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No les gustan demasiado las estadísticas a las organizaciones agrarias porque, a la postre, la realidad que ellos palpan es otra. Como dice Tomás Latasa, desde UPA, «el mapa de La Rioja es muy diverso y está muy influenciado por los precios locales y el ... momento económico». Y es que el valor final de una finca puede variar mucho hasta en un mismo término municipal. Hay zonas más fértiles que otras, comarcas más entregadas a determinados cultivos e incluso en la valoración pueden llegar a influir cuestiones «como el número de jóvenes que viven en un pueblo o si la población está muy envejecida», apunta Latasa.
Con todo, la alegría en el campo se traduce en inversiones. Tomás Latasa lo ejemplifica: «Si coges dos años buenos en el precio de la uva, hay un reflejo». La razón la detalla desde ARAG-Asaja, Igor Fonseca: «Cuando la actividad económica es rentable, los elementos de producción como es el caso de la tierra adquieren más valor porque los agricultores deciden incrementar el tamaño de sus explotaciones, crecer para hacerlas más rentables y eso lleva a que haya mayor demanda de tierra y un mayor precio».
El mundo de la agricultura es complejo pero lo que parece coincidente entre las organizaciones es que cuando el agricultor tiene ingresos altos, invierte en tierra, aunque Ángel Palacios (UAGR) asegura que desde la crisis no se han vuelto a dar esas circunstancias. «Una cosa es salir de la crisis y otra estar a los niveles de antes...», deja caer.
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