

Secciones
Servicios
Destacamos
JOSE AGUSTÍN MARAURI
LOGROÑO.
Jueves, 20 de julio 2017, 12:32
Creo que nadie pondrá en duda que el agua es un bien precioso y lamentablemente cada día más escaso. Incluso los analistas predicen que en un futuro, esperemos que sea muy lejano, será el motivo de conflictos bélicos dado su importante valor estratégico desplazando al petróleo como fuente de disputas.
En La Rioja vemos como, después de este invierno, la ausencia de precipitaciones ha dejado las reservas de nuestros pantanos por debajo de lo deseado a la vez que han aumentado las necesidades de riego en nuestros viñedos. Los días posteriores a la famosa helada de la noche de San Prudencio gran parte del paisaje de La Rioja Alta se pobló de aspersores en un intento de reactivar la brotación de unas cepas dañadas por el hielo y que ya estaban castigadas por la sequía.
El fácil acceso al consumo de agua que tenemos hace que muchos no nos planteemos las implicaciones de su escasez y sobre todo que no estemos concienciados en la importancia de racionalizar su consumo. Surge en este punto el concepto de huella de agua o huella hídrica, que es la cantidad de litros de agua que se gastan para conseguir un litro de vino en nuestro caso. En la bibliografía, se citan valores en torno a 850 litros de agua para producir un litro de vino; de este consumo se estima que el 92% corresponde a la producción de la uva y el resto a la vinificación, embotellado y aprovisionamiento de materias auxiliares.
La vid ha sido tradicionalmente un cultivo de secano relegado a los terrenos más pobres en beneficio de cereal, pero el rápido aumento de la superficie de viñedo y los buenos precios de la uva han hecho que poco a poco vaya colonizando los terrenos más fértiles y cercanos al río. Este cambio de hábitat, unido a la plantación de clones más productivos, han provocado un aumento de las necesidades hídricas de las parcelas y por tanto del consumo de agua para su cultivo.
Considero el riego una herramienta eficaz para la producción de uva de calidad siempre que se use de una manera racional, empleando la tecnología, tanto sensores como índices agroclimáticos, que permita mantener en la planta un adecuado nivel de estrés hídrico que garantice una maduración equilibrada y una producción adecuada.
Sin embargo, en muchos casos se está regando de forma totalmente arbitraria, sin herramientas que nos indiquen la cantidad de agua que necesitan las plantas y lo que es más preocupante, con sistemas de riego que no son eficientes en el aprovechamiento del agua. Este aumento de necesidades de riego unido a la explotación, no siempre legal, de recursos hídricos subterráneos ya ha amenazado acuíferos en La Mancha, como en las Tablas de Daimiel, Australia y California.
Este exceso de riego está provocando que la viña, habituada a situaciones de aridez, vaya desarrollando un sistema radicular más superficial, mientras que antes tenía que profundizar para encontrar humedad, lo que hace que cada vez sea más sensible a la falta de agua provocando así un circulo vicioso que aumenta la huella hídrica.
Por otra parte el riego se está usando como aliado para obtener grandes producciones, no siempre de la mejor calidad, en suelos con poca vocación vitícola. Esto es tirar piedras contra nuestro propio tejado ya que hay unos rendimientos máximos autorizados por el Consejo Regulador y todo ese exceso de producción tiene que acabar en el suelo: quién no recuerda las imágenes de la campaña pasada con los racimos tapizando el suelo de los viñedos. En el peor de los caso esos excedentes acabarán como vino de mesa que va a acabar perjudicando a las ventas de Rioja y por tanto afectando al precio del vino y por tanto de la uva.
El hecho de que el 15 de agosto se prohíba el riego en la DO también creo que es una medida que se debería estudiar para permitir una viticultura de calidad y un consumo racional del agua. Antes de esa fecha, sobre todo en zonas que aún les pueden quedar 45-60 días para vendimiar, se procede a regar por lo que pueda pasar sin tener en cuenta las necesidades reales del cultivo. Una mayor flexibilidad en la norma, que quizás haya que vincular al empleo de tecnología de riego y a mediciones de campo, permitiría un uso más eficiente del agua y a buscar producciones de calidad al aportar sólo el agua necesaria.
En definitiva es necesario cambiar de mentalidad para poder avanzar en la reducción de la huella hídrica del viñedo y dar al agua el valor ecológico y social que tiene, además de tratar de preservarla para las futuras generaciones. Además es importante implantar tecnología que permita racionalizar el riego, usando sondas de humedad del suelo, mediciones de potencial hídrico en las plantas e información agroclimáticas que eviten el despilfarro y optimizar las producciones.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Terelu repetirá en el Zorrilla tras aplaudir el público en pie su debut en el teatro
El Norte de Castilla
Una luna de miel que nunca vio la luz
El Comercio
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.