadas en las que sus muros han caído en gran parte y en las que ... la humedad y los escombros se han adueñado del espacio. Esos calados son hoy en día una joya por explotar para quienes están dispuestos a recuperar la esencia de las bodegas pequeñas y familiares que durante siglos fueron patrimonio local.
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Un ejemplo de ello es la bodega Tritium. «Hasta ahora, para hacer nuestros vinos dependíamos de otras bodegas.Siempre hemos tenido la ilusión de tener la nuestra e incluso llegamos a comprar unos terrenos para hacer una nueva. Pero cuando vimos este calado no nos lo pensamos. Nos pareció mucho más especial que hacer construir una desde cero», explica Francisco Rubio, que junto a Javier Fernández y Alejando Campo, son los encargados de haber puesto en marcha este, como dice él, «sueño» . La bodega, del siglo XV, cuenta con lago de piedra de sillería, tino, trujal y un calado a 10 metros de profundidad de 30 metros de largo y de todo ello se ha conservado todo lo que se ha podido, que es casi todo.
Como explican en su web, se trata de «un paso atrás para mirar al futuro», y su objetivo es ofrecer catas, visitas, comidas....
Acciones como estas, que escasean en la localidad ya que los calados de Cenicero siguen en su mayoría abandonados, son una forma no solo de poner en marcha un negocio, sino de ayudar a la conservación del patrimonio y dar vida y mejorar el estado de calles como las del barrio de Las Travesías de los caballeros. «Los vecinos están encantados. Han pasado de tener un edificio en ruinas que era un peligro a pasar cada día por un espacio rehabilitado y cuidado que, además, atraerá a gente y llenará de vida las calles de la localidad».
Buscar el potencial
En este caso, según explica el bodeguero, este proyecto era lo que pedían sus vinos. «Nuestra producción es pequeña, hacemos vinos diferentes con cepas de 90 años... Siempre me han gustado las cepas viejas, cuando todo el mundo las arrancó yo las mantuve porque creía que tenían potencial», explica Francisco. Por eso, su objetivo es que las catas y visitas sean muy personales: «La gente agradece que el que te enseña la bodega y de habla sobre el vino sea el mismo que está en la viña».
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